Querida Jane, querida Charlotte, el audiolibro.

El 16 de diciembre de 2020 apareció una de mis obras más queridas en un formato diferente: Querida Jane, querida Charlotte regresaba como audiolibro en Storytel, leído con mi voz. El día del 245 aniversario del nacimiento de una de sus protagonistas, Jane Austen, lanzábamos esta obra de cinco horas y 46 minutos dedicado a cuatro de las mejores autoras de la literatura universal.

Si tenéis curiosidad, podéis escuchar un pequeño fragmento aquí, en mi YouTube.

Las promesas a los lectores deben cumplirse siempre: y desde hacía años yo había repetido que buscaría la manera de reeditar el libro Querida Jane, querida Charlotte que había editado en su momento Aguilar y cuyo recorrido, tras dos ediciones y mi regreso a la editorial Planeta, había quedado interrumpido.

La historia de ese libro se iniciaba a principios de los 2000, después de un viaje por los lugares en los que Jane Austen y las hermanas Brontë habían vivido: se publicó algo antes de que el interés por estas escritoras, en particular por Jane Austen, se consolidara de la contundente manera que ahora, tras adaptaciones, nuevas publicaciones y biografías, podemos ver. Por un conflicto de derechos primero  y después por mi propias dudas, había quedado como una rareza bibliográfica.

¿Por qué albergaba esas dudas? Porque a ese viaje siguieron muchos otros, algunos en solitario, otros con prensa, y la mayoría ya organizados con viajeros con B The Travel Brand y El País Viajes, y lecturas muy diferentes tanto de la obra como de la vida de las autoras. De hecho, si no hubiera sido por la pandemia, en octubre de 2020 se habrían repetido los dos viajes a Hampshire y a la zona de York, que siempre han gozado de una enorme aceptación. Y junto a todo lo inolvidable, lo hermoso y lo emocionante que me ha traído compartir esta pasión con lectores  y con curiosos ha llegado un conocimiento mayor y más profundo de estar autoras y de sus obras.

Por un lado, la frescura y el dinamismo de Querida Jane, querida Charlotte,  esa mirada joven y despreocupada, era su principal encanto. Por otro lado, deseaba abordar con una hondura más propia de mi edad los aspectos literarios de estas autoras. Así, he llegado a una solución que creo que nos contentará a todos.

El audiolibro de Storytel refleja a la perfección todas las virtudes del libro original: de hecho, mientras lo leía me daba la impresión de que hubiera sido pensado para ese formato. Capta el dinamismo del viaje, la rapidez extrema con la que esas vidas encontraron su fin, y el misterio que aún emana de sus obras. La falsa facilidad con la que Austen refleja su entorno, la denuncia cruda de Charlotte, el ansia de fusión de Emily, la necesidad de justicia de Anne.

Y, para satisfacer a su vez la necesidad de que lo aprendido en este tiempo encuentre al lector, en apenas dos meses publicaré un nuevo libro, en este caso centrado únicamente en la figura de Jane Austen: se editará en formato convencional por la editorial Ariel bajo el título de Tras los pasos de Jane Austen, y aunque aparecerá el 10 de febrero, puede ya reservarse aquí. Mi intención es la de dedicarle un futuro libro exclusivamente a las tres Brontë, pero de momento se queda en un deseo formulado al viento.

En estas fotos tomadas en diferentes viajes por Nika Jiménez podréis captar  algunos retazos de esos lugares y esa fascinación. Desde la elegancia y la exigencia de perfección de Bath

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…a la tranquilidad del cottage de Chawton, con el pequeño rincón de escritura de Jane Austen…

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…a Winchester, donde Jane acudió en busca de un postrer remedio a la enfermedad que la mataba, y donde está enterrada…

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…aunque su alma repose posiblemente en la campiña, donde en sus últimos años revisó y escribió sus obras. Varias de ellas se publicarían póstumamente. Desde entonces, nunca han dejado de leerse, de estudiarse y de adaptarse.

