De Pura Cepa

El tiempo es esa gota de agua que se encarga de convertirte a ti, que eras una roca, en un canto rodado. Al menos eso parece cuando los premios a una obra o a una novela dejan paso a los que valoran toda una carrera o una trayectoria. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Dónde se fueron los útlimos veinte años, cómo pudieron pasar sin casi enterarme?

Al parecer, y según el amable criterio de TV Rioja los míos no se han volatilizado, y por eso decidieron entregarme el pasado día 3 de abril uno de sus premios De Pura Cepa. Si el año pasado fue Lorenzo Silva quien lo ganó en la categoría de Literatura, este año los amigos riojanos han decidido otorgarme un premio que reconoce el talento, el trabajo, y el haberse convertido en un referente en la profesión.

 
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Los Premios se entregaban en el Restaurante Delicatto, de Logroño, si bien yo salía desde el hotel Gran Vía

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La fiesta estuvo precedida por la entrega, y por la proyección de vídeos que recorrían la trayectoria de cada ganados. Os podéis hacer una idea de cómo fue si pincháis aquí. El trofeo imita la curva de una barrica. 

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Aquí, los sospechosos habituales: José Mercé, Anne Igartiburu, David Guapo, Carmen Ruiz (que no pudo acompañarnos) y Jon Plazaola. No se puede tener compañeros de premio más divertidos y generosos, ¡Éxitos por muchos años a todos!

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Hubo tiempo para firmar algún libros, para charlar con lectores, para entrevistas…

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Para hacer un poco el tonto…

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Sí, el tiempo pasa. Veintiún años ya desde que publiqué mi primera novela. Erosiona, transforma… pero también pule. Y es hermoso que los lectores nos acompañen en ese proceso, que nos vean primero crecer y luego envejecer. Ahora no siempre hay espacio para presenciar el desarrollo de una carera.

Si esa noche, pese a la progresiva afonía que sufrí, parecía descansada y con aspecto humano, se debe al talento de las chicas de Hermosilla Esteticistas, que, además de unas eficientes profesionales, son de un trato exquisito. 

El vestido que llevé esa noche es un diseño de María Barros, la diseñadora gallega a la que tanto admiro: le dio un nuevo giro al vestido negro clásico, con un escote palabra de honor con volumen y construcción arquitectónica, y un toque blanco. Escogí unas sandalias de Beverly Feldman, de ante negro y bronce,  y unos pendientes de azabache que compré en Argentina en 2000, durante la gira del Premio Planeta. En realidad, quería cederle el protagonismo al clutch de Rita Zaid, una marca madrileña que acabo de conocer y cuya filosofía me atrae mucho. 

Todo comenzó en 2016, a raíz de la conversación entre una madre y una hija: si les gustaban las gemas y la joyería y les encantaban los bolsos y zapatos, ¿por qué no convertir en realidad la idea de un “complemento joya”? Esos procesos no resultan sencillos: se necesita un taller que fabrique los bolsos con la calidad  y el plazo requerido, y con pequeñas tiradas. Si eso resulta ya complicado, la idea que tenía Rita Zaid iba más allá de  personalizar la piel, los colores… Al incorporar la joyería, que une a diferentes artesanos a partir de un diseño original, eso incluía diseños, moldes con un prototipo, y el proceso final: fundición, soldado, integración del sello y marca de la firma,  timbrado, pulido, engastado… y además, ¿poe qué no intercambiar las piezas en diferentes complementos? 

En Rita Zaid me cuentan que de todo este proceso con el que más disfrutan es con el de escoger las gemas. Me lo creo: cuando he presenciado cómo se trabaja en joyería, creo que es la parte que más me atrae, cuando todo es posible. Hay algo muy especial es lucir una prenda exclusiva, algo que refuerza esa diferencia. Fue un placer lucir este clutch delicadísimo, en piel de color bronce, pero forrado de ante rojo, y con una joya de coral.  

Las fotografías en las que aparezco sobre el escenario son de TV Rioja. El resto fueron tomadas por Nika Jiménez, De nuevo, muchas gracias a todos. 

