El premio del Ateneo de Valencia

Hace unas semanas recibí el Premio de las Letras que concede el Ateneo de Valencia. El Ateneo se fundó en 1879, cuenta con 3.500 socios  y es una institución en su ciudad, con una biblioteca que alberga más de 53.000 títulos. Además de su incesante labor cultural y educativa, cada año convoca unos premios literarios en las modaliddes de Relato, Poesía y Novela. Además, reconoce con el Premio de Honor el recorrido literario de un escritor que consideran de relevancia por su obra y por su trayectoria.

El Ateneo se encuentra ubicado en la Plaza del Ayuntamiento de Valencia, y las vistas desde sus salones resultan impresionantes. Sin embargo, este año las circunstancias sanitarias nos obligaron a suspender la cena de gala en la que se entregan los premios, a reducir el aforo hasta el mínimo y a un regocijo más íntimo que público.

Ya he hablado en muchas ocasiones de la importancia de este tipo de galardones: no es posible presentarse a ellos, no dependen de una moda o de un triunfo ocasional e indican que una de las funciones de la literatura, la de fijar las historias en el tiempo, se continúa cumpliendo, al menos en vida del autor.

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El Premio en sí mismo es una contundente pieza de metacrilato grabado, muy pesado, pero de línea elegante y discreta.

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Los años pasan volando, y pronto cumpliré 25 años de carrera. La juventud, que parecía eterna, cede ante lo inevitable. Incluso las primeras ambiciones se adaptan, de manera casi imperceptible, a la realidad: siempre tuve claro que escribir formaría parte de mi vida, pero desconocía por completo a qué me conduciría, ni por cuánto tiempo estarían los lectores interesados en lo que escribía.

Un inicio temprano, como fue el mío y el de tantos autores de mi generación, no garantiza nada. A lo sumo, a veces, un hartazgo prematuro, un desengaño e incluso un abandono. De los que comenzamos entonces, cuántos se han quedado por el camino. Cuántos, en algún momento, regresarán, más maduros, más centrados, con algo qué decir en otro momento.

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Se habla mucho del talento, de la sensibilidad y de las vivencias que deben conducir a un autor hasta su historia. En muchos menos casos se menciona el estudio, la formación, la disciplina que requiere. En casi ninguno la suerte. Y sin embargo, esta última resulta clave, y muchas veces se muestra caprichosa. Resulta mucho más tranquilizador el achacar nuestros éxitos al mérito propio; el azar, en cambio, participa en nuestras carreras y nuestros reconocimientos en muchas más ocasiones de las que nos gustaría reconocer.

Otras veces olvidamos el inicio de esta pasión, que comienza, casi siempre, con la fascinación que como lectores sentimos hacia los libros. En la lectura se encuentran los conocimientos y las historias de las que nos nutrimos, con las que aprendemos tanto a escribir como, en muchas otras ocasiones, a comportarnos en una sociedad cada vez más compleja, rápida y convulsa. Librerías y bibliotecas, clubs de lectura y congresos recuerdan que no somos los únicos protagonistas de nuestra historia, sino que nuestro libro es, con suerte, uno más en toda una lista inacabable.

Así deben, a mi juicio, entenderse los premios. Como una excepción, como un inesperado regalo, como una pausa en un camino largo y una señal de que esa es la senda por la que debemos continuar. El resto se lo llevará el tiempo, como tantas otras cosas, a cambio de brindarnos experiencia, vida y conocimiento.

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El otoño del Retiro de Madrid sirvió como escenario de esta sesión de foto de Nika Jiménez. El vestido es una creación de Alicia Rueda. Los pendientes antiguos me los regaló una de mis alumnas tras un curso en San Sebastián.

Tiempo perdido

Agosto brinda siempre la sensación de que es un mes de tiempo detenido: perdido, para quienes continúan trabajando, con llamadas sin respuesta y la sensación de ser los únicos habitantes del planeta. Ganado para quienes toman vacaciones y dejan que el tiempo se pierda minuciosamente entre los dedos, hora a hora, quejas por el calor o por la lluvia, siesta, excursiones, helados.

Era así, al menos. Este agosto, como los meses anteriores, se ha trastocado, y el tiempo posee un valor diferente para quienes lo vivimos. Supone una tregua, por esa inercia de que las noticias, en particular las negativas, lo son menos durante las vacaciones. Supone un descanso, para algunos, y un paréntesis ante lo desconocido para muchos otros. Un paseo en una ciudad vacía, o un regreso a los paisajes de la infancia.

