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Nuevos propósitos, hoja en blanco

En realidad, pensaba dedicar este texto  de Año Nuevo a algo mucho más metafórico, a una página en blanco, pero dado que en mi cuenta de Instagram me habeis pedido hace unos días que me extienda más sobre cómo organizo mis propósitos, éste es un espacio idóneo para ello: una charla entre amigos en la que os cuento qué me funciona y cómo lo planifico. 

Todo comenzó hace ya años; había obtenido muchos de mis sueños de adolescente, pero mi técnica habitual (pasión, cabezonería y atención intermitente) no bastaban para conseguir otros. Mes tras mes, verano tras verano, propósitos que me gustaban, me convenían o necesitaba para avanzar se me escurrían. Como creadora, como autónoma y por mi carácter necesitaba una buena planificación vital y laboral. ¿Cómo podía mejorar aquello? Desde entonces he refinado una técnica útil que me encantaría que os sirviera como apoyo. 

Necesitais algo de tiempo, seriedad, y ponerlo por escrito. Una libreta, un archivo de ordenador, una pared con post-its… algo que puedas revisar y modificar. A mí me basta una sencilla tabla de Word o Excel  en la que añado, borro y marco en colores mis objetivos, pero podéis ser todo lo creativos que queráis. Comenzamos

A- Analiza tu carácter.
-Distingue cómo te gustaría ser y cómo te han dicho toda la vida que eres de cómo realmente eres hoy en día. Sé sincero y objetivo.

-Diferencia tu carácter de tus hábitos. Puedes cambiar y adaptar qué haces, pero resulta muy difícil modificar tu carácter.

-Yo, p.e. soy creativa y curiosa, y tengo mucha energía al inicio de algo nuevo. También pierdo interés rápidamente, abro demasiados frentes y prefiero trabajar sola. Los propósitos que encajen con mi carácter me resultarán más sencillos y gratificantes. Los que desafíen mi forma de ser requerirán más esfuerzo y supervisión. Tengo claro que decirme A partir de ahora todos los dias haré X (algo que no me gusta pero me conviene) está condenado al fracaso.

B.- Haz tu listado. 

-¿Qué quieres conseguir este año? No hay límite de propósitos, pero te animo a que sean numerosos, concretos y precisos. Yo me he fijado hace tiempo 50 al año, más o menos uno por semana, porque es un número redondo, ambicioso, y me aburro si no tengo algo que hacer, pero fija los que te apetezcan. 

-Numerosos: los propósitos muy vagos no suelen cumplirse. Si tienes uno general como Quiero mejorar mi autoestima, dedícale un poco más de esfuerzo y piensa qué te ayudará a ello. ¿Decirte cada día algo bonito? ¿Perder un exceso de peso? ¿Retomar tus estudios universitarios? Eso divide el propósito en tres más sencillos de abordar y de desmenuzar.

Concretos– Divídelos en áreas. Así puedes ver a qué dedicas demasiada atención o muy poca, y cubrir aspectos distintos. Las áreas principales de la vida son: 

Salud, economía, mente, espíritu, profesión, familia y social. 

Quienes conozcáis el fengshui quizás las dividáis en 9: 

Salud y familia, riqueza y prosperidad, reconocimiento y fama, relaciones y amor, hijos y creatividad, amigos, protectores y viajes, trabajo y carrera, saber y conocimiento y equilibrio.

Yo lo hago en: Salud física, salud mental, proyectos profesionales, literarios, económicos, emocionales, casa, y otros. Otros es mi cajón de sastre, caprichos, o propósitos que no sé muy bien dónde encajan.

Precisos– Define bien qué deseas, y elabora un pequeño plan de acción. Con cada propósito, plantéate cómo lo vas a hacer y quién puede ayudarte. 

P. e: dentro de Saber y conocimiento, puedes plantearte iniciar algo nuevo, como un curso de cocina japonesa. Define los pasos: 

-Busco el curso. Comparo precios. Me matriculo. Hablo con alguien para que recoja a los niños todos los martes. 

-C.- Sé realista. 

-Si has llegado hasta aquí asomarán otros conceptos que te habrán impedido hasta ahora conseguir esos propósitos, además de tu carácter: el tiempo y el dinero. Inclúyelos en tu lista. 

Decirte algo bonito todos los días es rápido y gratis; se trata de modificar un hábito. 

