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Puro Teatro

Antes de que se convirtieran en lo que ahora son, los Carnavales exponían en público lo que durante el resto del año quedaba para ojo privado: hombres vestidos de mujeres, pobres vestidos de ricos, ricos que salían a las calles para mezclarse con el populacho que evitaban a diario. Era un teatro público de improvisación constante, y unos días que servían para que, atracados de comida y bebida, de desorden y fiesta, se soportaran los yugos impuestos por un poco más de tiempo. Cumplieron esa función de manera eficiente durante años, y, en cierta medida, lo siguen haciendo. 

Comenzaba después la Cuaresma, y eso significaba que todo otro desahogo pasaba a la zona oscura de la sociedad. Los excesos ocurrían en los cabarets de cortinas de terciopelo, en las horas de la noche, bajo secretos, con claves de entrada y en el borde mismo de la delincuencia. Una vida miserable, muchas veces, pero tanto más idealizada cuanto más estricta y más puritana fuera la sociedad que la rodeaba. Más denigrada, también. 

De la misma manera en que cada Carnaval contaba con su manera de divertirse (el erotismo, la sátira, el ocultamiento de identidad, la realidad esterizada) también cada país contaba con una manera diferente de dar salida a sus carencias: a veces los cabarets eran lugares para reírse de la diferencia de sexos, y otra, para parodiar a los poderosos. En otros sitios se bebía, sobre todo, en algunos las mujeres no podían entrar y en otros suponían la atracción principal. El teatro, con su telón y sus papeles, ha cumplido con todo lo que de él se esperaba. Crítica y reflexión, tragedia y comedia, y un constante convertirse en otro. En otra. En otros. 

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El vestido de Anonyme Designers es el Serena Long Dress, que pronto repondrán. De momento, tenéis este otro modelo muy similar, pero corto. Los zapatos son de Paco Gil. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en el piso superior de la Sala Equis.

Sin prisa

Quería hoy hablaros de los temas en los que pienso durante los últimas semanas: el ritmo y la prisa, sobre todo. Paradójicamente, estos días es la prisa la que me puede, y me limitaré a algunos apuntes: cómo un paso de cebra es la metáfora diaria y cotidiana de que debemos mirar antes de cualquier decisión sea tomada. Cómo los muros de ladrillo solo nos protegen hasta que nos atrapan, y es entonces cuando conviene atravesarlos, derruirlos o derribarlos. 

Quería hoy hablar de cómo para engañar al invierno basta vestirse un poco de verano, y cómo el amarillo, con su cuchillo de claridad, lo ilumina todo. De esa frase tan veraz de Leonard Cohen que indica: Hay una grieta en todo: así es como entra la luz

Quería hablar de la belleza de la geometría (las rayas, los cuadros, las líneas apiladas, los triángulos) y de cómo calma ese orden en un mundo caótico. Quería tratar muchas cosas, hoy, pero será otro día; un libro espera, con su exigente aliento sobre la nuca. Otro día vendrá, otros momentos para hablar y leer. Sin prisa. 

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Las prendas de ropa que llevo hoy son de Mango, tanto la falda azul de estampado sedoso, como el top negro de terciopelo y encaje y la americana. Los pendientes y el colgante geométrico de plata y cristal son de la talentosa joyera Vickowski, Los salones con estampado de limones son de Paco Gil. El bolso es vintage, Las fotos las tomó Nika Jiménez en Madrid.

Un día cualquiera

Hoy es un día cualquiera, un día corriente, un día que acabará con el cansancio de siempre, no más, no menos. No te enamorarás, no te mudarás, no te despedirán, no perderás a nadie, no habrá necesidad de tomar decisiones importantes, aunque cada pequeño problema parezca enorme y relevante y provoque tensiones y pausas y dudas. Nada destacará este día del de ayer, nada del de mañana.

