Aland la blanca
DeBolsillo. 2001
Reseñas:
>Espido Freire publica ‘Aland la blanca’, su primer libro de poesía.
La Verdad Digital. 9 de Abril de 2001
Cuando Espido Freire se planteó el tema de la búsqueda de la ciudad perdida, inspirada por la visión de una escultura alada incrustada en el mar, tenía muy claro, según dice, que sólo podía llevarlo a cabo a través de la poesía. «Me siento cómoda en todos los géneros -aclara la escritora-, me da igual la novela, el cuento, la narración o la poesía, porque la herramienta es la misma: la palabra. Pero esta historia sólo podía ser contada mediante el verso».
Publicado por la editorial Temas de Hoy, en su colección Debolsillo, Aland la Blanca fue presentado públicamente ayer por el director de la Biblioteca Nacional, Jon Juaristi, y por la directora de la colección, Ana María Moix, en el Forum de la Fnac de Madrid. El libro, que consta de un solo poema estructurado en diez partes o cantos, es, según explicó, un itinerario por la búsqueda de la ciudad mítica y pérdida. «La búsqueda del héroe que sólo hallará la muerte al final del recorrido», precisa.
Cada canto narra los diferentes estados por los que pasa el héroe en su búsqueda de Aland, una ciudad mítica hundida en el mar a causa de una hecatombe en la que sobrevivió un niño, el menor de los hijos del décimo rey de la ciudad.
El poema se inicia al modo clásico, con un canto introductorio del mendigo ciego que narra la destrucción de la ciudad. Y con un segundo canto, en el que se presenta al héroe, Jantes, el niño salvado de las aguas por la misericordia de los dioses, que se ha criado en una aldea de pescadores, y que cuando es adulto se prepara para retomar al mundo de su infancia, un tiempo que no se sabe si es realidad o un simple sueño.
De este modo, todo el poema se sitúa en un espacio imaginario donde el lector viaja a través del tiempo en un recorrido en el que la autora evidencia las dificultades de preservar el reino de la ilusión y de los sueños en una sociedad en la que cada vez, en su opinión, se intenta más controlar más la realidad. Enfrascada en la escritura de dos novelas a la vez, la joven escritora bilbaína está pensando, según anunció, en tomarse, tras la conclusión de ambos libros, un año sabático en el que se irá a Noruega, «a descansar, a estudiar el idioma y a desconectar», concluye la autora de Donde siempre es octubre.
>Buscando la ciudad perdida.
Por Concha García. ABC. 30 de Junio de 2001
Aland la Blanca emula ser un poema épico. El primero de Espido Freire (Bilbao, 1974). La gesta, dividida en diez partes, nos habla de una mítica ciudad sumergida que cuenta con un único superviviente, hallado dentro del relato en otro tiempo y lugar, Jantes, al que no le cuesta nada recobrar la memoria de su origen cuando encuentra un brazalete en el mar faenando con su progenitor, un humilde pescador. Que la ciudad sea engullida por una maldición a causa de su exagerado fasto y riquezas nos lleva a pensar que la autora, situándose en un punto de vista de justiciera bíblica, es muy crítica con la opulencia y por eso sólo salva la figura de 1a inocencia, un niño que resultará ser Jantes, el héroe que busca esa mítica ciudad y la simboliza situándola en un sur lejano, tópico de la felicidad perdida: «Todos los senderos son iguales. / En el sur habitan hombres que conocen el camino / pero ¿cómo llegar al sur?»
La aparición, en la parte cuarta de este relato, de tres hermanas cautivas en una cueva donde arde un fuego mientras ellas hilan, dota al mismo de unas inusitadas imágenes que nos transportan a un cuento de hadas: «Las tres callan. Por un momento / la rueca se detiene. / Recuerdan los tiempos pasados, / sus vestidos blancos, / cuando abandonaron la gruta / en los bautizos felices, / para bendecir la suerte de los vivos / o indicar el camino a los héroes / que se adentraban en lo oscuro». Inmediatamente después, en la parte quinta, el héroe aparece «armado hasta los dientes / ahogado por el amor del pueblo» y descubrimos que es el niño que ya se ha convertido en héroe justiciero. Pero todo es inútil, el mal reina por doquier y el escepticismo también pone su granito de arena en boca de la hechicera que tiró el brazalete al mar: «Esa es mi magia, humano: / no conocer mi futuro, / engañarme con los reflejos del sol. / Márchate, no hay oráculo. Tanto da la muerte de uno que de otro».
Contra la codicia desmedida
¿Moraleja? Que no hay nada que hacer contra la codicia desmedida del ser humano y los héroes ya no salvan a nadie, porque estamos en un mundo donde sólo existe la maldad y la soledad.
Dice Espido Freire que siempre ha tenido una concepción épica de la existencia, y en este poema lo demuestra sobradamente guiada por una idea mítica de la historia cuyo alimento se nutre de las fantasías que nos dejaron los legados literarios del Medievo. Cabe preguntarse si este relato, que no poema, además de dejar en el lector una serie de imágenes de cuento fantástico, es capaz de conmovernos, o de acercarnos un poco a nuestra triste condición de mortales, aunque haya puesto tanta distancia por medio. También nos dice la autora que lo intangible, lo no explicable, sólo puede abordarse con palabras sin sentido: mediante poesía en definitiva. La confesión de muchísimos escritores de que la poesía no es un asunto de seres sensatos me sigue preocupando, y, sobre todo, cuando intento ver dónde está la poesía en este precioso relato: «En el puerto, mientras la pira arde / la nave negra suelta las amarras, / y en la tarde, sin nadie que la guíe / surca el mar camino del norte, / como si recorriera una senda / muchas veces conocida».