Una aventura en las tierras del norte

Visité Bath por primera vez en 2001 porque uno de mis libros así lo requería. Estaba documentándome para Querida Jane, querida Charlotte, (sí, sé que está agotado y que alcanza cifras astronómicas en reventa, pero lo reeditaré ampliado y corregido muy pronto) y era imposible hablar de Jane Austen sin una mención a esta preciosa ciudad. 

Quise entonces escribir sobre ella con alguna otra excusa. Sus calles doradas, las aguas cobrizas que se convierten en un verde sólido, la luz que emana de la arenisca y su gracilidad la convierten en una ciudad única. Sin embargo, no sospechaba entonces que la visitaría en tantas ocasiones en las siguientes décadas, y mucho menos acompañada de viajeros apasionados de la Austen, como ahora hago con B the Travel Brand y Viajes El País. El siguiente está planeado para el 9 de octubre de 2020, y como se llena muy rápidamente puede ya reservarse aquí.

Sin embargo, seguía queriendo escribir sobre Bath, y sobre la impresión que viví aquella primera vez. Y entonces encontré la manera perfecta para hacerlo.

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Aunque en estos viajes asociamos Bath a su esplendor en el siglo XVIII y XIX como resort y balneario de moda, impulsado por los arquitectos Wood padre e hijo y el árbitro de la moda Beau Nash, su historia se remonta a tiempos mucho más remotos. Los celtas ya conocían los beneficios de las aguas de este lugar rodeado de suaves colinas y surcado por el río Avon. En este mismo sitio en el que me encuentro, muy cerca del manantial de aguas termales, erigieron un templo en honor a la diosa Sulis

Sulis era una diosa muy particular: por un lado, encontramos una diosa del inframundo, protectora de las aguas que manaban del interior de la tierra, y que facilitaba que los ofendidos, que le dejaban las maldiciones para sus enemigos, consiguieran su venganza. Por otro lado, se la consideraba una diosa que alimentaba y daba vida y que devolvía la salud a los enfermos.

Los romanos, con su habitual eclecticismo, asociaron a Sulis con Minerva, otra diosa virgen, sanadora y capaz de empuñar las armas. Y  retomaron  la tradición de los baños, que se construyeron en torno al templo bajo el reinado del emperador Claudio. 

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Por lo tanto, ¿cómo no hacer que Marco, mi joven héroe protagonista de El chico de la flecha, y El misterio del arca visite Aquae Sulis, esa ciudad en el remoto norte famosa por sus sanaciones y sus aguas milagrosas? Así nace La suerte está echada, Una aventura en las tierras del norte, Anaya Infantil y juvenil, la tercera (y última) parte de esta trilogía para jóvenes ambientada en la Hispania Romana del siglo I. D.C. 

la suerte está echada

No todos los editores hubieran apostado por una novela histórica romana para adolescentes, pero Pablo Cruz lo hizo. Y la acogida de los profesores de clásicas, de historia, de lengua, literatura… ha sido desbordante. El chico de la flecha se encuentra en la prestigiosa Lista de Honor OEPLI 2017, y El misterio del arca obtuvo el Premio Letras del Mediterráneo 2018. A principios de 2020 retomaré los encuentros con institutos y colegios para seguir hablando de Marco, de Junia y de Aselo.

Después del inesperado éxtio del que las entregas anteriores han gozado (he perdido la cuenta de cuántas ediciones llevamos de El chico de la flecha) quería poner fin a la trilogía por todo lo alto. Marco ha crecido, y en esta ocasión el enemigo al que se enfrenta es mucho más poderoso que él y que su tío Julio, tan sabio y calmado. Y esta aventura no solo le llevará a ese norte britano desconocido, sino a otro lugar que me ha fascinado desde niña y en el que la faz de la tierra cambió en el 79 D.C…

Podéis leer la introducción y el primer capítulo de esta novela aquí. Si trabajas en un instituto o colegio con Anaya, pregúntale al comercial que te visita. Y podéis también hacer la prerreserva en vuestra librería habitual, porque La suerte está echada salé estos días a la venta, o comprarlo en los enlaces que te indican aquí.

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Para las fotos de Nika Jiménez en los Baños Romanos llevaba jersey y chaqueta blanca de Mango, falda plisada de tul y pendientes de Luxenter. El bolso es de una pasada edición de Salvador Bachiller. Había llovido durante todo el día, pero aún así parecía adecuado llevar algo blanco y luminoso bajo ese cielo. Es la sensación que tengo siempre antes de que salga un nuevo libro.

Este sol de la infancia

Estos días azules y este sol de la infancia fue el último verso que, al parecer, escribió Antonio Machado. Apareció en un bolsillo del viejo abrigo del poeta, tras su muerte, en Collioure. Unas circunstancias desgraciadísimas, pero aún así fue capaz de evocar la luz que le había acompañado siempre, la de la Sevilla de su infancia que serpenta en varios poemas a lo largo de su vida. Ese verso me ha parecido siempre una declaración de belleza y luminosidad frente a lo terrible, y lo recuerdo a menudo. 

No he sido bendecida con una gran memoria literal: me cuesta recordar los rostros, y altero a mi capricho citas y fragmentos literarios, aunque tengo habilidad para recordar personajes, para relacionar hechos y datos y una buena y tiquismiquis memoria emocional. Quizás por eso, o a pesar de eso, recuerdo de manera aleatoria versos y frases en lugares concretos y en días en los que se nos describe, por ejemplo, que el tiempo cambia pero permanecen dorados los días, o que el mar bate azul y verde las rocas. 