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Y aquí descansan su madre y su hermana, las dos Cassandras.

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En el norte, en York, más concretamente en Haworth, la rectoría de las Brontë guarda su memoria.

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El cementerio se extendía ante su puerta frontal…

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…pero por la trasera podían escaparse a los páramos.

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En resumen:

Podéis escuchar el audiolibro Querida Jane, querida Charlotte entero aquí.

Podéis escuchar un fragmento aquí, en mi YouTube.

Y podéis reservar el libro Tras los pasos de Jane Austen, que aparecerá el 10 de febrero, aquí, o aún mejor, solicitarlo en vuestra librería de confianza. 

Si las condiciones nos permiten viajar este año, en 2021 anunciaré los nuevos viajes a York y Bath. Y si no, regresarán en 2022. Muchas gracias, siempre, por vuestro apoyo, y por vuestro entusiasmo. Sin eso no me hubiera animado a llevar a cabo todo este trabajo y esta labor.

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Bizcocho de zanahoria al viejo estilo

Hace unos días Joaquín, de DeBocaAcción, me sugirió que Jesús Sánchez, de El Cenador de Amós, y yo cocináramos un plato juntos en directo: es decir, Jesús, con sus tres estrellas Michelin, llevaría a cabo una receta que yo le pasara. Accedí encantada, y él también le pareción bien, y tras darle alguna vuelta me decidí por una receta sencilla, baratita y reconfortante.

Entre las recetas que he rescatado de mi madre, escritas a mano (a varias manos) en un cuaderno de cuadros, se encuentra una de bizcocho de zanahoria; ese bizcocho nos gustaba mucho porque era esponjoso, pero contundente, dulce, sin llegar al empalago, y más sano que otros, por la presencia del azúcar natural de la zanahoria. En su origen no dejaba de ser, en realidad, una receta de pobres, como el bizcocho de remolacha, una manera muy antigua de consolarse cuando no se tenía acceso ni a la miel ni al preciado azúcar.

De manera que casi ni me lo creí cuando comprobé que, en este tsunami hipster que nos arrasa, el carrot cake se había puesto de moda. De todas las maneras y coberturas, el humilde bizcocho se había convertido en tarta, e imperaba en todos los brunches que se tuvieran por tales, con permiso de la red velvet.  La receta que el simpatiquísimo Jesús siguió a rajatable es esta: a la original de mi madre yo le añado frutos secos y un poco de naranja.

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Al tajo: para un bizcocho de unos 20 cms de diámetro necesitaremos:

– 1 yogur natural (de 125 gr)
-1 vaso de yogur de aceite AOVE

-2 vasos de yogur de azúcar (yo uso moreno)
-3 vasos de yogur de harina.
-3 huevos.
-200grs de zanahorias. Yo las empleo crudas y ralladas.
-Un puñado de nueces picadas.
-La ralladura de media naranja.
-El zumo de media naranja.
-1 cucharada de especias (canela, vainilla, nuez moscada, una pizca de pimienta)
-1 cucharadita de jengibre en polvo, o dos dedos de jengibre fresco rallado. (Esto es mío también)
-1 sobre de levadura en polvo.
Mantequilla para untar el molde.

Para la cobertura.

-125 gr de mantequilla.

-250 gr de queso crema tipo Philadelphia.

-60 gr de azúcar glass.