Este mes, esta temporada, nos marca con una crudeza descarnada que lo que creíamos seguro no era más que una colección de rutinas para domar la incertidumbre. Continuamos en un periodo de improvisación y de cambios imprevistos, de vivir un hoy y ya veremos.

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De aprender de la historia, la personal y la colectiva.

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De revisión de modelos de conducta, y de comprender, no sin dolor, que la tensión convierte a los seres cercanos en desconocidos. De agradables sorpresas, a veces, en quienes no lo esperábamos.

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Se avecinan momentos para que cada segundo perdido lo sea en algo importante, algo que nos ha hecho felices a nosotros o a los nuestros. Un pacto con la vida, revisado hora a hora. Porque todo el tiempo perdido, el dedicado a la nada, a aburrirse, a aprender, a disfrutar, al descanso, a la búsqueda de algo, se convierte en lo único que tenemos en nuestro haber.

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El top de gasa con lazo al cuello es de Mango, y lo encuentras rebajado aquí. Las alpargatas de Casteller son el modelo 324, y pueden comprarse, aquí. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en la Plaza de Colón de Madrid.

Este sol de la infancia

Estos días azules y este sol de la infancia fue el último verso que, al parecer, escribió Antonio Machado. Apareció en un bolsillo del viejo abrigo del poeta, tras su muerte, en Collioure. Unas circunstancias desgraciadísimas, pero aún así fue capaz de evocar la luz que le había acompañado siempre, la de la Sevilla de su infancia que serpenta en varios poemas a lo largo de su vida. Ese verso me ha parecido siempre una declaración de belleza y luminosidad frente a lo terrible, y lo recuerdo a menudo. 

No he sido bendecida con una gran memoria literal: me cuesta recordar los rostros, y altero a mi capricho citas y fragmentos literarios, aunque tengo habilidad para recordar personajes, para relacionar hechos y datos y una buena y tiquismiquis memoria emocional. Quizás por eso, o a pesar de eso, recuerdo de manera aleatoria versos y frases en lugares concretos y en días en los que se nos describe, por ejemplo, que el tiempo cambia pero permanecen dorados los días, o que el mar bate azul y verde las rocas. 

Tras los grises días pasados en York y las oscuras tierras cubiertas de brezo de las Brontë, Madrid parece aún más claro y ajeno al invierno. Dorados días de sol y noche, como ha titulado Luis Antonio de Villena su segundo tomo de memorias. Creo en las noches, añade Rilke, creo en lo que aún no se ha dicho.Saltan los versos en la memoria como caen las hojas, con parsimonia pero certeras. 

Recuerdo, por ejemplo, que Dámaso Alonso, menos optimista, aterrado ante la indiferencia de Madrid y del mundo ante los horrores de la guerra, le preguntaba a Dios, mientras observaba la ciudad: ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día,/ las tristes azucenas letales de tus noches? O a Cernuda, que me asalta a veces con una voz calmada: Junto a las aguas quietas / sueño y pienso que vivo.

Eso es, en fin, para mí, el otoño y la poesía: un continuo en el que me muevo y que me envuelve, no un paso de cebra a mis pies. Un estado de ánimo compartido desde hace siglos con otras voces, un sol, una infancia, un aire claro.

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Siempre hay una pequeña hoja pionera que nos marca el camino.

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El vestido de rayas es de Mango, y su color mostaza lo hace perfecto para estos días aún cálidos, pero no veraniegos. El bolso pertenece a la misma marca. Los zapatos destalonados, combinan dos colores en ante y son de Dchicas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Madrid

Que nos miren

Durante estas semanas estaré hablando en cursos, conferencias y congresos sobre uno de los temas que más me apasionan: mujer y literatura, o incluso, en un sentido más amplio, mujer y creatividad. En algunos casos el enfoque será el de la mujer y el liderazgo, en otros, las mujeres geniales que han sido olvidadas o relegadas, en otros las circunstancias en las que nos debatimos aún hoy. Pero siempre, de una manera u otra, tocaré una de mis pasiones: la relación entre la mujer y su cuerpo, la manera en la que se muestra ante los demás o es percibida. 

A los seres humanos nos gustan las contradicciones y las vidas reseñables: por lo general, las preferimos cuando son otros quienes las muestran. Enfrentarse a una contradicción supone entender que el mundo es complejo y no puede catalogarse con facilidad, y las vidas apasionantes están llenas de ellas. 

