>El escritor no es dueño de otras vidas, pero sí las manipula

La joven escritora publica «Juegos míos», una recopilación de 23 cuentos en los que se sumerge en la parte más oscura del alma humana.

María Nájera
30/12/2004

Dice de sí misma que es observadora y romántica. Y no hace falta que ella lo asegure, porque es evidente a primera vista, que también es sensible y extremadamente inteligente. Ella es Espido Freire, una mujer que nada tiene que ver con la languidez que algunos le imaginan y que asegura que un día con suerte es aquél en el que leyó cuanto cayó en sus manos. Charlar con ella es una delicia y leer sus relatos, un placer.

Uno de los personajes de Juegos míos asegura que el ser humano a ratos, a fragmentos, es cruel. ¿Por qué? 
Porque a mí no me interesa analizar las acciones. Me interesa ver dónde está el origen de esas acciones y, en muchas de las que me rodean a mí y a otra gente, adivino un propósito oscuro, que luego no se cumple -discusiones que no se llevan a cabo, malos pensamientos que se sofocan- pero la lucha entre ese bien y ese mal, muchas veces tiene un elemento de contención muy frágil que es lo social. Me interesaba describir eso de una manera muy sutil y con personajes muy normalitos. Hacer un viaje de las apariencias a la emoción primaria e invitar al lector a un paseo por las zonas oscuras.

La ambición, la pereza y el sentimiento de culpa desfilan por las páginas. ¿La vida misma le sirve en bandeja el material literario? 
Sí, en ese caso sí. La novela parte de obsesiones constantes pero los cuentos nacen de revelaciones que tienen lugar en un pequeño gesto y de pronto, surge la historia. Eso se debe muchas veces a pequeñas casualidades o a reflexiones que proceden de dichas casualidades.

¿Cómo define la primera parte: El tiempo huye? 
Habla de la cicatriz que te dejan determinadas experiencias vitales, hechos que de ninguna forma se pueden olvidar.

¿Es fundamental tener presentes los recuerdos y no perder la capacidad de soñar? 
Yo no sé vivir de otra manera. En estos primeros relatos le digo al lector que esté muy alerta en la vida, que las decisiones no deben tomarse de manera inconsciente porque, en cualquier momento, esa vida puede cambiar. Estar alerta no significa estar en tensión, también se puede disfrutar. Sentir que lo que estamos viviendo es único y que el tiempo se escapa.

En la segunda parte, retrata la hipocresía convencional. ¿Hay algo que usted no soporte? 
Muchas cosas. No me molesta la falta de cortesía, que muchas veces es necesaria, pero sí la falta amistad. No soporto la utilización de personas, de nombres. Es tan hipócrita, reúne todo: la presunción, la arrogancia, la envidia y la crítica desaforada.

En cuanto a los monstruos cotidianos presentes en el tercer apartado. ¿Qué teme Espido Freire? 
Yo creo que temo a todo lo imprevisible, a lo que realmente no puedo controlar. Creo que es una defensa que nace de la neurosis, y reconozco que me lo paso muy bien planeando. Me gusta tener claro qué haré el próximo año.

Novela, ensayo, cuento… ¿En qué género se siente más cómoda? 
En el cuento porque me permite la irrupción de lo mágico de una manera más creíble que en la novela; ser breve y pasar inmediatamente a otra historia; una intensidad que no soportaría una novela; y también me permite jugar y ordenar los propios cuentos de una manera divertida o terrible.

Entonces, ¿la Literatura es un juego? 
No, la Literatura es mucho más que un juego, pero también tiene una variante lúdica y a veces se olvida por la trascendencia, por la identificación o por la estética literaria.

¿Y una vía para interpretar la realidad? 
Eso sí. Es un modo de interpretar el mundo simbólico.

Incluso puede ser un vehículo para vivir otras existencias. 
A veces también. En estos cuentos no me interesa tanto que el lector viva unas vidas ajenas, sino que se reconozca en determinadas emociones. Obviamente en el nivel de la anécdota y del significado más superficial, está esa vida ajena y el indagar, actuar de portera y mirar por la mirilla; pero me interesa más la identificación de tus emociones con las del personaje.

¿Y sus emociones también se identifican? Porque tengo entendido que huye de los tintes autobiográficos. 
Gracias a Dios, mis cuentos no son autobiográficos. En el acto de la creación se toma algo que nos evoca una emoción determinada y se racionaliza. Y en ese proceso de racionalización, muchas veces es necesario quitar la vida porque estorba para llegar al esqueleto de la historia y luego, reconstruirlo de una forma que resulte más atractiva. Incluso aunque alguna historia viniera de una experiencia mía, ya sería otra cosa porque ha sido expurgada.

¿Cree que el escritor, en cierta medida, es dueño de vidas ajenas? 
No sé si es el dueño, pero sí las manipula. Muchas veces esas historias que te llegan por vía ajena las haces tuyas, quitas, transformas y metes otros personajes, los incluyes en una historia que nada tiene que ver.

¿Alguno de sus personajes se ha resistido a abandonarle? 
Me pasaba de más jovencita, ahora tengo más control; pero hay uno que, al menos, va a aparecer en otra historia: Loredana, un personaje muy siniestro, oscuro y torturado; y hay otro que se ha repetido en varias historias: Vincavenc el Bandido. Pero es que las historias de bandidos buenos, claro, siempre me han gustado mucho. No sé por qué me gusta el que estén al borde del bien y del mal para crear el bien, pero según te lo cuenten es un asesino o un ladrón, o un benefactor.

¿Espido Freire escribe para sí misma o para otros? 
Por lo general, escribo para un lector invisible, cómplice. Lo que llamo el lector inteligente, alguien con quien jugar, a quien le guste profundizar en la historia. Que encuentre un eco que yo he emitido y me lo devuelva.