Mes de causas

Acaba marzo, un mes rico en celebraciones que reivindican el papel y las dificultades de la mujer, que ha visto libros y documentales, artículos, polémicas. El feminismo ha pasado a figurar en la agenda política, y el anti-feminismo, en los programas de otros políticos. La negación de lo evidente, la generalización de las experiencias particulares y las extrapolaciones de situaciones continúan tiñendo las mejillas de vergüenza ajena. 

Pero día a día de este mes ha aparecido también un motivo de esperanza: en los institutos que he recorrido en un intento de acercar la lectura a los adolescentes, he visto murales, trabajos en grupo y obras de teatro teñidos de morado. Quizás demasiado morado y demasiados nombres repetidos, pero, al fin y al cabo, bien está que se repitan las consignas hasta que no sea necesario repetirlas más. También he visto como algunos muchachitos torcían el gesto, aburridos de todo lo que les suene a femenino. Ya aprenderán, espero. O quizás no. Sería ideal poder contar con todos ellos, pero parece que, pese a todo lo avanzado, no será así. 

Acaba marzo y aguarda otra causa, quizás la del libro, porque el 23 de abril así lo pide, y porque parece que nuestra capacidad de saturación no soporta una idea más de un mes. Yo seguiré hablando de mujeres y de lo que somos y de lo que no hemos llegado a ser aún. De libros, también, por supuesto, de libros que narren lo esencial. De ejemplos, porque seguimos necesitando referentes distintos e ilustrativos, de diferentes edades, oficios, razas y actitudes. De todo lo que necesité cuando era una adolescente y creía que la igualdad era cuestión de un mes, de años, quizás, no de toda una vida.

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La camisa de gasa y volantes es de Venca, Vaqueros de Mango, salones de Unisa y bolso trapecio de Bimba y Lola, regalo del Colegio Buen Pastor de Sevilla, cuando lo visité la última vez. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en el Palacio de Cibeles de Madrid.

Ha vuelto

Ha vuelto el buen tiempo, y la campaña electoral, ha vuelto el mismo viejo debate sobre la memoria histórica y la tumba de Franco, ha vuelto la utilización de las palabras de los poetas y las figuras de los artistas, ha vuelto todo, exactamente igual que la primera vez que yo acudí a votar, y todo parecía nuevo, aunque otros ya me decían «El tiempo no avanza, todo vuelve». 

Ha vuelto la desconfianza por la ciencia y la nostalgia por un campo idealizado, como los romanos imaginaban, sin quemaduras de sol ni callos en las manos. Ha regresado el deseo de comer algo estrictamente natural y sus riesgos, y el afán por proteger a la tierra de los peligros del hombre, su voracidad, sus plásticos, su avance. Ha vuelto el miedo que sentían los luditas porque las máquinas les arrebataran aquellos trabajos, casi todos miserables.   

Ha vuelto una lucha que creíamos ya casi, casi, innecesaria, pero que ha sacado a miles de mujeres a la calle porque, en realidad, casi nada ha cambiado. Como en la Biblia, otras mujeres dan a luz a los hijos de otras. Ha vuelto la sensación de seguridad tras la crisis, quebradiza como una capa de hielo en estas fechas, y con ella, poco a poco, la certeza de que somos invulnerables y de que eso no volverá a ocurrir. 

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Ha vuelto la educación en casa y la negativa a las vacunas, los rumores dados por cierto y la propaganda en todos los campos. Ha vuelto también el amor por las historias contadas en imágenes, aunque ahora tengan lugar en una pantalla diferente, ha regresado la preocupación porque la cultura clásica se extinga y la misma indiferencia general porque eso ocurra. 

Ha vuelto lo serio y lo divertido, lo banal y lo profundamente alarmante, porque así, al parecer, es como avanzamos; en bucles pequeños o más amplios, con la certeza de ser los primeros en todo y la decepción al comprobar que no hemos descubierto nada. Pero también  el consuelo de que las soluciones se encuentran ahí, que han funcionado y han sido repetidas en muchas ocasiones, y que quizás esta vez también nos sacarán de los apuros. 

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Ha vuelto la camisa blanca de toda la vida, y el vaquero ligeramente acampanado de los 70, los dos de Mango. Ha regresado la chaqueta de cuadros, oversize, de botonadura cruzada y con los hombros bien marcados, que arrasó en los 80 y que ahora reinterpreta La Fée Maraboutée, Y para compensar, los ligerísimos pendientes Hex de Miss Coconut se han realizado con material y técnicas absolutamente contemporáneas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez cerca de Núnez de Balboa, Madrid. 