Las mujeres más interesantes de la historia, incluso de la contemporánea, son aquellas que han escogido ser vistas, que han recibido la mirada ajena con gusto, o como consecuencia de sus acciones. Las que han roto el tabú que muchas sociedades imponen sobre ellas, la que les permitía exponerse en público, y aún así, con ciertas normas, únicamente en tres ocasiones, una de ellas las de su boda. Y muchas mujeres, incluso pese a su inteligencia, a su excelente desarrollo profesional, o su carisma, se sienten incómodas cuando son observadas, y aún más cuando eso ocurre en público, u ofrecen una entrevista. 

Por supuesto, solo puedo respetar esa actitud; pero me resulta imposible no animarlas a que eso cambie. A despojarse de miedos y de palabras pesadas, y a disfrutar del espacio que, por derecho, ocupan en el mundo. A liberarse de corsés incómodos, que ahora adoptan la forma de trajes discretos, de uniformes de trabajo aburridos, y a atreverse con un color que nunca pensaron, con un trozo del piel que no habían mostrado, el cabello de una manera diferente o un vestido que siempre desearon llevar pero que alguien les dijo que no era para ellas. 

Tengo la suerte de que por mi oficio puedo acudir a diversos eventos, bien literarios, bien sociales. Hace muchos años que decidí que cada una de ellas era una celebración que bien merecía la pena vivirse como una fiesta, como un homenaje a la vida, a quien la organiza, a los libros, a veces, o a otro autor, o… A algunos eso le sorprendió en su momento, y, dos décadas más tarde, les continúa sorprendiendo. A mí me sorprende que sorprenda. 

Sin embargo, para la mayoria de las mujeres son las celebraciones familiares, sobre todo las bodas, las ocasiones, en las que pueden jugar y atreverse, y revelar lo únicas que pueden ser. Como novias o como madrinas, como invitadas o como hermanas de la novia, ahí es donde todos esos sueños y expectativas se condensan. Pienso en Pronovias, que durante décadas ha vestido a esas mujeres de la misma familia, unidas en torno a un vestido blanco o beige, con encaje o mikado de seda, una princesa o una sirena, o un traje de caída impecable para otro tipo de ceremonia, y como pronto comenzó a aplicar ese mismo concepto de costura a medida y telas de una calidad excepcional para las madrinas o las invitadas que acompañaban a la novia.

Días para ser mirada, días en los que incluso las más tímidas pueden revestirse de esa fuerza que otorga un bonito vestido, la fuerza de un verde malaquita intenso, o un fucsia que nadie puede dejar de mirar, o los pliegues hipnóticos que una falda bien cortada ofrece a la vista. Nadie como los poderosos ha sabido que la indumentaria es una demostración de fuerza y de seguridad. ¿Por qué deberíamos renunciar a ello las mujeres? 

A veces, por el tiempo, la mayor de las riquezas, el más exquisito de los lujos. Escoger aquello con lo que vas a ser mirada requiere tiempo y a veces sortear esas contradicciones a las que me refería: ¿atreverse o no? ¿repetir aquello en lo que confiamos o demostrar que iniciamos una nueva etapa y que todos lo vean? En fin, somos visuales, y vivimos en el momento de lo digital. No sustituye el placer de tocarlos y probárselos, pero buscar vestidos cortos de fiesta online ahorra horas de paseos y de indecisión. Permite ver e imaginarse, mucho antes de que ocurra, qué supondrá ser mirada con algo así. 

Cuando hablo de mujeres inteligentes, de mujeres talentosas, de mujeres del pasado, dedico siempre un momento a hablar de cómo vestían y cómo eran percibidas por ello. La elegancia de algunas cantantes de ópera, la indumentaria masculina de otras escritoras, el duelo de lujo de las cortesanas, la manera en la que las mujeres se movieron en su época con mayor o menor libertad, si podían vestirse solas o necesitaban ayuda. Intento que quien me escucha o quien me lea las vean. Porque no lo olvidemos, es importante. La voz, que nunca se pierda. La mirada, que nunca nos olvide.

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Las fotos fueron tomadas en Madrid, por Nika Jiménez, uno de esos días en que la vida nos invita a que nos miren. 

