Hats & Horses en Menorca

Las islas son lugares especiales, donde las normas de tierra firma quedan olvidadas y donde las costumbres y tradiciones conviven con lo que trae el mar. Solo una isla podría haber inventado la extravagancia de las carreras de Ascot, caballos, pamelas y chaqués, fresas y cotilleos, y haberlos convertido en una marca de estilo.

El 12 de mayo, en el hipódromo de Mahón, en Menorca, veremos algo parecido: Menorca mantiene esa relación con los caballos tan antigua y tan íntima propia del Mediterráneo, y una fluida conversación con Inglaterra. La comunidad extranjera se encuentra bien asentada en esta isla de un carácter peculiar, con una gastronomía excepcional, sol y grandes posibilidades de inversión y de emprender ideas nuevas. De manera que tendré el placer de ser la madrina de un evento absolutamente excepcional, Hats&Horses, que nace de la mente inquieta de mi amiga Ariadna Vilalta y que  recordaremos por mucho tiempo.

Al fin y al cabo, la prima hermana de la creatividad siempre ha sido la originalidad, y se avecinan tiempos de  propuestas insólitas, de mezclar conceptos y de crear lo nuevo de lo ya agotado. Eso ha sido siempre lo que hemos tenido en común Ari y yo, y lo que nos ha enseñado esa libertad de pensamiento de los ingleses, y la visión única de los isleños.

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Estoy ya preparando los diseños para Hats&Horses, que no son en absoluto sencillos, dado que requiere un sombrero o similar. El tocado que da vida a este look lo firma de María Ramírez, la diseñadora de Y si fuera ella. María ha sido el alma de  EFlamencas, y ahora ha ampliado su línea a sombreros, pamelas y tocados, además de vestidos de fiesta. El resto, un vestido de flecos y un kimono con bordado de Mantón de Manila. Y los demás looks os los enseñaré en una semana. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en el Jardín Botánico de Madrid.

Influencers: un premio

 

Las palabras aparecen y caen en desuso, se llenan y se vacían de significado, y una de las que ha experimentado ese proceso es la inglesa Influencer. Quizás se ha extendido con tanta facilidad por su similitud con el término español, influencia, y porque influyenteinfluencia se asociaban ya a otros campos, mientras que palabras como prescriptor, figura relevante u opinión autorizada resultaban más especializadas o fórmulas compuestas. 

Sea como sea, influencer se  asocia a la persona que ejerce un liderazgo, que marca o  descubre tendencias en un campo determinado, y que transmite gran parte de esa influencia en el terreno digital.

Cuando la revista Influencers, especializada en nuevas tendencias (su lema es Que el futuro no te deje atrás) y en detectar personajes influyentes, me comunicó que deseaba otorgarme su primer premio en la categoría de Cultura me sentí muy agradecida y con la sensación, que no siempre tengo, de que el trabajo de difusión y de creación de contenidos que llevo a cabo en mis redes sociales seguía dando sus frutos.

Los ganadores eran personas como Los Javis en Dirección de Cine, Patricia Conde y Javier Gutiérrez como actriz y actor, Agatha Ruiz de la Prada en la trayectoria empresarial y Nasrin Zhyyan Abdi y Massumeh en lujo, Gema Hassen Bey en superación personal, y Flash Moda en Televisión, entre otros. Y fue un orgullo encontrarme con ellos y entre ellos en esa I Gala.

En un momento determinado tomé la decisión de apostar por Instagram, mientras muchos de mis colegas escritores se centraban en Twitter: la primera me requeriría mucho más trabajo y esfuerzo, tal y como yo la concebía, pero también una visibilidad de imagen y de temas más eficaz. Exigía también un nivel estético mínimo y entender la filosofía de una red a menudo despreciada por generaciones mayores. La segunda, Twitter, siempre estaría ahí para recomendaciones.  literarias, artículos o titulares.

Por otro lado, decidí que el blog no se centraría en temas literarios. A esos ya le dedicaba muchas horas semanales, y constituían mi trabajo habitual. Otras facetas menos conocidas, las colaboraciones con marcas, los viajes, o propuestas diferentes alimentarían ese contenido. Nuevamente, me he encontrado con gente que no ha entendido mi decisión, y que consideran que una escritora debe centrarse en temas estrictamente literarios o de alta cultura, y con otras personas encantadas con mi trabajo. Lo cierto es que tanto mi Instagram como el blog han gozado de un enorme éxito y un gran seguimiento, me han proporcionado nuevos lectores y oportunidades de trabajo, una cercanía mucho mayor a un público entregado e involucrado, y numerosos reconocimientos.  