Perder peso supone más reflexión. No es lo mismo perder 3 kilos que 20, hacerlo por primera vez que acumular un historial de oscilaciones, o haber pasado por un trastorno de la alimentación. Si uno de tus propósitos afecta a tu salud, una adicción, una enfermedad mental, o una alteración radical de tu vida, deberías pedir ayuda profesional, y eso supone dedicarle tiempo, y quizás dinero. También demanda energía y esfuerzo, y deberías darle prioridad. A su vez, muchos de los otros propósitos podrían girar en torno a él y ayudarte a conseguirlo: un curso de cocina saludable, salir a caminar, alejarte de ciertas amistades, desayunar siempre en casa… 

Retomar tus estudios universitarios implica a su vez un gran cambio vital. Mide qué tiempo te supondría y a qué deberás renunciar, si tendrás apoyo en tu entorno o debes enfrentarte a ello solo, si puedes pedir una beca…  Como el propósito anterior, no es algo que se consiga de un día para otro, pero los efectos sobre lo que persigue (mejorar tu autoestima) son permanentes y la recompensa será muy grande. 

Fragmenta aquello que te queda grande: conseguir algo de lo que te propones es más eficaz que una mentalidad en blanco y negro (si no puedo conseguirlo todo, ni lo intento). P. e, yo ardía en deseos de reformar toda mi casa, pero me exigiría demasiado tiempo y dinero, buscar un alquiler, mover a las gatitas… por lo tanto, estoy abordando poco a poco el cambio. Sustituir un armario y pintar una habitación es menos emocionante, pero resulta más sensato, asequible y me permitirá, con tiempo, el mismo resultado. Además, me ayuda a educar la constancia y la paciencia, dos de mis puntos débiles. 

Alterna proyectos a corto, medio y largo plazo. Algunos, como un viaje, se consiguen de una vez. Otros, como los buenos hábitos, requieren de mayor disciplina. Hay personas más decididas o más constantes, otras que preferís planificar mucho y os cuesta la acción y otras más impulsivas que actuáis sin pensar en las consecuencias. Es una buena idea que alternes proyectos más afines a ti y otros que te requieran más sacrificio. 

D.- Revisa y supervisa.

Una vez que tengas listados y planificados tus propósitos, revísalos de manera regular. Yo suelo hacerlo cada semana, porque eso corrige mi falta de constancia. Planifico y tacho lo que he logrado en cada objetivo, lo siento en mi mano, marco plazos…

Por ejemplo, en temas de ahorro: si te propones ahorrar al menos 20 euros al mes, mara cada día 1 cuánto has metido en la hucha. Enero, 20 euros. Febrero, 25. Marzo, gané la bonoloto, 100. O si quieres dejar de fumar, en enero voy al médico y abandono el hábito. Febrero, sigo con los parches de nicotina. Marzo, continúo sin fumar…

Esos plazos son importantes, porque el tiempo se escapa muy rápidamente, y hay mil excusas para retrasar lo que no nos gratifica inmediatamente. También me permite ver si no he sido realista cuando los he planteado, o si he perdido interés en uno de ellos. 

Por norma general, en mi cumpleaños, en julio, compruebo a fondo qué tal voy, si algunos propósitos se han cumplido ya, o si van a ser imposibles ese año. O, sencillamente, si ya no lo deseo. Reformulo la lista ligeramente y sigo. 

E.- Trucos que a veces funcionan (y otras no).

-Al principio marcaba en rojo, amarillo y verde la prioridad de mis propósitos. Con el tiempo, he comprobado que se ordenan solos. Ahora comienzo a pensar en ellos en noviembre, y hago el listado poco a poco. A veces me faltan dos o tres a 1 de enero, pero 47 propósitos son tan buenos como 50. También veo que mantengo muchos propósitos del año anterior, lo cual no es muy excitante, pero me indica que son proyectos sólidos y que deseo mantenerlos. 

-Algunos sistemas aconsejan contarle esos planes a vuestro entorno, para conseguir más refuerzo y no arrepentirse. Valorad vuestro entorno y si tenéis un buen grupo de apoyo en ellos. Para mucha gente funciona que se forme un grupo de deporte, aficiones, salidas, estudios… que os animen y acompañen. A mí nunca me ha sido útil, y me ha resultado muy embarazoso dar explicaciones porque, invariablemente, no lo conseguía. El compromiso debe ser conmigo, y la presión social no me afecta demasiado. 

-Otros recomiendan premiaros cada cierto tiempo si conseguís un objetivo. Yo lo probé con libros y con ropa, pero me di cuenta de que hacía trampa: me buscaba excusas para comprarme ese libro, cumpliera la meta o no, porque de verdad lo necesitaba o porque esa falda se iba a agotar. Ahora, lograr mi objetivo es la recompensa en sí misma. 

-A otros les funciona castigarse si no lo cumplen. Cancelar una salida, o una cena familiar, no comprarse algo o incluso donar dinero a una causa que odieis (hay aplicaciones, como Stikk, que permiten eso). A mí es una idea que me horroriza, pero esto tiene mucho que ver con la educación que habéis recibido sobre el premio/castigo. 

-Sed creativos. Si os estancáis con el mismo propósito una y otra vez, hay que revisar qué repetís sin resultado. Hay que formularlo de otra manera, y comenzarlo por otro lado. El problema puede ser el proceso, no el fin. 