Tras los grises días pasados en York y las oscuras tierras cubiertas de brezo de las Brontë, Madrid parece aún más claro y ajeno al invierno. Dorados días de sol y noche, como ha titulado Luis Antonio de Villena su segundo tomo de memorias. Creo en las noches, añade Rilke, creo en lo que aún no se ha dicho.Saltan los versos en la memoria como caen las hojas, con parsimonia pero certeras. 

Recuerdo, por ejemplo, que Dámaso Alonso, menos optimista, aterrado ante la indiferencia de Madrid y del mundo ante los horrores de la guerra, le preguntaba a Dios, mientras observaba la ciudad: ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,/ las tristes azucenas letales de tus noches? O a Cernuda, que me asalta a veces con una voz calmada: Junto a las aguas quietas / sueño y pienso que vivo.

Eso es, en fin, para mí, el otoño y la poesía: un continuo en el que me muevo y que me envuelve, no un paso de cebra a mis pies. Un estado de ánimo compartido desde hace siglos con otras voces, un sol, una infancia, un aire claro.

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Siempre hay una pequeña hoja pionera que nos marca el camino.

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El vestido de rayas es de Mango, y su color mostaza lo hace perfecto para estos días aún cálidos, pero no veraniegos. El bolso pertenece a la misma marca. Los zapatos destalonados, combinan dos colores en ante y son de Dchicas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Madrid

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Hace ya quince años decidí publicar mi primer libro sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCAs, entre los que se encuentran la anorexia y la bulimia. Una de las cuestiones que más me preocupó entonces fue lo fácilmente que esos problemas pasaban inadvertidos para los padres  y para el resto de la sociedad. Yo, que había estado enferma en mi adolescencia, me decidí a hablar sobre este tema cuando descubrí que existían páginas web que incitaban a las chicas a enfermar y a continuar enfermas.

La soledad en la que habíamos vivido los TCAs las mujeres de mi generación había cambiado. Las enfermas (entre ocho y nueve de cada diez de los afectados son chicas) continuaban viviendo con vergüenza y en secreto su sufrimiento, pero internet primero y las redes sociales después se han convertido en una de las maneras en las que se obtiene información y refuerzo para el adelgazamiento y las conductas perjudiciales.

Para mí el camino hacia la recuperación fue tan duro y tan solitario que me juré que si podía evitarlo nadie pasaría por ello así. Ese compromiso llega hasta el día de hoy. Por eso he escrito tres ensayos sobre el tema y participo regularmente en Congresos con Psiquiatras y expertos en conducta alimentaria que me ayudan a comunicar los mensajes correctos. Siempre que puedo intento romper con los tópicos y el desconocimiento sobre los TCAs.

Por normal general los TCAs se manifiestan en la adolescencia, pero algunas señales se pueden descubrir ya en la infancia. No esperen a que sus hijos sean adolescentes para transmitirles una imagen positiva de su cuerpo: la idea de si alguien es bello o feo, adecuado o no se forma mucho antes.

Lo primero que querría decirles a esos padres es que por muy preocupados que estén, por muy buenos progenitores que hayan sido, por muy amigos que crean que son de sus hijas, parte del trastorno incluye el ocultamiento, las pequeñas mentiras, la negación. Dos consejos que les valdrán más que el oro: uno, que en esos casos intenten no enfadarse y cuando se les acabe la paciencia,  compren una tonelada más. Dos, que no centren el problema en la comida: los TCAs son principalmente cuestiones emocionales que se expresan a través del cuerpo. El problema con los TCAs no es la comida, son las emociones.

Si la niña mantiene una autoestima alta, se muestra feliz, ocupada, asume que puede cometer errores y no se presiona demasiado (o no la presionan) eso siempre servirá como elemento protector. Mucho antes de comiencen a alterar su relación con la comida verán otras señales: cambios de humor, sensación de tristeza o de no estar a la altura, obsesión por las notas, el físico o el deporte. Sé que resulta complicado distinguir esas señales de las de la adolescencia, pero no las menosprecien. Hablen, pregunten, sean pesados.

En la actualidad una de las huellas más claras se deja en la tecnología: generalmente es un lugar que a los padres les impone, que no manejan con la misma facilidad que sus hijas, y que se resisten a controlar por respeto a la intimidad de las niñas. Por eso deberían saber que muchas redes sociales prohíben usar las palabras anorexia o bulimia, pero que a cambio se usan Ana y Mía o Mia. Mi amiga Ana o Mi amiga Mia son dos frases que conviene retener.

Las búsquedas relacionadas con estos términos se han disparado un 470% en los últimos años. No está de más que los padres saquen el tema de vez en cuando, que sepan si entre los amigos o las compañeras se tratan estos temas, si han detectado casos, y cuáles son las reacciones de los propios adolescentes. No es una manía, no es una dieta, no es un estilo de vida. Los TCAs son trastornos peligrosos que deben ser tratados y detectados a tiempo.

Las redes sociales favorecen la difusión de contenidos y conversaciones muchas veces muy poco constructivos sobre ese tema. Por suerte, también nos sirven para difundir y prevenir. Y esta es una muestra.