El lenguaje, la extensión y la elección de los temas que se destinan a las distintas redes varía: y no tienen mucho que ver con la manera en la que se escribe en medios convencionales, y mucho menos en novelas o ensayos. El vínculo que se crea con el seguidor en medios digitales poco tiene que ver con el creado con el lector tradicional, de la misma manera en la que una conferencia no refleja la labor escrita de un autor. Resulta importante que el escritor comprenda eso, y que sea consciente de que será leído, apreciado o juzgado con severidad por quienes esperen un único registro o una única visión.

Por mi parte, me siento cómoda con los distintos grados de profundidad  y de difusión y con las visiones poliédricas. Mis obsesiones literarias y personales no han variado, pero tratarlas de manera diferente según el medio al que se destine oscila entre el reto y el juego. Tampoco mi nivel de exigencia, ni el deseo de compartir mi universo particular, ni la aspiración a la excelencia. Crear un contenido para medios digitales, trabajar de manera estrecha con márketing o diseñar una estrategia de producto  se ha convertido en algo familiar para mí, tanto como la pedagogía de la creación literaria, la teoría comparada o la creación de un programa para cursos universitarios. Y agradezco de todo corazón a quienes hacen que eso sea posible y valoran y premian lo que nadie puede negar: mi pasión por mi trabajo.

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Para la I Gala de los Influencers Awards escogí un precioso vestido de tul negro de múltiples capas, bordado con cristales Swarovski, de Hannibal Laguna. Pertenece a la colección de primavera 2018 de Hannibalisimo, es muy ligero y largo hasta el tobillo. Los zapatos eran unos Lodi personalizados en dorado y cobre. Las fotos las tomó Nika Jiménez en el Museo Cerralbo, una joya relativamente desconocida en Madrid, y un museo fascinante en un palacete del siglo XIX, pensado desde su origen para exhibir los tesoros que su dueño coleccionaba. Un auténtico influencer de su tiempo.

El día del Cervantes

De entre los muchos premios literarios que se conceden en este país (los locales y provinciales, los que organizan las editoriales o las fundaciones privadas, los otorgados a una obra o al recorrido de un autor, los que reconocen el mérito de una primera obra o de un género en particular) el más prestigioso, el que corona la carrera de un escritor español o latinoamericano es el Premio Cervantes.

Es la Asociación de las Academias de la Lengua Española, con la RAE a la cabeza, la que propone al Ministerio de Cultura el nombre del autor que consideran de relevancia. Desde 1976, la primera edición, en que el premio recayó en Jorge Guillén, los autores premiados constituyen parte de la historia de la literatura: Jorge Luis Borges y Torrente Ballester, Mutis y Cela, Vargas Llosa y Delibes. Entre ellos, aún, muy pocas mujeres: María Zambrano, Ana María Matute, Elena Poniatowska y Dulce María Loynaz.

El Preimio se otorga durante un acto institucional en la Universidad de Alcalá de Henares el 23 de abril: con anterioridad, los Reyes convocan a una serie de escritores a una comida en el Palacio Real, y, en el caso de este año, al premiado Sergio Ramírez. Yo he tenido ocasión de acudir en varias ocasiones durante los últimos veinte años. Las ausencias de los más ancianos se notan dolorosamente, aliviadas por las incorporaciones de algunos autores más recientes.

La literatura y lo que le rodea constituye un mundo complejo, difícil y variable, y los premios merecidos nos reconcilian con él. Sergio Ramírez, con quien coincidí el pasado mes de agosto en Panamá Negro, es un autor nicaragüense, premio Alfaguara, entre otros, con una prosa musical y compleja, y unas tramas hermosas. Un magnífico orador, y una gran persona. Forma ya parte de esa de la más callada, más discreta lista de premios prestigiosos; y no puedo alegrarme más.