Mirada de mujer

Hace mucho tiempo que quería dedicar un curso al papel de las mujeres creadoras y a su mirada. ¿Es diferente a lo establecido por genética, por educación, por las capacidades individuales? Es más ¿es realmente diferente, o solo nos interesan temas distintos, temas propios que para muchos creadores resultan menores? ¿Tiene lógica que nos sigan tratando como un género aparte dentro de otros géneros?  Creía, de todas maneras, que un curso universitario no ofrecería el mejor espacio para la calma y la charla que buscaba.

Casi todo lo que se persigue con afán se consigue, y ahora tengo el placer de presentaros este nuevo formato. El lugar será un antiguo convento franciscano en Cantabria, en Santiurde de Toranzo, y el momento, el último fin de semana de septiembre, del viernes 27 al domingo 29. Podéis alojaros en el propio convento o acudir únicamente durante las sesiones. En ese entorno más que idílico, donde otros autores como Somoza ya han llevado a cabo cursos y talleres, los temas que quiero tratar cobrarán un sentido completamente diferente. Creo que puede ser provechoso para cualquiera con interés en esos temas, por supuesto, pero muy en especial para educadores y docentes, para quienes este año quieran trabajar temas relacionados sobre la mujer, o encontrar su propia voz, o buscar caminos nuevos en literatura y en otras artes. Para artistas y escritores que busquen referencias y estímulos. ¿Y de qué, de quiénes quiero hablar? 

Quiero que las mujeres y por supuesto, hombres, que se matriculen en el fin de semana, conozcan a…

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…las buenas y las malas, o a las que así nos han presentado. Eva, Judith, Salomé, María, Lilith… Santas, pecadoras, ejemplos y vergüenza para su pueblo. Y a las…

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…que han sido manipuladas para convertirlas en imágenes de poder y modelos de éxito. ¿Qué hay de cierto en las historias de Cleopatra, Juana de Arco, Teresa de Jesús o Victoria de Inglaterra? Sujetos y objetos de películas, biografías y ficción, ¿qué hay de cierto en esas mujeres fuertes y pioneras?

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Y las escritoras… las que escribieron bajo nombre de hombres, o no publicaron nunca. Las maestras y referentes. Jane Austen, Mary Shelley, las hermanas Brontë, Rosalía de Castro, Sor Juana Ines de la Cruz, Carson McCullers… entre otras. 

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Las hubo que acabaron bien, según nuestros modelos de éxito, Egeria o J.K Rowling, Isak Dinesen o Susan Sontag, y las que acabaron mal, como Sylvia Plath, Virginia Woolf, Anne Sexton o Alfonsina Storni, ¿Por qué unas sí, por qué otras no? ¿Hay relación entre el talento y la locura? ¿Castiga la sociedad a quién tiene voz? ¿Y cómo? 

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Y sobre todo, intentaremos aprender de ellas para comprendernos a nosotras. Comprenderlas a ellas para entendernos; muchas veces estamos perdidas, o vemos a nuestras adolescentes y niñas en un mundo cambiante, con pocas imágenes que nos sirvan para avanzar. Hablaremos del mito de la belleza, de la agresión y de los tabús, y de todo aquello que en estos momentos resulta contradictorio, que es casi todo. ¿Os apetece? ¿Venís?.

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Las fotos fueron tomadas en Madrid, junto al Dolmen de Dalí. Desde 1986 ese monumento único que además de jugar con la gravedad y las sombras homenajea a Gala, la mujer del artista, en su pedestal. La autora de las mismas es Nika Jiménez.

Sostenible

Mi generación creció con una cierta conciencia ecológica: las campañas contra los incendios (Si el bosque se quema, algo tuyo se quema), la incorporación del reciclaje (vidrio primero, luego papel), la reforestación o la limpieza de los espacios naturales nos resultaban familiares: aún así con el tiempo hemos desarrollado una conciencia culpable. Algo, por cierto, muy característico de esta franja de edad, más cómoda cuando aceptamos responsabilidades que cuando marcamos límites. Hemos incorporado la creciente preocupación por la invasión de plástico, el calentamiento global y la contaminación de los océanos, por citar solo las tres últimas tendencias en comunicación ecológica, con la misma angustia y con idéntica impotencia que en la infancia. 

Y sin embargo, muchas cosas han cambiado: si hace un par de décadas el cuidado del planeta parecía relacionarse directamente con la conservación de la naturaleza, en la actualidad son nuestros hábitos de consumo urbanos los que pueden marcar una diferencia. La destrucción del medio ambiente no ocurre lejos, sino que se produce con nuestras elecciones de consumo y el estilo de vida elegido: desde el uso de una toallita desechable al rechazo de las bolsas de supermercado, la educación para la preservación de la Tierra se está llevando a cabo de manera veloz y muchas veces ineficaz. Sobre la marcha y sin un destinatario claro.

