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Melocotones Helados.

Planeta, 1999.

Entrevistas:

Una tarde con Espido.

La mirada de Espido Freire
muestra la ilusión de un recién
estrenado premio literario. Esta
escritora de sólo 25 años, poseedora del
último Planeta, mira al mundo dejando
tras de sí el rastro inconfundible de una
tinta muy personal. Su buena pluma le
ha llevado a la cumbre de la literatura
actual en este país.
Decidida, constante y segura de sí misma, Espido
Freire ha comenzado su andadura
por el mundo de las letras con
un exquisito bocado de Melocotones Helados

por Inma Roiz,

Sus pasos ya no recorren con la misma asiduidad las calles de Llodio, su localidad natal, en la provincia de Álava. Una estrepitosa actividad de presentaciones, conferencias y entrevistas aquí y allá llenan su agenda y, sin embargo, Espido Freire afirma que no ha cambiado su manera de ver la realidad, de plantearse la vida, «aunque sí mi rutina diaria. Soy una persona bastante dinámica, me encantan los cambios, me adapto bien a ellos, de modo que estoy disfrutando también con todo esto».

Melocotones helados es su tercera novela, una historia de amores, intrigas, sentimientos encontrados y recuerdos de un pasado no muy lejano. En marzo de 1998 publicó su primer libro, Irlanda, un relato que hoy ya se puede leer en francés y en breve estará también traducido al alemán. Su segunda obra, Donde siempre es Octubre, vio la luz hace ahora un año. «Este es el momento en que me preguntan: y el próximo libro, ¿para cuándo?», comenta risueña y añade «ya llegará el tiempo».
Sin embargo, no tardará en asomar un nuevo proyecto literario. Las historias que tiene que contar son muchas y siempre hay un hueco para seguir creando. Así lo afirma la propia autora, que continúa trabajando en lo que más le gusta. «Otra cosa es que no le pueda dedicar ni el tiempo ni la intensidad habitual, pero continúo escribiendo, tomando notas.» Simultanea proyectos sin dificultad y asegura que nunca abandona el proceso de creación de un libro, «aprovecho los momentos en que no me llega la inspiración para retomar textos y hacer correcciones».

Actualmente, además de estar trabajando en dos novelas a la vez, también tiene entre manos el guión de una serie infantil de dibujos animados. «Es la primera vez que me acerco al mundo de los guiones y, aunque me hace sudar, estoy muy ilusionada.»

Sin dejar de hablar de sus muchos proyectos, Espido Freire hace una mención especial a su próximo ensayo sobre la pasión amorosa, «en él pretendo tratar el proceso mediante el cual un amor se convierte en inolvidable, qué componentes emocionales, también de voluntad y novelescos, nos montamos para que el primer amor se convierta en una pasión amorosa». Aunque afirma estar todavía atando cabos sobre este tema, reconoce que los estudios psicológicos tienen una gran importancia para el escritor, y es que, «si logramos entender los mecanismos mediante los cuales los hombres y las mujeres explican el mundo, qué condicionantes sociales, históricos y familiares les han conducido a comportarse de una determinada manera ante las relaciones emocionales, es un gran paso. Ahora mismo, una de las teorías psicológicas que está en boga en Estados Unidos es la del lugar que ocupa cada persona dentro del núcleo familiar, en cuanto a la relación con sus hermanos», explica la autora.

Reacia a la idea de que exista una literatura específicamente femenina, no duda en reconocer que los personajes femeninos de sus libros tienen una fuerza que no tienen los masculinos. «Creo que durante mucho tiempo los autores han centrado los personajes femeninos en la idea de la mujer como objeto o como sujeto de pasión y me parece que esta visión cambia cuando somos las mujeres las que escribimos. De la misma manera que la idea de la maternidad o la reivindicación de la sexualidad interesa sobre todo a las mujeres.»

Se define a sí misma autoritaria, lo suficiente como para saber que no le gustaría trabajar bajo las órdenes de nadie, «siempre he pensado que debería dedicarme a algo que me permitiera no tener un jefe, levantarme tarde y, sobre todo, que me gustase». Hace ya mucho tiempo que sintió la necesidad de escribir, con siete u ocho años comenzó a crear historias. Una afición que pronto se convirtió en la pasión de su vida y, es que, Espido Freire afirma poseer una incapacidad notoria para dedicarse a algo que no le gusta. Ahora sabe bien a lo que quiere dedicar su esfuerzo. «La única labor que yo puedo cumplir desde un punto de vista social es la de contar historias del mejor modo posible y que las personas que lean ese libro, sin tratar de denunciar o de impartir ninguna moraleja, se vean sacudidas por la injusticia.»