 Por favor, vean este vídeo. Orange ha lanzado la Campaña  “Trastornos Alimentarios y RRSS dentro del marco “Por un uso Love de la Tecnología”. Los padres y madres interesados encontrarán esta y otras temáticas relacionadas aquí:

https://usolovedelatecnologia.com/  

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 Existen 2 millones y medio de publicaciones etiquetadas con #Anorexia y casi cuatro con #ana #mia. Además, otros términos que deben alertar a los padres son palabras como “princesa”, “hada” “mariposa” y su combinación con “ana”, “mía”, “tristeza”, “soledad” o “lágrimas”.

Como bien saben los expertos, el 60% de los pacientes con trastornos alimentarios buscan contenidos en internet que ponen en riesgo su salud. Eso incluye dietas, recetas bajas en calorías, ejercicios y tablas de ejercicios y muy en especial, trucos o “tips” para adelgazar. También buscan otros contenidos como los trucos de belleza o de alimentación de sus famosas preferidas, cantantes, actrices, influencers, instagrammers particularmente delgadas o especializadas en ejercicios o dietas.

 El 85% de los pacientes comienzan a teclear estos términos cuando son menores de edad y 1 de cada 4 siguen haciéndolo cuando son adultos. Como eso suele llevarse a cabo en soledad, en su ordenador o su móvil, el 87% de la familia desconoce este problema, y solo un 40% se acaba enterando con el tiempo.

 Volvamos a ver el vídeo y analicemos algunos aspectos que los padres y madres pueden comentar en casa.

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– El lenguaje tranquilizador de los cuentos de hadas es una trampa: las niñas se convierten en princesas que deben esforzarse por ser hermosas para que el espejito mágico les devuelva la respuesta correcta. (Otras ideas erróneas son “Para presumir hay que sufrir” o “Nada sabe tan bien como estar delgada”).

– Cuando se observa por demasiado tiempo imágenes de mujeres excesivamente delgadas, bien reales o retocadas, se distorsiona la percepción del cuerpo. El peso sano se sustituye por el “peso ideal” que es siempre muy inferior a lo recomendable. Muchas mujeres relatan que después de observar ese tipo de fotografías se sienten inferiores, deprimidas y poco valiosas. Entonces comienza la segunda parte de la trampa: quizás no puedas cambiar tu vida, pero sí puedes cambiar tu cuerpo. Se confunde la obsesión con la fuerza de voluntad.

– Y ahí se inician las conductas de ocultación de comida, de cambio de hábitos y la red de mentiras…

– Los padres pueden sospechar y preguntar, pero lo normal suele ser la negación por parte de las niñas. Este es uno de los pocos casos en los no deben fiarse únicamente de su palabra, sino de los hechos. Como repito, parte del trastorno conlleva las mentiras e incluso la manipulación emocional.

– A menudo los padres no se dan cuenta de hasta qué punto esto condiciona la vida de sus hijas hasta que la joven cae, literalmente. Se desmaya, se desploman sus notas, la pillan o no puede ocultarse la variación de peso. 

– Si descubren algunos indicios de un TCA o su hija enferma los padres no deben sentirse avergonzados ni culpables, pero tampoco quitarle importancia. Es un trastorno muy grave, que tiende a cronificarse si no se trata de la manera adecuada. Por favor, acudan a un profesional especializado o a las asociaciones de familiares. La detección precoz es la mejor manera de ayudar a sus hijas. No crean que pueden solventarlo en casa, o con el paso del tiempo. Intenten mandar un mensaje saludable y positivo sobre los distintos cuerpos, procuren transmitir que el aspecto físico solo es una parte de la persona, y que la felicidad se encuentra por encima de la apariencia.

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¿Las buenas noticias? Hay salida, hay curación, y la mayor parte de los casos tienen un buen pronóstico. Las pacientes de TCAs aprenden a madurar durante la curación, y se convierten en adultos que llevan vidas absolutamente normales. Pero antes de llegar a ese consuelo, hablen con sus hijas, compartan lo que ven, lo que buscan en redes sociales, a quienes siguen, a quienes admiran. Las RRSS pueden ser espacios de creación, de comunicación, fuentes que inspiren y motiven, lugares de belleza y de conocimiento. Hagamos lo posible para mantenerlas así.

Que nos miren

Durante estas semanas estaré hablando en cursos, conferencias y congresos sobre uno de los temas que más me apasionan: mujer y literatura, o incluso, en un sentido más amplio, mujer y creatividad. En algunos casos el enfoque será el de la mujer y el liderazgo, en otros, las mujeres geniales que han sido olvidadas o relegadas, en otros las circunstancias en las que nos debatimos aún hoy. Pero siempre, de una manera u otra, tocaré una de mis pasiones: la relación entre la mujer y su cuerpo, la manera en la que se muestra ante los demás o es percibida. 

A los seres humanos nos gustan las contradicciones y las vidas reseñables: por lo general, las preferimos cuando son otros quienes las muestran. Enfrentarse a una contradicción supone entender que el mundo es complejo y no puede catalogarse con facilidad, y las vidas apasionantes están llenas de ellas. 