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– Lo primero es ocuparnos del horno, que hay que precalentar a 180º durante 10m. Y haber sacado con antelación los ingredientes, que deben estar a temperatura ambiente.
– Se baten en un bol el azúcar y los huevos. Con energía, sin miedo. Si se quiere un bizcocho muy esponjoso, se montan las claras a punto de nieve, y se añade en el mismo punto que la zanahoria. Pero si se bate sin separar tampoco pasa nada, salvo que el bizcocho es un poco más compacto. Luego se añaden el aceite, el zumo, el yogur, y la ralladura de naranja.
– Entonces se añade la harina, y la levadura, y las especias, incluido el jengibre si es en polvo. Si se tiene paciencia, harina y levadura deberían añadirse tamizadas a través de un colador, pero yo casi nunca me acuerdo, lo que tiene como consecuencia el batir mucho más. Ahora, hay que aceptarse como se es, qué remedio. Total, que la cosa es batir y batir con o sin tamiz, y añadir la zanahoria, las nueces (que para entonces han quedado reducidas a la mitad con el picoteo) y las especias (y las claras montadas, si queremos). Si el jengibre era rallado, también. Como para ese punto ya no se puede batir, se remueve un poco para mezclar los ingredientes y tener la conciencia tranquila.
– Se unta el molde con mantequilla de manera pródiga y generosa. Existen rumores de que también sale bien si se forra el molde con papel de horno, pero yo, personalmente, me aferro a la mantequilla.
– Se lleva el molde (con la masa dentro; lo preciso porque hay gente que lee las recetas de manera muy extraña) al horno, a altura media, a temperatura de 180º, durante 25 minutos. Suele bastar. La prueba de la aguja de punto (que yo hago con un cuchillo, porque no tengo agujas de punto) nunca falla.
– Antes de desmoldar, hay que esperar un cuarto de hora, que casi nunca se cumple, y claro, luego el bizcocho se rompe. Yo he avisado.

– Mientras tanto, se mezcla la mantequilla reblandecida con el azúcar,  y se bate bien, como ha indicado Jesús, a punto de pomada, para añadirle luego el queso. Y se mete en la nevera ese cuarto de hora de espera, para que gane cuerpo.
– Si se quiere rellenar el bizcocho, es el momento. También de extender la cobertura por encima. Hay genios habilidosos capaces de cortar el bizcocho en tres capas, pero yo no tengo lira, y  prefiero dividirlo por la mitad y que el relleno y la cobertura sean generosas, espesas. Y para finalizar, se decora con lo que se pilla a mano, salvo con chocolate, que, a mi juicio, no le va. Aguanta bien por varios días, pero eso es una teoría no comprobada…

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Y aquí está.

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Yo la adorné con naranja sanguina y con flores comestibles,y con unas tiras de zanahoria,  pero Jesús ha confitado en 5m unas zanahorias baby para acompañar la cobertura.

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Si seguís las indicaciones, siempre sale bien.

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Respecto a nuestras cuentas de Instagram, podéis seguir a Jesús Sánchez aquí y a mí aquí.

Mascarada

Ahora que falta una semana exacta para el viaje que me llevará con mi grupo de viajeros a Rusia, desde la desnuda Siberia a los palacios más hermosos de San Petersburgo, como si pudiéramos de verdad entrar y salir en las páginas de mi novela Llamadme Alejandra, me pareció interesante mostraros qué debía sentirse ante una invitación real a un baile o una mascarada.

Alguna vez he comentado que acudí a mis primeros años de colegio en el Palacio de los Marqueses de Urquijo, en Llodio, ahora llamado Palacio de Lamuza y en lamentable estado de dejadez. Allí, en  septiembre de 1918, a  los dos meses del asesinato de los zares, sus primos los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia asistían a una fiesta vasca, con las más ricas familias de la zona vestidas de aldeanos vascos. Ese palacio se había pensado como residencia de verano; también por esos años el Palacio de los Marqueses de Cerralbo daba algunos de los bailes más celebrados de Madrid.

Convertido ahora en uno de mis museos preferidos, el Palacio albergaba la extensa y ecléctica colección de arte y arqueología del Marqués. El piso superior se estructuraba en torno al salón de baile, al que se accedía por una espectacular escalinata. Tanto el marqués de Cerralbo como el de Urquijo habían recibido el marquesado de manos de reyes, en uel primer caso de Carlos I y en el otro de Amadeo de Saboya; se habían involucrado en política, eran senadores, y habían aumentado su fortuna con negocios prosperos. Dentro de una sociedad que contemplaba la desigualdad como algo completamente asumido, y con las diferencias propias de su rango, los marqueses vivían en un mundo casi tan cerrado y aislado como el que podría haber sido el de los zares.