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Una celebración de este tipo se encuentra a medio camino entre una ceremonia formal de día y la relajación de una comida entre amigos. Para la comida en el Palacio Real elegí un vestido de Nucay, una marca española con unas propuestas para invitada tan interesantes como este vestido de crepe fucsia con mangas acuchilladas y largas, y fos dos flores (en mi vestido las redujimos a una) en los hombros.

El vestido me pareció pearfecto por color y patrón para el entorno, y poco más había que añadir. Unos salones muy sencillos en rojo de Cristina Valdivieso y un clutch de charol nude de Bimba y Lola. En las fotografías lo cambié por un bolso de raso rojo de Shangai Tang, por si os apetece verlo combinado de manera diferente.

Las fotos fueron tomada por Nika Jiménez en Loewe Flower Shop y en la Plaza de Colón de Madrid.

Camelias en el Pazo de la Saleta

Mi primer pez, una pequeña carpa dorada de las que muchos niños de mi edad tuvimos, se llamó Bianca Camelia. Incluso para mí, una intrépida bautista de siete años especializada en rarezas, era un nombre rebuscado. Bianca procedía de la cantante de ópera Bianca Castafiore, el único protagonista femenino de Tintín, que entonces me tenía fascinada. El camelia se lo debía a las flores blancas y rojas que mi abuela cultivaba en Galicia, que florecían en el invierno y no en el verano y que se deshacían en pétalos, como las escamas de un pez. Que un pececito naranja se transformara en una hembra, y además una  flor blanca, se debía exclusivamente a mi voluntad: las palabras cambiaban y subvertían la realidad, y la convertían en lo que yo deseaba.

Muerta lamentablemente joven Bianca Camelia, y sus dos sucesoras, el amor por Tintín y por las camelias ha continuado. A uno le rendí tributo en Angouleme, y las otras me aguardaban en la Ruta de Camelia, un recorrido por los jardines más hermosos de Galicia, a los que estas flores orientales, bautizadas por un sacerdote jesuita, llegaron traídas por los marineros portugueses y gallegos.

La camelia, originaria de Japón y de China, pertenece a la familia del té. Sus hojas coriáceas, brillantes y rígidas, poco tienen que ver con la sedosa delicadeza de sus flores, que no quieren sol ni calor y se derrumban bajo la lluvia o la nieve. En Europa se conoció a partir del siglo XVII por el botánico James Cunnigham.

 La Ruta de la Camelia sugiere un recorrido por pazos y jardines de norte a sur. Muy en consonancia con su origen oriental, lo que se nos propone en esta ruta es la contemplación de estas flores invernales y bellísimas, efímeras, algo que los japoneses llaman Hanami. Literalmente significa “mirar u observar la flor”, y ellos lo llevan a cabo entre finales de marzo y comienzos de abril, las semanas en las que las flores de cerezo florecen y caen. En ese mirar sin aferrarse cabe el aprovecha el momento o collige virgo rosas occidental: no hace reflexionar sobre la brevedad de la vida, y sobre cómo el instante y la belleza de ese momento es lo único eterno.

De los hermosos lugares donde podéis disfrutar de estas camelias, y quizás de un vino blanco y de una conversación interesante, quiero destacar el que por intención e historia se diferencia más de otros. El Pazo de la Saleta, que se encuentra en Meis, Pontevedra, rodeado de pequeños viñedos. Aquí, en torno a la capilla de la Virgen de la Saleta, y de un antiguo pazo de labranza, una pareja inglesa decidió trazar a su manera un jardín sin laberintos ni las estructuras propias de la tradición francesa e italiana de otros pazos. Las camelias crecieron en un falso jardín campestre, perfectamente ordenado y planificado.

Unas décadas más tardes, restaurado el pazo y la capilla y ampliado el jardín con muchas más especies exóticas, algunas de las antípodas, otras parientes de las ya enraizadas, es una familia gallega la que se ocupa de preservar esa tradición y de mimar tanto las flores como a quien las visita. Tan bien lo hacen que acaban de ser nombrados Jardín de Excelencia Internacional, otorgado por la Sociedad Internacional de la Camelia. 

Podría pasarme horas hablando de este precioso jardín y de los árboles y arbustos que lo pueblan; solo con algunas de las centenares de fotos de las camelias que saqué podéis haceros a la idea de la belleza y de la intensa emoción que se respira allí: cuando creemos haber visto la última flor increíble, otra aparece, y otra, en el siguiente arbusto, con otro color… los ojos se llenan de aquello que no volverá a repetirse, porque mañana será diferente y pasado habrá desaparecido.