Las mujeres más interesantes de la historia, incluso de la contemporánea, son aquellas que han escogido ser vistas, que han recibido la mirada ajena con gusto, o como consecuencia de sus acciones. Las que han roto el tabú que muchas sociedades imponen sobre ellas, la que les permitía exponerse en público, y aún así, con ciertas normas, únicamente en tres ocasiones, una de ellas las de su boda. Y muchas mujeres, incluso pese a su inteligencia, a su excelente desarrollo profesional, o su carisma, se sienten incómodas cuando son observadas, y aún más cuando eso ocurre en público, u ofrecen una entrevista. 

Por supuesto, solo puedo respetar esa actitud; pero me resulta imposible no animarlas a que eso cambie. A despojarse de miedos y de palabras pesadas, y a disfrutar del espacio que, por derecho, ocupan en el mundo. A liberarse de corsés incómodos, que ahora adoptan la forma de trajes discretos, de uniformes de trabajo aburridos, y a atreverse con un color que nunca pensaron, con un trozo del piel que no habían mostrado, el cabello de una manera diferente o un vestido que siempre desearon llevar pero que alguien les dijo que no era para ellas. 

Tengo la suerte de que por mi oficio puedo acudir a diversos eventos, bien literarios, bien sociales. Hace muchos años que decidí que cada una de ellas era una celebración que bien merecía la pena vivirse como una fiesta, como un homenaje a la vida, a quien la organiza, a los libros, a veces, o a otro autor, o… A algunos eso le sorprendió en su momento, y, dos décadas más tarde, les continúa sorprendiendo. A mí me sorprende que sorprenda. 

Sin embargo, para la mayoria de las mujeres son las celebraciones familiares, sobre todo las bodas, las ocasiones, en las que pueden jugar y atreverse, y revelar lo únicas que pueden ser. Como novias o como madrinas, como invitadas o como hermanas de la novia, ahí es donde todos esos sueños y expectativas se condensan. Pienso en Pronovias, que durante décadas ha vestido a esas mujeres de la misma familia, unidas en torno a un vestido blanco o beige, con encaje o mikado de seda, una princesa o una sirena, o un traje de caída impecable para otro tipo de ceremonia, y como pronto comenzó a aplicar ese mismo concepto de costura a medida y telas de una calidad excepcional para las madrinas o las invitadas que acompañaban a la novia.

Días para ser mirada, días en los que incluso las más tímidas pueden revestirse de esa fuerza que otorga un bonito vestido, la fuerza de un verde malaquita intenso, o un fucsia que nadie puede dejar de mirar, o los pliegues hipnóticos que una falda bien cortada ofrece a la vista. Nadie como los poderosos ha sabido que la indumentaria es una demostración de fuerza y de seguridad. ¿Por qué deberíamos renunciar a ello las mujeres? 

A veces, por el tiempo, la mayor de las riquezas, el más exquisito de los lujos. Escoger aquello con lo que vas a ser mirada requiere tiempo y a veces sortear esas contradicciones a las que me refería: ¿atreverse o no? ¿repetir aquello en lo que confiamos o demostrar que iniciamos una nueva etapa y que todos lo vean? En fin, somos visuales, y vivimos en el momento de lo digital. No sustituye el placer de tocarlos y probárselos, pero buscar vestidos cortos de fiesta online ahorra horas de paseos y de indecisión. Permite ver e imaginarse, mucho antes de que ocurra, qué supondrá ser mirada con algo así. 

Cuando hablo de mujeres inteligentes, de mujeres talentosas, de mujeres del pasado, dedico siempre un momento a hablar de cómo vestían y cómo eran percibidas por ello. La elegancia de algunas cantantes de ópera, la indumentaria masculina de otras escritoras, el duelo de lujo de las cortesanas, la manera en la que las mujeres se movieron en su época con mayor o menor libertad, si podían vestirse solas o necesitaban ayuda. Intento que quien me escucha o quien me lea las vean. Porque no lo olvidemos, es importante. La voz, que nunca se pierda. La mirada, que nunca nos olvide.

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Las fotos fueron tomadas en Madrid, por Nika Jiménez, uno de esos días en que la vida nos invita a que nos miren. 

Mirada de mujer

Hace mucho tiempo que quería dedicar un curso al papel de las mujeres creadoras y a su mirada. ¿Es diferente a lo establecido por genética, por educación, por las capacidades individuales? Es más ¿es realmente diferente, o solo nos interesan temas distintos, temas propios que para muchos creadores resultan menores? ¿Tiene lógica que nos sigan tratando como un género aparte dentro de otros géneros?  Creía, de todas maneras, que un curso universitario no ofrecería el mejor espacio para la calma y la charla que buscaba.

Casi todo lo que se persigue con afán se consigue, y ahora tengo el placer de presentaros este nuevo formato. El lugar será un antiguo convento franciscano en Cantabria, en Santiurde de Toranzo, y el momento, el último fin de semana de septiembre, del viernes 27 al domingo 29. Podéis alojaros en el propio convento o acudir únicamente durante las sesiones. En ese entorno más que idílico, donde otros autores como Somoza ya han llevado a cabo cursos y talleres, los temas que quiero tratar cobrarán un sentido completamente diferente. Creo que puede ser provechoso para cualquiera con interés en esos temas, por supuesto, pero muy en especial para educadores y docentes, para quienes este año quieran trabajar temas relacionados sobre la mujer, o encontrar su propia voz, o buscar caminos nuevos en literatura y en otras artes. Para artistas y escritores que busquen referencias y estímulos. ¿Y de qué, de quiénes quiero hablar? 