 En ocasiones, los zares recibían a los boyardos, o a miembros del pueblo que habían destacado por su heroísmo. También cada cierto tiempo atendían peticiones de cualquier súbdito; la imposición de manos para curar enfermedades era una práctica popular, y a cada rey se le atribuía una cualidad diferente. Y, por útimo, la presentación en sociedad de jovencitas de buena familia, pero sin fortuna, que fueran apadrinadas por la reina o la zarina era otra manera de acceder a esos exclusivos mundos. Fuera de eso, y descontada la servidumbre y los cocineros, doncellas, criados,  lacayos, conductores o fregonas necesarias para mantener ese estilo de vida, el acceso del pueblo llano a estas fiestas se encontraba tajantemente descartada, salvo en los cuentos de hadas.

Las cortes católicas organizaban mascaradas el Martes de Carnaval, antes de que el Miércoles de Ceniza marcara una temporada de austeridad. Por otro lado, los zares organizaron varios bailes de disfraces, alguno de los cuales han pasado a la historia, como el de 1903 en le Palacio de Invierno, cuyas fotos de fastuosos trajes de época  podéis ver aquí. El último gran baile de la corte Romanov  tuvo lugar el 23 de febrero de 1913. Después, la guerra y la Revolución se lo llevó todo.

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El vestido de Y si fuera ella que ahora resulta espectacular, resultaría demasiado sencillo para un evento de esas características. Ese lila, casi violeta, era un color muy de moda entonces, como lo está esta temporada; con este corte, su manga ligeramente jamón y la botonadura negra, podría pasar perfectamente por un vestido de mañana, de los que la zarina usaba en la intimidad, sin corsé, ni crinolina ni, encajes añadidos o joyas. Los zapatos son unos salones plateados de Lodi. Las fotos las tomó Nika Jiménez en el Museo Cerralbo.

 

Días cortos: Peñíscola e interior de Castellón.

Comienzan a acortarse los días y con la promesa del otoño llega el aviso de aprovechar el tiempo minuto a minuto. Quizás las vacaciones ya no puedan ser tan largas, ni los viajes tan ambiciosos; quizás sea el momento de planificar escapadas más cortas y de conocer lugares cercanos, destinos de interior o en costas menos trilladas, nacionales, que descubren antes los extranjeros que nosotros mismos.

Peñíscola, por ejemplo, en Castellón, se aleja del estereotipo de esa costa tan conocida. Con su mar azul, su remolino Bufador y sus puertas mediterráneas, ha sido admirada por muchos a raíz de aparecer en Juego de Tronos. Quizás no se sepa que la localidad ofrece todo tipo de facilidades para el rodaje de series y cine. El castillo, sus calles empinadas, exigen un paseo con calma y comer un puñado de almendras saladas en una de sus terrazas.

Vilafamés, Culla (que merece una visita aparte) o las casas colgadas sobre la pendiente de Ares del Maestre son otros de los secretos bien guardados del Castellón interior, con montañas inesperadas y paisajes que se alejan de los tópicos mediterráneos. El final del verano los libera del exceso de turistas, el clima se torna suave y el aire huele a hierbas aromáticas. Es un lugar para perderse; no en vano fue tierra donde se escondían bandidos y escapados. Un buen sitio para acercar a los niños a la naturaleza, y para atrapar el tiempo sin prisas.