¿Cómo generar y beneficiarse de un consumo que no sea devastador, pero que genere ganancias? ¿Cómo proteger nuestro patrimonio de un turismo voraz, ignorante y barato? ¿Cómo puede combinarse una vida contemporánea, en un sistema capitalista aliado con la obsesión española por las apariencias y las muestras de estatus? Los cambios radicales que resultarían imprescindibles no van a darse. No hay tiempo, ni ganas, ni empeño. Mientras gobiernos e instituciones hacen poco, o nada, la presión para que como consumidores sustituyamos aquello que no nos permiten conseguir como ciudadanos aumenta. Hay al menos algo bueno en esta política de ojos cerrados y de profunda hipocresía social: la sensación de que algo está en nuestra mano, de que una elección pequeña (qué comprar, que reciclar, que reutilizar) contribuye a construir o a contaminar. Frente a nuestra pequeñez ante la inmensidad de la destrucción, frente al egoísmo legítimo de vivir de acuerdo a lo que nos han enseñado que es lo correcto tenemos esa libertad: la de comportarnos de la manera más coherente posible, con la certeza de que incurrimos constantemente en contradicciones, y de que el ejemplo y la acción común son muchas veces las semillas de acciones mayores. 

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Ciertos sectores se encuentran bajo sospecha de manera habitual: los libros y la prensa, que han pasado a imprimirse en papel reciclable, y que conviven con el invisible formato digital. La moda y el calzado, con la descentralización, los tintes, el sistema de producción, los bajos salarios y la materia prima. No son las empresas más contaminantes, pero carecen del peso de otras, o sencillamente, concitan más interés que los grandes monstruos transversales e intocables. La alimentación genera también fricciones y conflictos. Ecológica u orgánica, de proximidad, de temporada o, por desgracia, la más barata. La vida sostenible resulta, en ocasiones, un privilegio. Una dictadura más, que, con una innegable buena causa, arroja un peso mayor sobre quienes menos deberían llevarlo. Se acercan tiempos interesantes: intentemos mantener una cierta cordura orientada hacia la dirección correcta. 

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Llevo una túnica de la colección Committed by Mango; Commited es la apuesta de la marca por crear una moda más sostenible, con una estética atemporal y modelos como Vivien Solari que no obedecen en la tendencia de extrema juventud habitual. Algodón reciclado y ligero que encaja bien con el bolso de rafia en apariencia delicado pero de una resistencia mayor que la sospechada. Llevo unos pendientes dorados con una concha, también de Mango.  A su vez, las cuñas verdes son de factura española, de Kanna, una marca que conocí como Embajadora del Yute de Caravaca. Todos sus procesos de fabricación, y en el caso del calzado, son muchos, se llevan a cabo de manera local, y con artesanos de la zona que dominan el punto de ojal, clave para estas cuñas inspiradas en las alpargatas.  

Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez

 

Color y cristal

No son muchas las oportunidades que tenemos los escritores ante las cámaras, fuera de las entrevistas o de los momentos de promoción, e incluso entonces cada vez son menos los espacios y los programas que dedican un hueco a libros y a autores.

Quienes por su profesión como periodistas, o su vocación política encuentran divertido participar en debates, o quienes resultan atractivos por sus ideas o su manera de debatir pueden ocupar un espacio en tertulias; fuera de eso, bien por las características de la televisión, bien por las de los escritores, hay poco donde acudir. 

Desde luego, están las adaptaciones de las obras, o la posibilidad de trabajar en guiones. Pero el mundo de color y de cristal de la tele, inmediato, donde de lo hoy quedó ya viejo, y donde desde el momento en el que se pone el pie en la cadena es la idea de espectáculo lo que prima resulta muchas veces reñido con la palabra, con el reposo mayor de quien escribe o incluso con la rapidez de reacción. Quizás no debería ser así, pero la realidad indica que así está siendo. 

Por eso valoro tanto que los últimos programas de televisión en los que participo hayan demostrado que otra manera de trabajar y de plantear un espacio diferente es posible. A Partir de Hoy, el programa que durante el verano ha emitido RTVE de 12:20h a 13:30h, ha aportado entrevistas, repasos históricos de la tele, temas amables, y una conversación entre colaboradores cortés y extraordinaria por su rareza. Todo es precario en la tele, todo es provisional. Pero ojalá en ese caso venciera la calma y el programa perdure más allá del verano. Todo el equipo, y en especial el presentador, Máximo Huerta, se lo merecen. 