Visualizar está muy bien, pero han sido muy pocas las cosas que me han llegado con la simple visualización o deseándolo intensamente. Mis propósitos de Año Nuevo no son una carta de deseos formulados al viento, sino un proyecto vital más amplio y más consecuente. 

-Y, por último, flexibilidad. A veces las circunstancias cambian, a veces la vida se altera, para bien o para mal. Uno de mis propósitos siempre es Aprendo a no exigirme demasiado. Sé que no lo cumpliré nunca por completo, pero es un objetivo que no quiero perder de vista, algo de lo que aprender y que me recuerda que el propósito de este listado es una vida más feliz y más rica, y no la satisfacción superficial y neurótica de conseguir todo lo que me proponga. Os dejo con algunos ejemplos de ese tipo.

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Digo NO sin añadir explicaciones.

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Simplifico: no hago más de lo que puedo hacer, no me cargo de trabajo, no acumulo.

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Cultivo mi intuición, y la escucho en lugar de negarla. 

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Finalizo con mi afán de salvar a la gente. 

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Me comporto como quien soy, y no como a los otros les me gustaría que fuera.

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Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Madrid, Yo llevo abrigo blanco de Mango de la línea Committed, que apuesta por la moda sostenible, confeccionado con lana reciclada, con salones rojos de Cristina Valdivieso

Cosas que valen más que el oro

Admiramos a las personas que se atreven a cumplir sus deseos; vivimos a través de ellas, y en ocasiones, las convertimos en referentes; por desgracia, escasean. No todas esconden una historia fulgurante de éxito, sino una satisfacción personal, una apuesta no saben con quién. Logran aquello que más asusta a una sociedad ordenada y sumisa como la nuestra: un cambio de vida. Una especie de buscadores de oro que, sin saberlo, encuentraran territorios desconocidos y de enorme valor.

No es ningún secreto que siento fascinación por los bordados, los encajes, los tejidos antiguos y los trabajados con esmero; por todo aquello que se escapa de lo convencional, y permite, más allá de la prenda de ropa, una expresión personal, tanto de quien la lleva como de quien la ha concebido. Lo que no esperaba una noche en la que curioseaba en Instagram, y buscaba cuentas y fotos interesantes, era que unos likes dados a la fotografía de un abrigo bordado con un diseño precioso y que no logré identificar me llevaran a conocer a su diseñadora.

Podéis ver ese abrigo bordado en algunas de las fotografías de mi Instagram, en la exposición de Mucha en Madrid. Beatriz García me lo prestó para esa visita, después de conocernos y de contarme la historia de Mamba Soul, la marca de ropa que descubrí en aquel paseo virtual.

Una arquitecta técnica, con un trabajo sólido decide en plena crisis que abandona su trabajo; no es lo más habitual, pero nada en Beatriz lo es. Carismática y apasionada, sí: valiente, con las ideas claras, también. Me hubiera gustado saber cómo dirigía sus proyectos de arquitectura, cómo convertía la nada en algo, pero, al fin y al cabo, es lo mismo que hace con Mamba Soul. Beatriz se instaló en Vietnam, estudió sus diseños tradicionales y sus costumbres, buscó materiales y costureras, y a ello le dio su propio aire y una sistematización occidental. Por eso me fue imposible reconocer la procedencia del bordado. Ella los busca en Laos y en Vietnam, y con las premisas de un pago justo a sus artesanas, de no emplear productos de origen animal ni tintes químicos, ha creado un estilo absolutamente propio.

Los tejidos son fastuosos, con una personalidad muy marcada: sedas livianas, algodones compactos, lino, algodón… tampoco las tallas se limitan a las que encontramos en las marcas convencionales. Ni la producción es amplia. Beatriz piensa en mujeres que desean sentirse cómodas y, en cierto sentido, únicas.

Es sencillo y sentimental hablar de sueños, y más aún de sueños cumplidos. Lo complicado, lo real, resulta mucho más fascinante, pero menos llamativo. La siguiente parada de Beatriz será, quizás, instalarse en Portugal, para continuar con proyectos nuevos y una etapa diferente. De momento podéis encontrarla en su tienda on line.

Tengo la impresión de que seguirá buscando algo, y, quizás sin saberlo, servirá como un ejemplo de entusiasmo y de valor, de otro tipo de triunfo, de cosas que no se ven a simple vista pero infinitamente más valiosas que el oro.

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En las fotografías que Nika Jiménez hizo en la Casa de la Moneda de Madrid llevo el abrigo Osaka.  Está confeccionado con un tejido de espiguilla blanco y negro, con la falda rematada en forma de tulipán, y la manga francesa forrada de seda roja. El cinturón interior permite varias posiciones, y lo convierte en un vestido-abrigo, aunque puede usarse solo como prenda superior. El tejido es de tanta calidad, y el corte, intemporal, de manera que esta prenda que comenzó en la imaginación de Beatriz estará muchos años en mi armario.