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Las prendas que hoy llevo podrían servir para una boda de día, siempre que no fuera por la iglesia o, en caso de serlo, se añadiera una chaquetilla o echarpe que cubriera los hombros. Este vestido  low cost (en este caso es de Mango, con varios de los imprescindibles de la temporada: rojo, rayas y escote off shoulder. Cuidado con según qué movimientos, que se desboca). Un capazo de rafia de Salvador Bachiller, en este caso de la colección Valentina, ligero y veraniego,
El resto del atuendo lleva nombre de mujer, y es de diseño español: la chistera, de una exquisita combinación de terciopelo rojo, plumas y flores secas, fue confeccionado por Lola Sevares. Un buen tocado cambia el estado de ánimo, eleva el espíritu y mueve a la fiesta.

Algo parecido ocurre con los zapatos adecuados. En este caso, los zapatos de ante rojo, con detalles dorados, que he escogido, son de Ana Monsalve, una marca que se define con dos pinceladas: zapatos de aire vintage, y tan cómodos como cualquier mujere desearía. Ambas promesas las cumplen con creces. Son zapatos artesanales y primorosos, de Elda, con hormas muy pensadas para calzarlos todo el día, y que no pasan de moda, por su aire atemporal. Yo llevo las sandalias Olimpia Coral.
Por último, unos brazaletes, un collar de perlas que compré en un anticuario en Praga, y el resto del verano para escaparse del mundo.  Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez por MyPen Camera en un precioso recorrido por Peñíscola.

El recuerdo y el olvido: amanecer en Benicassim

Ahora prefiero los amaneceres al atardecer; al menos, para pensar. Me siento más lúcida, hay menos ruido, el día no pesa todavía.

Las playetas de Bellver se encuentran entre Benicàssim y Oropesa. Por la mañana aún no hay demasiado movimiento, ni golpea el calor. La arena es suave y amistosa, y ya muestra pisadas de quienes madrugaron aún más.  Aparecen conchas y caracolas, y la voz de mi madre ¿Tan mayor y aún recoges caracolas? El ritmo de las olas permite que los pensamientos vayan y escapen. El día de estas fotos yo recordaba la conversación con un viejo amigo, viejo en edad y vieja nuestra amistad, también, que es un defensor firme del olvido.

-El mal del ser humano contemporáneo es que quiere abarcarlo todo, dice. Quiere recordar cada momento de pasado, no perderse nada del presente, quiere planear el futuro. No fuimos hechos para eso: hay que recordar solo lo importante, y ni siquiera lo importante para nosotros: lo importante para todos.

A este amigo, profesor, filósofo, vasco, le escucho siempre un poco sobrecogida, porque para mí el recuerdo fue siempre un lugar seguro, e incluso un material de trabajo. Así comienza Melocotones Helados, con un canto a la memoria, y la identificación del olvido con la muerte.

– Pero eso pasa -me aclara- porque tú le das importancia a la justicia. Yo, que soy viejo, le doy preferencia a la felicidad.

En eso pensaba el otro día, ese amanecer. En qué debemos recordar para ser justos, en qué necesitamos olvidar para ser felices. No lo tengo claro, y no me atrevo a dar recomendaciones a nadie. Hay quien vive el verano como un paréntesis, quien lo experimenta como un presente constante, quien se sumerge en una actividad frenética de actividad. En estas mañanas en las que antes solo leía ahora leo cada vez menos y miro y pienso cada vez más. No llego a grandes conclusiones. Pero quedan muchos amaneceres de Mediterráneo para adquirir mayor sabiduría, mayor serenidad, un menor apego. Lo único bueno de la ignorancia y de la confusión es todo lo que aún nos queda por aprender.

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El kaftán que llevo es un regalo de una buena amiga que lo lució en los 70. Me cubro con una pamela de paja de Salvador Bachiller, y completo el look con una pulsera de ámbar y coralque compré hace años en la Feria del Libro de Guadalajara, México, dos brazaletes de oro amarillo y oro rosa de Issavò Elements, y unas sandalias doradas de Mango. Nika Jiménez sacó las fotos en las Playetas de Bellver con My pen Camera.