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Lo que no se ve (ni debe verse) en pantalla es todo aquello que forma parte de los previos del programa. Las reuniones de guión, las pruebas de luces y sonido, el maquillaje, la peluquería, estilismo, sastrería, atrezzo…

Las recomendaciones del vestuario para aparecer en televisión tienen en cuenta los colores y los volúmentes; los estampados menudos y las rayas generan problemas, pendientes, collares, cabello largo o flecos pueden interferir con micrófonos, las petacas de sonido cuelgan de cinturones, sujetadores o fajas improvisadas. 

En mi caso me divierte entrar en esa misma línea de espectáculo, de mostrar algo que no suele tener espacio en el día a día pero que la televisión absorbe sin el menor rubor: colores vivos y alguna prenda llamativa (collar, top, pendientes) que permita centrar la atención del espectador. Para mí es algo completamente diferente a otros espacios: en conferencias, en clases, en presentaciones, es la palabra lo que debe ocupar toda la atención. La televisión, al igual que las redes sociales como Instagram, hablan con la imagen: y es la imagen lo que debe mandar el mensaje. 

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EspidoKoa8El plató simula una terraza al aire libre, con su buganvilla y sus vistas al mar: en los sillones, en una herradura abierta al público, es donde tiene lugar el programa. Reparad en el cambio de color e incluso de volumen que generan la luz y las cámaras de un programa. 

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Y aquí os enseño mi collar un poco más de cerca.

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No creo que haya dudas de que la pieza estrella del look del pasado programa fue el Collar de Flores de KOA Spain, una gargantilla espectacular realizada en diversos materiales, y con unos sépalos de cristales que le aportan brillos. Puede ajustarse con la correa de cuero regulable; en este caso decidí llevarla muy alta, en parte por estética, en parte para no interferir con los micrófonos. No resulta incómoda porque los pétalos transparentes son flexibles, También puede lucirse como un collar convencional. Podéis comprarla aquí.

KOA es una marca muy especial, la unión entre la mirada exuberante y el exceso brasileño, y el diseño español. Su creadora, Nebai Capelastegui, se formó en el IED de Milán, valorado como uno de los veinticinco mejores centros para estudiar Moda y Diseño del mundo, y que me es particularmente querido porque he sido profesora de oratoria y expresión escrita en su sede de Madrid. La apuesta de esta diseñadora une el mimo artesanal a una femineidad diferente y libre, y le deseo un brillante futuro. Si continúa así, sin duda lo tendrá. 

Las fotos fueron tomadas en Prado del Rey por Nika Jiménez.

Madrid en agosto

Se dice que fue Francisco Silvela, Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de la Gobernación y notable intelectual de finales del siglo XIX el que acuñó la frase: Madrid, en agosto, con dinero y sin familia, Baden-Baden. No sabemos qué opinaría de ello su mujer, Amalia Loring, ni sus hijos, pero no debía ser el único que pensara así, porque la frase ha llegado hasta hoy. 

Cosas por hacer en Madrid hay siempre; pese a ser una ciudad que prefiere perseguir el futuro, por escurridizo que sea, a dotar de dignidad el pasado, como le ocurre a muchas capitales, aún quedan un puñado de comercios centenarios (por cierto, me desconcierta mucho la actual campaña de publicidad que intenta darlos a conocer… sin mencionar el nombre de la tienda ni su ubicación). Y perduran muchas huellas castizas, incluso tradicionales, de una ciudad que siempre se ha le quedado pequeña a quienes la habitan. 

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Uno de ellos que visito y en el que compro a menudo es la Droguería Manuel Riesgo, que abrió como herboristería en 1866 y en la que desde 1926 se puede encontrar todo tipo de materiales químicos, muchos de ellos usados en Bellas Artes. Su tienda de la calle Desengaño conserva el mostrador de madera y los cajones con nombres exóticos, el suelo  de mosaico y el escaparate abombado. Sirven también online, pero claro, no es lo mismo. Sus dependientes son amabilísimos, y saben asesorar en temas tan variados como la fabricación de jabones o cosmética, el mejor producto para acabar con una plaga o cómo cuidar y restaurar los muebles de madera. 