Este efecto no es solo obra de la naturaleza. Cada pequeño detalle del jardín está cuidadosamente buscado y cuidado. Entre los troncos y el musgo aparece un tocón con flores y piñas, o una virgen de granito, o una antigua cama convertida en un rincón íntimo. Este es un jardín que reconcilia a quien lo visita con el mundo y con lo que quedó fuera de estos muros, que le regala nueva energía, y que ofrece, en la manera generosa y muda de las flores, lo que las flores dan: belleza y esperanza en el futuro.

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Para el Hanami gallego llevé un vestido azul intenso con rayas de HM. Los zapatos rojos eran de Cristina Valdivieso.

Las fotos fueron tomadas en la semana de Pascua en el Pazo de la Saleta. Toda la información de contacto, o para pedir cita para visitarlo la encontráis aquí. Es el lugar perfecto para una ceremonia, o para sesiones de fotos que queréis que sean especiales.

Algunas de las camelias son extraordinarias: la bicolor Mikenjaku, la extraña camelia amarilla Nitidissima, o la pureza nívea de la Montironi White. Contempladlas, si os es posible.

 

Colores elegidos

La naturaleza no cuenta con colores adecuados o prohibidos: el más abundante, el azul, en el cielo y en el agua, resulta escaso en flores o frutos. El verde cubre campos que se convertirán en dorados y ocres, y los púrpuras aparecen en el brezo, las flores de la digital y la buganvilla.

Sin embargo, desde el inicio de la sociedad humana el color se convirtió en un patrimonio de clase: los tejidos para el pueblo llano se teñían con los tintes más baratos, pardos y verdes, que eran, además de fáciles de obtener de cortezas y hierbas, sufridos y fáciles de mantener.  Determinados tejidos con hilos de oro, los rojos intensos, o los violetas quedaban reservados, por ley y por precio, a las clases dirigentes o al emperador.

Resulta curiosamente democrático el que el color escogido este año por Pantone sea el Ultraviolet 18-3838. En tiempos recientes lo asocian a la imaginación, la modernidad y la brillantez. En otro momentos era un color carísimo, que se extraía de las conchas que se recogían en lugares concretos del Mediterráneo: las vulgares cañaíllas que comemos con gusto escondían la púrpura de Tiro, el tinte más caro de la historia, reservado a quienes regían el destino del imperio romano. Incluso cuando se descubrió la anilina, por puro azar, por cierto, y por lo tanto, se abarató significativamente ese tinte, las emperatrices con más influencia del momento, Eugenia de Montijo y Sissi de Austria, que competían en belleza, retomaron el violeta como color de moda, ya teñido con una sustancia sintética.

La última zarina rusa, de la que hablo en Llamadme Alejandra, cosechó todo tipo de críticas por tapizar su gabinete privado con metros y metros de tela en este color. Alejandra, que no atinaba nunca del todo con la moda del momento, fue percibida como anticuada y aburguesada: el violeta había tenido su momento treinta años antes.

Y este año, en el que el feminismo ha gritado alto y al unísono, en el que el color que lo representa ha sido nombrado color del año. El violeta relegado a los nazarenos, al alivio de luto y a la curia eclesiástica regresa a las calles para tomarlas.

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La camisa de lino negro y el pantalón violeta de talle alto son de Mango. Prendas anchas, pero bien estructuradas, que favorecen mucho más de lo que a priori parecería. Podéis encontrar el bolso de charol y terciopelo, con la banda dorada, en Agudiza el ingenio, una marca español que mezcla acción y comunicación. El que yo llevo se llama Afrochic Jirafa Azul. Y los salones negros, con su original estampado de limones, es de mi querido Paco Gil, cuya fantástica colección podéis ver aquí. Las fotos fueron tomadas en Frutas Nieves, en General Díaz Porlier, Madrid, por Nika Jiménez.

La línea roja

Este es uno de los proyectos que me alegra compartir, porque reúne todo lo que me hace feliz: la creación y la belleza, la originalidad y la colaboración, y, por último, el deseo de que todo lo que se piensa, hace y escribe sirva para aportar algo a alguien, no necesariamente un lector.Un proyecto precioso, femenino y que durará lo que una amapola.