Quiero que las mujeres y por supuesto, hombres, que se matriculen en el fin de semana, conozcan a…

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…las buenas y las malas, o a las que así nos han presentado. Eva, Judith, Salomé, María, Lilith… Santas, pecadoras, ejemplos y vergüenza para su pueblo. Y a las…

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…que han sido manipuladas para convertirlas en imágenes de poder y modelos de éxito. ¿Qué hay de cierto en las historias de Cleopatra, Juana de Arco, Teresa de Jesús o Victoria de Inglaterra? Sujetos y objetos de películas, biografías y ficción, ¿qué hay de cierto en esas mujeres fuertes y pioneras?

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Y las escritoras… las que escribieron bajo nombre de hombres, o no publicaron nunca. Las maestras y referentes. Jane Austen, Mary Shelley, las hermanas Brontë, Rosalía de Castro, Sor Juana Ines de la Cruz, Carson McCullers… entre otras. 

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Las hubo que acabaron bien, según nuestros modelos de éxito, Egeria o J.K Rowling, Isak Dinesen o Susan Sontag, y las que acabaron mal, como Sylvia Plath, Virginia Woolf, Anne Sexton o Alfonsina Storni, ¿Por qué unas sí, por qué otras no? ¿Hay relación entre el talento y la locura? ¿Castiga la sociedad a quién tiene voz? ¿Y cómo? 

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Y sobre todo, intentaremos aprender de ellas para comprendernos a nosotras. Comprenderlas a ellas para entendernos; muchas veces estamos perdidas, o vemos a nuestras adolescentes y niñas en un mundo cambiante, con pocas imágenes que nos sirvan para avanzar. Hablaremos del mito de la belleza, de la agresión y de los tabús, y de todo aquello que en estos momentos resulta contradictorio, que es casi todo. ¿Os apetece? ¿Venís?.

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Las fotos fueron tomadas en Madrid, junto al Dolmen de Dalí. Desde 1986 ese monumento único que además de jugar con la gravedad y las sombras homenajea a Gala, la mujer del artista, en su pedestal. La autora de las mismas es Nika Jiménez.

Sostenible

Mi generación creció con una cierta conciencia ecológica: las campañas contra los incendios (Si el bosque se quema, algo tuyo se quema), la incorporación del reciclaje (vidrio primero, luego papel), la reforestación o la limpieza de los espacios naturales nos resultaban familiares: aún así con el tiempo hemos desarrollado una conciencia culpable. Algo, por cierto, muy característico de esta franja de edad, más cómoda cuando aceptamos responsabilidades que cuando marcamos límites. Hemos incorporado la creciente preocupación por la invasión de plástico, el calentamiento global y la contaminación de los océanos, por citar solo las tres últimas tendencias en comunicación ecológica, con la misma angustia y con idéntica impotencia que en la infancia. 

Y sin embargo, muchas cosas han cambiado: si hace un par de décadas el cuidado del planeta parecía relacionarse directamente con la conservación de la naturaleza, en la actualidad son nuestros hábitos de consumo urbanos los que pueden marcar una diferencia. La destrucción del medio ambiente no ocurre lejos, sino que se produce con nuestras elecciones de consumo y el estilo de vida elegido: desde el uso de una toallita desechable al rechazo de las bolsas de supermercado, la educación para la preservación de la Tierra se está llevando a cabo de manera veloz y muchas veces ineficaz. Sobre la marcha y sin un destinatario claro.

¿Cómo generar y beneficiarse de un consumo que no sea devastador, pero que genere ganancias? ¿Cómo proteger nuestro patrimonio de un turismo voraz, ignorante y barato? ¿Cómo puede combinarse una vida contemporánea, en un sistema capitalista aliado con la obsesión española por las apariencias y las muestras de estatus? Los cambios radicales que resultarían imprescindibles no van a darse. No hay tiempo, ni ganas, ni empeño. Mientras gobiernos e instituciones hacen poco, o nada, la presión para que como consumidores sustituyamos aquello que no nos permiten conseguir como ciudadanos aumenta. Hay al menos algo bueno en esta política de ojos cerrados y de profunda hipocresía social: la sensación de que algo está en nuestra mano, de que una elección pequeña (qué comprar, que reciclar, que reutilizar) contribuye a construir o a contaminar. Frente a nuestra pequeñez ante la inmensidad de la destrucción, frente al egoísmo legítimo de vivir de acuerdo a lo que nos han enseñado que es lo correcto tenemos esa libertad: la de comportarnos de la manera más coherente posible, con la certeza de que incurrimos constantemente en contradicciones, y de que el ejemplo y la acción común son muchas veces las semillas de acciones mayores. 

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Ciertos sectores se encuentran bajo sospecha de manera habitual: los libros y la prensa, que han pasado a imprimirse en papel reciclable, y que conviven con el invisible formato digital. La moda y el calzado, con la descentralización, los tintes, el sistema de producción, los bajos salarios y la materia prima. No son las empresas más contaminantes, pero carecen del peso de otras, o sencillamente, concitan más interés que los grandes monstruos transversales e intocables. La alimentación genera también fricciones y conflictos. Ecológica u orgánica, de proximidad, de temporada o, por desgracia, la más barata. La vida sostenible resulta, en ocasiones, un privilegio. Una dictadura más, que, con una innegable buena causa, arroja un peso mayor sobre quienes menos deberían llevarlo. Se acercan tiempos interesantes: intentemos mantener una cierta cordura orientada hacia la dirección correcta. 