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En un momento en que los cines cierran y sus impresionantes locales pertenecen a multinacionales o, en el mejor de los casos, programan  musicales de éxito probado, agosto no es mal momento para refugiarse del calor en las salas de los que perduran: se encontrarán casi en solitario. Si echan de menos las multitudes, las encontrarán en los cines de verano: en la comunidad, la oferta puede consultarse aquí

Si quieren venir al centro, la oferta se diversifica. Por ejemplo, el Palacio de Cibeles, con su cúpula bajo las estrellas, albergará no solo cine, sino también celebraciones temáticas asociadas a las películas en Cibeles de Cine hasta el 12 de septiembre. Además, si no quieren cumplir al pie de la letra el «sin familia», hay actividades para niños y mayores. El más popular cine al aire libre del Parque de la Bombilla también abre este año. Toda la información sobre el resto de los cines de verano está aquí. Yo aprovecho estos días para ver los estrenos que se me escaparon durante el año, o para entregarme a algunos clásicos en pantalla grande, uno de los lujos que nos hemos dejado por el camino de la programación individualizada. 

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Si  quieren pasar por el Museo Chicote, por eso del agasajo postinero con la crema de la intelectualidad, háganlo mejor cuando cae la tarde. Eso no lo indica el chotis de Agustín Lara, pero ya saben que él lo escribió sin conocer Madrid, de manera que no se fíen. No les garantizo que se encuentran con la intelectualidad, pero el lugar es una delicia, saben la medida exacta de los cócteles, y conserva un pedazo de historia de la ciudad, de la cual solo parte se narra en Arde Madrid. Para hacer tiempo hasta entonces, la Gran Vía ofrece una cara bonita recién restaurada, y desde Chicote se puede seguir la huella de Hemingway (más bien, de la estancia de Hemingway en 1937 y 1938) y de Martha Gellhorn hasta el Tryp Gran Vía y el desaparecido Hotel Florida… aunque de eso hablaremos en otra ocasión.  

Hoy recomiendo tomar algo en otra bonita terraza antes de llegar a Callao, la del hotel Hyatt Centric Gran Vía Madrid: la Diana Cazadora que la protege la convierte en una parada obligatoria para quienes buscamos rastros de un Madrid Mitológico, pero hay otro recordatorio del pasado: la viga atravesada por un obús que buscaba alcanzar el cercano Edificio Telefónica durante la Guerra Civil, y que ha sido conservada e intervenida tras la última restauración del hotel. No será la copa más barata del verano, («con dinero, Baden-Baden») pero las vistas y la ocasión merecen la pena. Disfruten, hagan de este agosto un mes muy largo, muy lento, inolvidable.

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 El vestido de lino es de Mango, y puede comprarse aquí. El bolso de bambú, inspirado en las cestas de picnic japonesas tradicionales que se usan durante el Hanami, es de Salvador Bachiller. Los pendientes de perlas podéis encontrarlos aquí, en Tatiana Riego. Las fotos fueron sacadas por Nika Jiménez durante un paseo por Madrid

Hacer, no hacer.

Durante los últimos meses he trabajado de nuevo las historias del siglo XIX y comienzos del XX; un periodo dorado para la novela en Europa, con personalidades y estilos poderosos y en una sociedad demasiado compleja como para definirla en un par de páginas. 

Las más antiguas de esas novelas hablan, sobre todo, de la acción como una manera de solventar los problemas: historias de héroes en todas sus variantes, figuras históricas, héroes contemporáneos, heroínas que buscan su espacio y su voz, niños que son empujados al mundo de los adultos mucho antes de lo que deberían… hacer, iniciar, construir, los valores preciados en una época de revoluciones y de afirmación de la identidad, primero, y de conquistas y de avances tecnológicos después. 

Sin embargo, según avanza el siglo el héroe cambia: el novelista vacila. La inacción, la duda, hasta entonces reservada a los personajes secundarios, los malvados, o las mujeres se apropia del personaje principal. La parálisis de Ana Ozores o de Emma Bovary salta a Raskolnikov. Mucho más reales, menos estruendosos, los personajes parecen padecer una epidemia hamletiana. Dudan, cuestionan su espacio y su papel, sus razones. 

Frente a la seguridad del hacer se impone la sabiduría del no hacer. 