Una línea roja une en mi relato el pasado con el presente, el deseo de una niña con el paso de una mujer. Eso, y muchas otras cosas, narra el relato que escribí para la exposición que ha comisariado Kenzo Parfums, cuyas obras se subastarán bajo su cuidado, con un propósito especial: que los beneficios se destinen a Primera Infancia de Cruz Roja Española.

Nueve obras, de nueve mujeres (yo soy la única escritora: entre las artistas se encuentran Brianda Fitzjames Stuart o Lulú Figueroa Domecq, además de María Herreros) que podrán verse en la galería hasta el 11 de marzo, de 11:00h a 19:00 y por las que se podrá pujar aquí.

Las obras celebran la belleza, la alegría, la fuerza, el poder y la serenidad que refleja la amapola, con su labor secreta y callada de embellecer el mundo. La amapola, además de ser la esencia de Flower by Kenzo,  es uno de los símbolos que representan la oposición a la violencia, y el deseo de una realidad mejor.

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El vestido de seda  azul marino, de corte irregular, con el minucioso trabajo de originami en el tejido es de Kenzo, como también el bolsito multicolor Minisailor. Los zapatos de tacón rojo son de Calzado Cristina Valdivieso. Las fotos las tomó Nika Jiménez en Ciento y pico, Velarde 14.

Los zapatos soñados

El placer de hacerse un vestido o un traje a medida ha quedado al alcance de unos pocos, o de ocasiones muy limitadas; y no digamos ya la oportunidad de hacernos unos zapatos exactamente a nuestro gusto. El prêt-à-porter y la producción masiva han logrado que nuestros armarios sean mucho más divertidos, y más democráticos, pero la diferencia con una prenda hecha a medida o bien ajustada es tan abismal que casi hablamos de mundos distintos.

No hay cosa que me devuelva a mi infancia con mayor rapidez que participar en el diseño de una prenda. Me veo de nuevo junto a mi madre, que era modista, con sus patrones, las telas escogidas y la intuición de qué deseaba su clienta antes incluso de que ella lo supiera. A veces esa diminuta clienta era yo, y aunque no le quedaba más remedio que limitar un poco mi fantasía, me acostumbré a que cualquier cosa que deseara pudiera hacerse: y no hablo únicamente de la ropa.

Por eso cuando Lodi me ofreció la posibilidad de personalizar algo que despierta tantos deseos y tantos caprichos como unos zapatos supe que me esperaba una mañana de diversión y de fantasía.

Para quien nunca ha tenido la oportunidad de ver cómo se diseña un zapato, las opciones pueden resultan un poco desconcertantes. La forma, primera, y luego el tacón. ¿Qué forma? ¿Qué altura? Los catálogos de acabados y texturas desconciertan a veces más de lo que resuelven. Si además pueden combinarse da la sensación de que hay tanto por elegir que resulta imposible elegir lo mejor.

Con el tiempo, como le contaba a Miryam Pintado, de Gallery Gallery Room, mi gusto ha cambiado, y desde que cumplí los cuarenta el proceso se ha acelerado aún más. Formas mucho más sencillas, menos complementos y con mayor protagonismoy un atrevimiento mayor, pero reducido a colores y estampados. Me temo que sigo sin ser discreta, y que en mi manera de vestir hay siempre un toque teatral que a saber de quién he heredado. Me hubiera gustado saber cómo hubieran sido mis zapatos hace cinco años, pero ya no puedo saberlo. Mis zapatos soñados, hoy mismo, son unos salones sencillos, con el toque lujoso del plateado, con una textura fragmentada y chispeante, y un tacón alto y negro. La comodidad y la calidad la garantiza esta firma de EldaLodi, que no por casualidad arrastra una legión de #Lodilovers.

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La mañana en la que estuve diseñando los zapatos llevaba unos vaqueros de talle alto y una camisa blanca, de Mango. También unos pendientes de Verdeagua Style, una de mis diseñadoras de joyas preferida.

Y estrené mis zapatos plateados el día en el que se hizo público que había ganado el Premio Letras del Mediterráneo. Las ocasiones especiales se merecen que se acompañen con recuerdos espaciales.

 Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez con MyPen Camera.