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Llevo una túnica de la colección Committed by Mango; Commited es la apuesta de la marca por crear una moda más sostenible, con una estética atemporal y modelos como Vivien Solari que no obedecen en la tendencia de extrema juventud habitual. Algodón reciclado y ligero que encaja bien con el bolso de rafia en apariencia delicado pero de una resistencia mayor que la sospechada. Llevo unos pendientes dorados con una concha, también de Mango.  A su vez, las cuñas verdes son de factura española, de Kanna, una marca que conocí como Embajadora del Yute de Caravaca. Todos sus procesos de fabricación, y en el caso del calzado, son muchos, se llevan a cabo de manera local, y con artesanos de la zona que dominan el punto de ojal, clave para estas cuñas inspiradas en las alpargatas.  

Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez

 

Color y cristal

No son muchas las oportunidades que tenemos los escritores ante las cámaras, fuera de las entrevistas o de los momentos de promoción, e incluso entonces cada vez son menos los espacios y los programas que dedican un hueco a libros y a autores.

Quienes por su profesión como periodistas, o su vocación política encuentran divertido participar en debates, o quienes resultan atractivos por sus ideas o su manera de debatir pueden ocupar un espacio en tertulias; fuera de eso, bien por las características de la televisión, bien por las de los escritores, hay poco donde acudir. 

Desde luego, están las adaptaciones de las obras, o la posibilidad de trabajar en guiones. Pero el mundo de color y de cristal de la tele, inmediato, donde de lo hoy quedó ya viejo, y donde desde el momento en el que se pone el pie en la cadena es la idea de espectáculo lo que prima resulta muchas veces reñido con la palabra, con el reposo mayor de quien escribe o incluso con la rapidez de reacción. Quizás no debería ser así, pero la realidad indica que así está siendo. 

Por eso valoro tanto que los últimos programas de televisión en los que participo hayan demostrado que otra manera de trabajar y de plantear un espacio diferente es posible. A Partir de Hoy, el programa que durante el verano ha emitido RTVE de 12:20h a 13:30h, ha aportado entrevistas, repasos históricos de la tele, temas amables, y una conversación entre colaboradores cortés y extraordinaria por su rareza. Todo es precario en la tele, todo es provisional. Pero ojalá en ese caso venciera la calma y el programa perdure más allá del verano. Todo el equipo, y en especial el presentador, Máximo Huerta, se lo merecen. 

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Lo que no se ve (ni debe verse) en pantalla es todo aquello que forma parte de los previos del programa. Las reuniones de guión, las pruebas de luces y sonido, el maquillaje, la peluquería, estilismo, sastrería, atrezzo…

Las recomendaciones del vestuario para aparecer en televisión tienen en cuenta los colores y los volúmentes; los estampados menudos y las rayas generan problemas, pendientes, collares, cabello largo o flecos pueden interferir con micrófonos, las petacas de sonido cuelgan de cinturones, sujetadores o fajas improvisadas. 

En mi caso me divierte entrar en esa misma línea de espectáculo, de mostrar algo que no suele tener espacio en el día a día pero que la televisión absorbe sin el menor rubor: colores vivos y alguna prenda llamativa (collar, top, pendientes) que permita centrar la atención del espectador. Para mí es algo completamente diferente a otros espacios: en conferencias, en clases, en presentaciones, es la palabra lo que debe ocupar toda la atención. La televisión, al igual que las redes sociales como Instagram, hablan con la imagen: y es la imagen lo que debe mandar el mensaje. 

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EspidoKoa8El plató simula una terraza al aire libre, con su buganvilla y sus vistas al mar: en los sillones, en una herradura abierta al público, es donde tiene lugar el programa. Reparad en el cambio de color e incluso de volumen que generan la luz y las cámaras de un programa. 

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Y aquí os enseño mi collar un poco más de cerca.

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No creo que haya dudas de que la pieza estrella del look del pasado programa fue el Collar de Flores de KOA Spain, una gargantilla espectacular realizada en diversos materiales, y con unos sépalos de cristales que le aportan brillos. Puede ajustarse con la correa de cuero regulable; en este caso decidí llevarla muy alta, en parte por estética, en parte para no interferir con los micrófonos. No resulta incómoda porque los pétalos transparentes son flexibles, También puede lucirse como un collar convencional. Podéis comprarla aquí.

KOA es una marca muy especial, la unión entre la mirada exuberante y el exceso brasileño, y el diseño español. Su creadora, Nebai Capelastegui, se formó en el IED de Milán, valorado como uno de los veinticinco mejores centros para estudiar Moda y Diseño del mundo, y que me es particularmente querido porque he sido profesora de oratoria y expresión escrita en su sede de Madrid. La apuesta de esta diseñadora une el mimo artesanal a una femineidad diferente y libre, y le deseo un brillante futuro. Si continúa así, sin duda lo tendrá. 

Las fotos fueron tomadas en Prado del Rey por Nika Jiménez.

Madrid en agosto

Se dice que fue Francisco Silvela, Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de la Gobernación y notable intelectual de finales del siglo XIX el que acuñó la frase: Madrid, en agosto, con dinero y sin familia, Baden-Baden. No sabemos qué opinaría de ello su mujer, Amalia Loring, ni sus hijos, pero no debía ser el único que pensara así, porque la frase ha llegado hasta hoy. 