«Existen muchos modos de matar a una persona y escapar sin culpa… Hubiera sido inútil buscar culpables.» Estas dos frases abren y cierran una peculiar historia llena de sentimiento, de misterio, de vidas humanas; un relato en el que «todos los personajes son Melocotones helados, que notan la presencia de la pasión pero que la rodean de olvido involuntario»,afirma la autora.

Sin una referencia local determinada y con una estructura literaria poco habitual, los Melocotones helados de Espido Freire representan el camino no tomado, «esa opción desestimada sobre la que se recrea unos años más tarde». Amante del misterio, esta joven creadora de historias asegura que es importante que la lectora o el lector conozca más datos que los que conocen los personajes, «aunque es una situación de ventaja muy cruel dada la sensación de impotencia que crea». Con una estructura narrativa muy particular y cuidada, y sin una referencia local o geográfica determinada, «siempre he creído que atan al autor», Espido Freire ha descrito lo que podría ser cualquier ciudad y persona en cualquier parte del mundo, todo ello rodeado de intrigas. Afirma sentirse atraída por la literatura de terror, «es un género muy difícil de escribir y del que existen pocas referencias en España». Su última novela no carece de esa pequeña dosis de misterio y es que Espido Freire ha realizado ya alguna incursión en este mundo de intrigas y misterios. «En una ocasión comencé a escribir una novela de terror, sobre vampiros, pero la abandoné porque no me sentía del todo cómoda», añade con una amplia sonrisa que delata que éste no será su único intento.

Observadora y directa, Espido Freire asegura que los recorridos en el tren de cercanías que le llevaban a la Universidad en Bilbao han sido el entorno de muchas de sus historias, «llegaba a la estación con las ideas en la cabeza y cuando me sentaba empezaba a escribir. Una vez en casa lo pasaba a ordenador, en ocasiones capítulos enteros». Secuencias cotidianas han tomado vida en sus personajes, «detalles que se ven en la calle e incluso conversaciones de otros viajeros».

Las letras han acompañado a Espido Freire a lo largo de su vida, pero asegura que «las horas de estar mirando a las musarañas son las de auténtico trabajo. El periodo de redacción es muy breve, entre uno y dos meses, en el que me limito a plasmar y dar forma a lo que está en mi mente y en las notas»> explica. Después, sólo es cuestión de tiempo, un año más o menos, en el que deja reposar la obra para corregirla y realizar los cambios necesarios. Durante estos meses algunas personas elegidas tienen la oportunidad de conocer la que será su próxima novela, «les envío el manuscrito acompañado de un bolígrafo rojo para que señalen lo que consideren, pero luego no les hago mucho caso», asegura riéndose.

Escribe de noche o de día, cualquier momento es bueno para plasmar en una hoja o una pantalla las últimas hazañas de sus personajes. Asegura que ha cambiado mucho su forma de escribir desde aquellos primeros cuentos y relatos que ella misma reconoce como «muy místicos y simbólicos. Se cambia constantemente, sobre todo, en cuanto a percepción de la realidad y, con el tiempo, he llegado a un estilo mucho más límpido».

La maestra de la eternidad, de Ana Martos, es el libro que estos días ocupa su mesilla de noche. Lectora antes que escritora, esta joven autora afirma que es necesario leer mucho y muy variado, «creo que hay que leer de todo: tratados, ensayos, historia, periódicos, filosofía y todo aquello que nos ayude a entender la vida». Amante de la poesía épica, sin embargo, Espido Freire asegura que de momento está centrada en la prosa, «todo el mundo ha escrito poesía alguna vez en la vida, yo lo hice durante mi adolescencia».

Hoy ya es conocida por su trabajo literario, pero hubo una época en que también era conocida en el mundo de la ópera. Considerada niña prodigio en música, acompañó a José Carreras en una de sus giras y, sin embargo, abandonó el mundo operístico a los 18 años para comenzar a estudiar Derecho en la Universidad. Aquello sólo duró un año, finalmente se decantó por la Filología Inglesa. «Siempre me ha gustado la música, pero no con la pasión con la que vivo la literatura.»

Encajar, una a una, las piezas de un puzzle, el cine, la pintura o la jardinería sólo son algunas de sus aficiones, «siempre que quede un rato para sentarse a charlar con los amigos». Para Espido Freire el tiempo hay que encontrarlo, sobre todo cuando se trata de hacer lo que a una más le gusta, que en este caso es escribir historias, «como cualquier persona devorada por una pasión, encuentras el momento y el espacio para plasmar tu obra. La literatura ha sido siempre mi pasión».

Revista Nosotras, Febrero-Marzo 2000