Seda y oro

Uno de los museos más desconocidos de Madrid, incluso para sus habitantes, es el que se encuentra en la Casa de Moneda y Timbre. Muchas personas han descubierto que tal edificio existía por ser el lugar de rodaje de la serie La Casa de Papel. Sin embargo, este museo es uno de los más ricos y completos del mundo en su temática, no hay colas, es gratuito, y su personal destaca por una amabilidad y una disponbilidad extraordinaria.

Quizás ese relativo desconocimiento se deba a que los museos que exhiben arte exijan para disfrutarlos únicamente de los sentidos, mientras que los especializados presuman algunos conocimientos previos, o intereses enfocados de antemano a sus exhibiciones. O quizás influya la conflictiva relación que mantiene este país entre un riquísimo pasado del que se avergüenza constantemente, y de un presente obsesionado por el dinero y la riqueza que a su vez parecen complicados de obtener por medios legítimos.

Sea como sea, el vistazo a las exposicione temporales y a los espléndidos fondos del museo pueden servir para que revisemos esas creencias: ¿sigue siendo el camello, la aguja y el reino de los cielos un consuelo para quienes no serán nunca ricos? ¿Continúa vigente la repugnancia por el trabajo manual y el amor por las apariencias que nos narra el Lazarillo? ¿Nos pesa la creencia de que preocuparse por aquello que resulta sensual y agradable es una señal de decadencia y pecado? ¿Qué nos separa de los países protestantes, que vuelan libres de esos prejuicios, pero acarrean otros?

En los impresionantes paneles que, junto con las cristaleras del techo, identifican este museo a la legua, se narran muchas historias: la evolución de la moneda, los oficios, la acuñación y la impresión. A menudo fueron la sal y las especies, otros metales además del oro, o materiales como la seda, o incluso los bulbos de tulipán, los que sirvieron como patrón de intercambio. Es curioso comprobar cómo le damos valor a lo que  en otro contexto no lo tiene. Es fascinante ver cómo tasamos el tiempo y la vida.

 

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El vestido de seda que llevo es el modelo Lupe de Mamba Soul. Ya hablé de la interesante historia de esta firma española en la entrada Cosas que valen más que el oro, y hoy os muestro un diseño más, de seda negra con un obi rojo de línea muy sencilla, para que que sea la riqueza del tejido lo que destaque y no nos perdamos en mera calderilla. Las fotos fueron tomadas en el Museo Casa de la Moneda de Madrid, por Nika Jiménez.

 

Cosas que valen más que el oro

Admiramos a las personas que se atreven a cumplir sus deseos; vivimos a través de ellas, y en ocasiones, las convertimos en referentes; por desgracia, escasean. No todas esconden una historia fulgurante de éxito, sino una satisfacción personal, una apuesta no saben con quién. Logran aquello que más asusta a una sociedad ordenada y sumisa como la nuestra: un cambio de vida. Una especie de buscadores de oro que, sin saberlo, encuentraran territorios desconocidos y de enorme valor.

No es ningún secreto que siento fascinación por los bordados, los encajes, los tejidos antiguos y los trabajados con esmero; por todo aquello que se escapa de lo convencional, y permite, más allá de la prenda de ropa, una expresión personal, tanto de quien la lleva como de quien la ha concebido. Lo que no esperaba una noche en la que curioseaba en Instagram, y buscaba cuentas y fotos interesantes, era que unos likes dados a la fotografía de un abrigo bordado con un diseño precioso y que no logré identificar me llevaran a conocer a su diseñadora.

Podéis ver ese abrigo bordado en algunas de las fotografías de mi Instagram, en la exposición de Mucha en Madrid. Beatriz García me lo prestó para esa visita, después de conocernos y de contarme la historia de Mamba Soul, la marca de ropa que descubrí en aquel paseo virtual.

Una arquitecta técnica, con un trabajo sólido decide en plena crisis que abandona su trabajo; no es lo más habitual, pero nada en Beatriz lo es. Carismática y apasionada, sí: valiente, con las ideas claras, también. Me hubiera gustado saber cómo dirigía sus proyectos de arquitectura, cómo convertía la nada en algo, pero, al fin y al cabo, es lo mismo que hace con Mamba Soul. Beatriz se instaló en Vietnam, estudió sus diseños tradicionales y sus costumbres, buscó materiales y costureras, y a ello le dio su propio aire y una sistematización occidental. Por eso me fue imposible reconocer la procedencia del bordado. Ella los busca en Laos y en Vietnam, y con las premisas de un pago justo a sus artesanas, de no emplear productos de origen animal ni tintes químicos, ha creado un estilo absolutamente propio.