Cosas por hacer en Madrid hay siempre; pese a ser una ciudad que prefiere perseguir el futuro, por escurridizo que sea, a dotar de dignidad el pasado, como le ocurre a muchas capitales, aún quedan un puñado de comercios centenarios (por cierto, me desconcierta mucho la actual campaña de publicidad que intenta darlos a conocer… sin mencionar el nombre de la tienda ni su ubicación). Y perduran muchas huellas castizas, incluso tradicionales, de una ciudad que siempre se ha le quedado pequeña a quienes la habitan. 

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Uno de ellos que visito y en el que compro a menudo es la Droguería Manuel Riesgo, que abrió como herboristería en 1866 y en la que desde 1926 se puede encontrar todo tipo de materiales químicos, muchos de ellos usados en Bellas Artes. Su tienda de la calle Desengaño conserva el mostrador de madera y los cajones con nombres exóticos, el suelo  de mosaico y el escaparate abombado. Sirven también online, pero claro, no es lo mismo. Sus dependientes son amabilísimos, y saben asesorar en temas tan variados como la fabricación de jabones o cosmética, el mejor producto para acabar con una plaga o cómo cuidar y restaurar los muebles de madera. 

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En un momento en que los cines cierran y sus impresionantes locales pertenecen a multinacionales o, en el mejor de los casos, programan  musicales de éxito probado, agosto no es mal momento para refugiarse del calor en las salas de los que perduran: se encontrarán casi en solitario. Si echan de menos las multitudes, las encontrarán en los cines de verano: en la comunidad, la oferta puede consultarse aquí

Si quieren venir al centro, la oferta se diversifica. Por ejemplo, el Palacio de Cibeles, con su cúpula bajo las estrellas, albergará no solo cine, sino también celebraciones temáticas asociadas a las películas en Cibeles de Cine hasta el 12 de septiembre. Además, si no quieren cumplir al pie de la letra el «sin familia», hay actividades para niños y mayores. El más popular cine al aire libre del Parque de la Bombilla también abre este año. Toda la información sobre el resto de los cines de verano está aquí. Yo aprovecho estos días para ver los estrenos que se me escaparon durante el año, o para entregarme a algunos clásicos en pantalla grande, uno de los lujos que nos hemos dejado por el camino de la programación individualizada. 

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Si  quieren pasar por el Museo Chicote, por eso del agasajo postinero con la crema de la intelectualidad, háganlo mejor cuando cae la tarde. Eso no lo indica el chotis de Agustín Lara, pero ya saben que él lo escribió sin conocer Madrid, de manera que no se fíen. No les garantizo que se encuentran con la intelectualidad, pero el lugar es una delicia, saben la medida exacta de los cócteles, y conserva un pedazo de historia de la ciudad, de la cual solo parte se narra en Arde Madrid. Para hacer tiempo hasta entonces, la Gran Vía ofrece una cara bonita recién restaurada, y desde Chicote se puede seguir la huella de Hemingway (más bien, de la estancia de Hemingway en 1937 y 1938) y de Martha Gellhorn hasta el Tryp Gran Vía y el desaparecido Hotel Florida… aunque de eso hablaremos en otra ocasión.  

Hoy recomiendo tomar algo en otra bonita terraza antes de llegar a Callao, la del hotel Hyatt Centric Gran Vía Madrid: la Diana Cazadora que la protege la convierte en una parada obligatoria para quienes buscamos rastros de un Madrid Mitológico, pero hay otro recordatorio del pasado: la viga atravesada por un obús que buscaba alcanzar el cercano Edificio Telefónica durante la Guerra Civil, y que ha sido conservada e intervenida tras la última restauración del hotel. No será la copa más barata del verano, («con dinero, Baden-Baden») pero las vistas y la ocasión merecen la pena. Disfruten, hagan de este agosto un mes muy largo, muy lento, inolvidable.

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 El vestido de lino es de Mango, y puede comprarse aquí. El bolso de bambú, inspirado en las cestas de picnic japonesas tradicionales que se usan durante el Hanami, es de Salvador Bachiller. Los pendientes de perlas podéis encontrarlos aquí, en Tatiana Riego. Las fotos fueron sacadas por Nika Jiménez durante un paseo por Madrid

Edén

Hay lugares en los que se puede pasear como nos cuentan que se hacía en el Paraíso: creyentes o no, la imagen de Adán y Eva, inocentes y desnudos, despreocupados ante la muerte, el hambre o la miseria entre bestias que no les atacaban, es una de las imágenes simbólicas grabadas con mayor fuerza.

De la ruina de ese paraíso y la nostalgia por su pérdida llega no solo toda una corriente moral, sino una sólida tradición artística: El Bosco, Durero, Miguel Ángel son solo tres nombres que mostraron las imágenes de Adán y Eva ignorantes, antes de perder para siempre la inmortalidad.

Milton cantó en El Paraíso Perdido la extraña relación entre Dios y el mal, la fragilidad del hombre (su visión de la mujer merece capítulo aparte) y el poder casi ilimitado del Lucifer. En nuestra imposibilidad de vencer al mal, en nuestra derrota frente a la vida y la tentación se encuentra precisamente la grandeza del ser humano: en la lucha, en el intento. 