Saldrá el sol, y no te gustará, y se pondrá, y tampoco, pero a lo largo del día habrá un momento de temperatura perfecta, un café, un segundo para cerrar los ojos y sentirse bien. Un dolor de cabeza, o de estómago, una punzada de ansiedad, la anticipación de un miedo que no está, pero se anuncia.
Hoy es un día cualquiera que se une a esos que desconciertan por lo rápido que pasan, porque se haya dejado atrás la semana, un mes, un año. Es un día como tantos, martes, jueves, uno de comida corriente y cena tardía.
Y esto es, al fin y al cabo, la vida. De esto se compone la felicidad pequeña, la cotidiana; de que las líneas no se tuerzan demasiado, de que no nos arrojen encima más de lo que podemos soportar; deque haya una ilusión y una esperanza en el horizonte, no mañana, no pasado, pero por ahí, en algún lugar del futuro.

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El pantalón envolvente verde que determina el look es de Mango y puede comprarse aquí. Los salones de aire clásico son de Paco Gil. La camisa de rayas es un básico que esta temporada encontrareis en casi todas las marcas con ligeras variaciones de diseños. El bolsito triangular de brocado lleva muchos años en mi armario, como un viejo amigo. Las fotos las sacó Nika Jiménez.

Colores elegidos

La naturaleza no cuenta con colores adecuados o prohibidos: el más abundante, el azul, en el cielo y en el agua, resulta escaso en flores o frutos. El verde cubre campos que se convertirán en dorados y ocres, y los púrpuras aparecen en el brezo, las flores de la digital y la buganvilla.

Sin embargo, desde el inicio de la sociedad humana el color se convirtió en un patrimonio de clase: los tejidos para el pueblo llano se teñían con los tintes más baratos, pardos y verdes, que eran, además de fáciles de obtener de cortezas y hierbas, sufridos y fáciles de mantener.  Determinados tejidos con hilos de oro, los rojos intensos, o los violetas quedaban reservados, por ley y por precio, a las clases dirigentes o al emperador.

Resulta curiosamente democrático el que el color escogido este año por Pantone sea el Ultraviolet 18-3838. En tiempos recientes lo asocian a la imaginación, la modernidad y la brillantez. En otro momentos era un color carísimo, que se extraía de las conchas que se recogían en lugares concretos del Mediterráneo: las vulgares cañaíllas que comemos con gusto escondían la púrpura de Tiro, el tinte más caro de la historia, reservado a quienes regían el destino del imperio romano. Incluso cuando se descubrió la anilina, por puro azar, por cierto, y por lo tanto, se abarató significativamente ese tinte, las emperatrices con más influencia del momento, Eugenia de Montijo y Sissi de Austria, que competían en belleza, retomaron el violeta como color de moda, ya teñido con una sustancia sintética.

La última zarina rusa, de la que hablo en Llamadme Alejandra, cosechó todo tipo de críticas por tapizar su gabinete privado con metros y metros de tela en este color. Alejandra, que no atinaba nunca del todo con la moda del momento, fue percibida como anticuada y aburguesada: el violeta había tenido su momento treinta años antes.

Y este año, en el que el feminismo ha gritado alto y al unísono, en el que el color que lo representa ha sido nombrado color del año. El violeta relegado a los nazarenos, al alivio de luto y a la curia eclesiástica regresa a las calles para tomarlas.

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La camisa de lino negro y el pantalón violeta de talle alto son de Mango. Prendas anchas, pero bien estructuradas, que favorecen mucho más de lo que a priori parecería. Podéis encontrar el bolso de charol y terciopelo, con la banda dorada, en Agudiza el ingenio, una marca español que mezcla acción y comunicación. El que yo llevo se llama Afrochic Jirafa Azul. Y los salones negros, con su original estampado de limones, es de mi querido Paco Gil, cuya fantástica colección podéis ver aquí. Las fotos fueron tomadas en Frutas Nieves, en General Díaz Porlier, Madrid, por Nika Jiménez.