Los tejidos son fastuosos, con una personalidad muy marcada: sedas livianas, algodones compactos, lino, algodón… tampoco las tallas se limitan a las que encontramos en las marcas convencionales. Ni la producción es amplia. Beatriz piensa en mujeres que desean sentirse cómodas y, en cierto sentido, únicas.

Es sencillo y sentimental hablar de sueños, y más aún de sueños cumplidos. Lo complicado, lo real, resulta mucho más fascinante, pero menos llamativo. La siguiente parada de Beatriz será, quizás, instalarse en Portugal, para continuar con proyectos nuevos y una etapa diferente. De momento podéis encontrarla en su tienda on line.

Tengo la impresión de que seguirá buscando algo, y, quizás sin saberlo, servirá como un ejemplo de entusiasmo y de valor, de otro tipo de triunfo, de cosas que no se ven a simple vista pero infinitamente más valiosas que el oro.

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En las fotografías que Nika Jiménez hizo en la Casa de la Moneda de Madrid llevo el abrigo Osaka.  Está confeccionado con un tejido de espiguilla blanco y negro, con la falda rematada en forma de tulipán, y la manga francesa forrada de seda roja. El cinturón interior permite varias posiciones, y lo convierte en un vestido-abrigo, aunque puede usarse solo como prenda superior. El tejido es de tanta calidad, y el corte, intemporal, de manera que esta prenda que comenzó en la imaginación de Beatriz estará muchos años en mi armario.

La noche de Mujer Hoy

Todos los años la revista Mujer Hoy otorga sus premios a las personas cuya trayectoria, además de una excelencia ante la que no cabe más remedio que rendirnos, se ha vinculado a lo femenino. Una de las galardonadas este año fue Isabel Coixet, que lo recibió durante la fiesta con uno de los discursos más divertidos y menos cursis que he escuchado en los últimos años. Y lo cierto es que en un momento en el que la intensidad y el ego se confunden con autenticidad, no me llegan las palabras para agradecérselo.

El Casino de Madrid convierte cada fiesta en un baile de otra época: es algo que este edificio, con su escalera de cuento de hadas y las volutas de los rincones, no puede evitar. Como además, es posible que pronto tenga buenas noticias que daros respecto a Mujer Hoy, la noche tenía algo de esa euforia de algo conseguido tras mucho trabajo, de alegrarse por los premios de los demás y de sentir que cuando se hacen bien las cosas, a veces salen bien.

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El vestido que escogí para esa noche era una fantasía de varias capas de tul nude de plumeti. Lo firmaba The 2nd Skin.Co, con cuyos diseñadores, Juan Carlos Fernández y Antonio Burillo, me reí y charlé gran parte de la noche. Pertenece a la colección Ready to Shine. Para romper con la delicada línea del vestido, y evitar el frío de una noche heladora, superpuse una cazadora (o biker, aunque no soporto ese término) de Mango.

Las dos son firmas que conozco muy bien y que uso a menudo: pero las fiestas son la ocasión perfecta para probar algo nuevo, y la novedad en esta ocasión era la diseñadora de los zapatos, Cristina Valdivieso.

Cristina es una chica de 28 años, que proviene de una familia de la industria zapatera de Elche con más de treinta años de trayectoria. En 2017 decidió iniciar una apuesta por sí misma, con toda la tradición familiar aprendida y el empuje y la ambición de destacar en un sector que no deja de sorprendernos por diseño, pero no puede perder de vista ni la calidad ni el precio para resultar competitivo. Los salones que escogí representan bien esa filosofía: de línea pura e impecable, como son los básicos que ahora persigo, beige, de tacón alto, artesano, con materia prima de primera calidad y, como puede verse en las imágenes, versátil y clásico. Si el vestido era de princesa, los zapatos no lo eran menos.

Cristina, cuyos zapatos pueden encontrarse on line aquí, vende de momento solo en España, pero su ambición y su juventud harán que muy pronto cubra también demanda internacional. Una de las muchas ventajas de trabajar en digital es precisamente esa.

Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez por My Pen Camera Olympus.