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Ha transcurrido más de un siglo y la no acción ha vertebrado desde la lucha política a la terapia psicológica. La novela contemporánea copia de manera casi literal las tramas del XIX, pero aligeradas de su complejidad. El lector escoge la literatura como una manera de no hacer, el autor como una forma decidida de acción. Cuando permanecemos inmóviles son otros (personajes de novela, de series o películas, la actualidad y las noticias) los que se mueven por nosotros.

Atrapados en la obligación de hacer constantemente, de producir, de un movimiento que demuestre que somos útiles, no hacer supone una sutil manera de rebelión. Como todas las rebeliones, supone un esfuerzo. La mente galopa, el cuerpo se resiente, todo nos grita que el tiempo se pierde si no está bien empleado. No hay tiempo para nada. 

No hacer, la inmovilidad, el disfrute del momento se confunde con el aburrimiento, con la vejez, con la inutilidad. Sin embargo, nada aparentemente tan sencillo cuesta tanto esfuerzo. Todas las flores parecen la misma. Todos los ruidos se funden en un rumor. Todas las palabras provocan el ruido. La acción ya no se encuentra fuera, como en las aventuras decimonónicas, sino dentro, y el héroe lucha con su propio enemigo en el espejo.El silencio ha dejado de ser sinónimo de paz: ahora lo es de una comunicación constante con la tecnología y un discurso interior imparable. 

Pero a veces sí. A veces, por esfuerzo o azar, el tiempo se convierte en un aliado, la naturaleza en un abrazo, el no hacer en una calma infinita. 

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Las fotos fueron sacadas por Nika Jiménez durante el viaje EPV Kenia que organizo con Viajes el País y B the travel Brand. El vestido azul, con la espalda al descubierto y estampado de flores blanca es de Wild Pony, Lo acompaño de unas sandalias troqueladas de Pikolinos, y de un bolso cofre de rafia, de Mango, mucho más resistente de lo que parece, por cierto. 

Y todo el suelo se encontraba cubierto de flores de frangipani, y todo el aire de su aroma…

El Premio Cervantes e Ida Vitale

Había leído muy poco de la obra de Ida Vitale, la prestigiosa autora uruguaya que ha sido premiada con el Cervantes 2018, y ese poco  a raíz de su premio Reina Sofía 2015. Los premios que se otorgan a toda una vida reconocen una labor que a menudo no tiene que ver con el éxito comercial ni la visibilidad en librerías. 

Ida escribe poemas breves, metaliterarios, esencialistas. Estos días muchas personas han leído algunos de ellos, han sabido de su relación con Onetti o con Octavio Paz. El más celebrado ha sido Fortuna, en el que habla del recorrido de la mujer. Podéis leer un puñado de ellos aquí. Yo me quedaría con estos versos de «Mes de Mayo»: 

Escribo, escribo, escribo
y no conduzco a nada, a nadie.

Sea como sea, la lectura de los poemas de Ida Vitale me ha parecido conmovedora, pero más que el mensaje literario y el ejemplo que esta señora menuda, casi centenaria, transmitió en su discurso de aceptación del Premio. Una defensa de la belleza y el poder del lenguaje. Rara, muy rara, su espontaneidad, la de una poeta que se ríe de sí misma y de los otros poetas y de la carrera literaria, incluso. Hace unos años afirmaba «Es elegante decir que los premios no significan nada, pero… ¡Caramba!» 

Como todos los años el 24 de abril coincidimos escritores, antiguos premiados, académicos, críticos, editores e intelectuales bajo la hospitalidad de los Reyes en el Palacio Real para celebrar la vida y obra del premiado. A menudo será la única ocasión que tengamos para conocerlo, por mala suerte, edad o circunstancias. Ha sido un honor coincidir con esta autora extraordinaria, y será un dilatado placer en el tiempo adentrarse en su obra. Porque, como ella dice, «Las palabras son nómadas, y la mala poesía las vuelve sedentarias». 

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Para la comida en el Palacio Real, me decanté por los mismos nombres que para el premio De Pura Cepa. María Barros, que con su rostro angelical y su exquisito gusto podría pasar por una Chanel joven, firma el vestido azul Klein, drapeado y con volúmenes. Los zapatos fueron mis preciosos Magrit de raso rojo, con cristal Swarovski. Se empaparon al llegar al Palacio (de hecho, me metí en un charco hasta el tobillo), pero han superado cosas peores y siguen como el día de su estreno. De Rita Zaid, cuya historia de origen y creatividad os conté en el anterior post y que podéis leer aquí llevé un clutch espectacular en piel dorada, con aplique de granate. Las fotos son de Nika Jiménez.