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¿Qué queda de esa historia en la actualidad? La admiración ante la belleza de lo que nos rodea, los árboles, las flores de aspecto exuberante, las cebras con sus rayas irreales, la sensación de paz y de comunión y de pequeñez ante ese misterio que es un paisaje salvaje: la certeza de que no nos necesita en absoluto para existir. La nostalgia anticipada por perderlo al regresar a casa. La vaga pena porque no sabemos cuánto durará así, porque el mal aletea cerca para acabar con ello. 

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Las religiones se encuentran en constante transformación. Las historias, en cambio, perduran a través de ellas. Sobre todo si son simples: una pareja, un Dios generador. Un paraíso, la decepción de un Creador y la incomprensión del ser humano ante qué se esperaba de él. Y a partir de ahí la lucha entre el bien y el mal. Dentro, fuera. El castigo por atreverse a insinuar un cambio en el orden establecido. 

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La relación con el Paraíso pasa ahora por otros criterios morales: la salvación del mundo frente al cambio climático, por ejemplo, la preservación de ese Edén que ahora no solo perdemos, sino que además destruimos. El ser humano se sabe ahora un Lucifer capaz de todo. Y el gran pecado ya no es la curiosidad, sino la codicia. 

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Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez durante el EPVKenia que organizo con El País Viajes y B theTravel Brand. Llevo un vestido blanco de Mango.

Distintas tierras

Hay un elemento de las historias inolvidables que muchas veces pasa inadvertido para los escritores que comienzan. Incluso los veteranos lo descubren, a menudo, cuando ya han finalizado su novela o su relato. Se trata del espacio, muchas veces entrelazado con el tiempo. El espacio, el lugar en el que todo ocurre o en el que imaginan que ocurre. Como en la vida, hace falta despegarse de ese entorno para darse cuenta de lo mucho que nos ha condicionado. Tierra, patria, terruño, prisión, cuna, país. 

Una tierra que hemos recorrido en los textos se convierte, de alguna manera, en nuestra, incluso sin haber puesto jamás el pie en ella.

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Kenia se convierte en nuestra si la hemos leído. Muchas personas que jamás la visitarán pueden repetir las primeras frases de Memorias de África, que  han sido repetidas hasta la saciedad, ampliado su eco por la famosa película en la que Meryl Streep interpretaba a la escritora danesa: 

«Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.
La situación geográfica y la altitud se combinaban para formar un paisaje único en el mundo. No era ni excesivo ni opulento; era el África destilada a seis mil pies de altura, como la intensa y refinada esencia de un continente. Los colores eran secos y quemados, como los colores en cerámica». Y así es, la tierra y los colores surgen y se reinterpretan con sus palabras: como si regresáramos a una tierra de infancia.

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Otros han llegado a ella de una manera menos poética y pero igualmente irreal, de la mano de un Hemingway  que se imagina casi agonizando en «Las nieves del Kilimanjaro».

«La hierba se había consumido por completo y el viento atizaba el fuego hacia el pequeño aparato. Costó mucho trabajo meter a Harry, pero una vez que estuvo adentro se acostó en el asiento de cuero, y ataron su pierna a uno de los brazos del que ocupaba Compton. Saludó con la mano a Helen y a los criados. El motor rugía con su sonido familiar. Después giraron rápidamente, mientras Compie vigilaba y esquivaba los pozos hechos por los jabalíes. Así, a trompicones atravesaron el terreno, entre las fogatas, y alzaron vuelo con el último choque. Harry vio a los otros abajo, agitando las manos; y el campamento, junto a la colina, se veía cada vez más pequeño: la amplia llanura, los bosques y la maleza, y los rastros de los animales que llegaban hasta los charcos secos, y vio también un nuevo manantial que no conocía.

Las cebras, ahora con su lomo pequeño, y las bestias, con las enormes cabezas reducidas a puntos, parecían subir mientras el avión avanzaba a grandes trancos por la llanura, dispersándose cuando la sombra se proyectaba sobre ellos. Cada vez eran más pequeños, el movimiento no se notaba, y la llanura parecía estar lejos, muy lejos. Ahora era grisamarillenta. Estaban encima de las primeras colinas y las bestias les seguían siempre el rastro. Luego pasaron sobre unas montañas con profundos valles de selvas verdes y declives cubiertos de bambúes, y después, de nuevo los bosques tupidos y las colinas que se veían casi chatas. Después, otra llanura, caliente ahora, morena, y púrpura por el sol. Compie miraba hacia atrás para ver cómo cabalgaba. Enfrente, se elevaban otras oscuras montañas».

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En algún lugar, los escritores crean patrias extrañas sobre países ya creados; imaginan otros, los convierten en peligrosos o en deseables. La publicidad más primitiva, la propaganda que intentaba atraer colonos a páramos deshabitados se basaba precisamente en eso, en las imágenes de campos ubérrimos y de cosechas que desbordaban los graneros.
Nos crearon esas imágenes fabulosas en los textos, y en la cabeza. Dieron espacio al espacio, y lo moldearon, hasta que ahora nos decepcionamos si en la realidad no encontramos lo que nos prometieron las historias. Así de poderosa es la literatura. Así de increíble la imaginación humana. 

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Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez durante el viaje #EPVKenia de El País Viajes /B the Travel Brand.