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Este sol de la infancia

Estos días azules y este sol de la infancia fue el último verso que, al parecer, escribió Antonio Machado. Apareció en un bolsillo del viejo abrigo del poeta, tras su muerte, en Collioure. Unas circunstancias desgraciadísimas, pero aún así fue capaz de evocar la luz que le había acompañado siempre, la de la Sevilla de su infancia que serpenta en varios poemas a lo largo de su vida. Ese verso me ha parecido siempre una declaración de belleza y luminosidad frente a lo terrible, y lo recuerdo a menudo. 

No he sido bendecida con una gran memoria literal: me cuesta recordar los rostros, y altero a mi capricho citas y fragmentos literarios, aunque tengo habilidad para recordar personajes, para relacionar hechos y datos y una buena y tiquismiquis memoria emocional. Quizás por eso, o a pesar de eso, recuerdo de manera aleatoria versos y frases en lugares concretos y en días en los que se nos describe, por ejemplo, que el tiempo cambia pero permanecen dorados los días, o que el mar bate azul y verde las rocas. 

Tras los grises días pasados en York y las oscuras tierras cubiertas de brezo de las Brontë, Madrid parece aún más claro y ajeno al invierno. Dorados días de sol y noche, como ha titulado Luis Antonio de Villena su segundo tomo de memorias. Creo en las noches, añade Rilke, creo en lo que aún no se ha dicho.Saltan los versos en la memoria como caen las hojas, con parsimonia pero certeras. 

Recuerdo, por ejemplo, que Dámaso Alonso, menos optimista, aterrado ante la indiferencia de Madrid y del mundo ante los horrores de la guerra, le preguntaba a Dios, mientras observaba la ciudad: ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,/ las tristes azucenas letales de tus noches? O a Cernuda, que me asalta a veces con una voz calmada: Junto a las aguas quietas / sueño y pienso que vivo.

Eso es, en fin, para mí, el otoño y la poesía: un continuo en el que me muevo y que me envuelve, no un paso de cebra a mis pies. Un estado de ánimo compartido desde hace siglos con otras voces, un sol, una infancia, un aire claro.

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Siempre hay una pequeña hoja pionera que nos marca el camino.

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El vestido de rayas es de Mango, y su color mostaza lo hace perfecto para estos días aún cálidos, pero no veraniegos. El bolso pertenece a la misma marca. Los zapatos destalonados, combinan dos colores en ante y son de Dchicas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Madrid