Despierta

Para ser la estación predilecta de los poetas, para haber sido cantada, ansiada y representada por artistas durante siglos, resulta curioso constatar que no existe acuerdo sobre qué diosa representa la primavera. Casi todas las mitologías le asignan una mujer, muchas veces joven y hermosa, encargada de devolver la vida a la tierra, pero sus atribuciones varían. 

El mito más conocido es el de Deméter y Perséfone, madre e hija. Démeter, la diosa de la agricultura y la que trae las estaciones, va por libre en la mitología griega, quizás por suponer un eco de una diosa anterior y más abstracta que sus hermanos del Olimpo, o por confundirse con una madre primigenia, como su madre, Rea, y su abuela, Gea. El caso es que su hija, Perséfone, fue raptada por el dios de los Infiernos, Hades. El rapto de doncellas no nos suena a nuevo en la mitología, pero no con la hija de una diosa. Para empeorar el tema, Hades era hermano de Deméter. La madre, desesperada, buscó a su hija por toda la tierra, y descuidó sus labores con la naturaleza. Todo marchitó y murió, mientras Hades se negaba a devolver a la jovencita. Cruce de acusaciones, malas palabras, la crisis entre dioses se agravaba a cada día. Finalmente, se llegó a un pacto; Perséfone pasaría la mitad del año bajo tierra, con su esposo, y la otra mitad en la superficie, junto a su madre. 

De manera que Perséfono, sin ser exactamente la diosa de la primavera, la trae con ella cada vez que abandona su reino. En realidad, como huella de su estancia en los infiernos, se convierte en una diosa bastante oscura y misteriosa, que preside, mano a mano con su madre, los ritos eleusinos. Sus nombres equivalentes en la mitología romana son Ceres y Proserpina

Quizás entonces sea más adecuada como diosa primaveral… 

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Cloris, la diosa de los jardines y de las flores. Y, por asociación, se le ha asignado también la primavera. Casada con el viento más amable, el Céfiro, Cloris nunca envejecía: En Roma, aunque perdió gran parte de su importancia, se le llamaba Flora, y se le dedicaban las fiestas Floriales, a finales de abril, que tenían fama de ser bastante divertidas y muy excesivas. 

Pero cuidado, porque en mayo… 

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… los honores se rendían a la diosa Maya, las mayor de las siete estrellas Pléyades. Maya, que tuvo sus más y sus menos con Zeus (tampoco es algo que nos extrañe) fue la madre de Hermes, y tanto en Grecia como en Roma, (Maia), las festividades del mes de mayo y de la primavera se le dedicaban a esta diosa muy bella y muy tímida. Pero, cuidado… 

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…porque gran parte de las celebraciones primaverales se llevaban a cabo bajo los árboles florecidos, prunos, almendros, manzanos o cerezos, y eso era jurisdicción de Carpo, la diosa de los frutos (hermana de Cloris), que sería llamada Pomona en roma. Aunque sus celebraciones se reservaban para el otoño, era la responsable de que las flores de los árboles dieran jugosos frutos meses más tarde. Pomona era una loca de la botánica que no mostraba demasiado interés en nada, salvo en su trabajo, y que desesperaba a los dioses masculinos, que la cortejaban sin gran éxito. Un poco más al norte… 

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EspidoWildPony4Ostara, o Eostre, regía sobre la primavera entre los germánicos. Pero también se encargaba de la aurora, y del advenimiento de la luz (de su nombre se deriva Easter, periodo de Pascua en inglés). La misión de todas esas diosas, en realidad, es la de ser las que traen algo nuevo, las que despiertan, las que obligan a la tierra, quiera o no, a crecer y a transformarse, a menudo a través de un sacrificio. Otro día hablaremos de Balder, el dios nórdico del Sol del Verano, que debe morir para que el ciclo de la luz y la vida continúe. Y si queréis saber más… 

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… el 26 de mayo organizo un Madrid Mitólogico con B the Travel Brand y Viajes El  País. Un recorrido por Madrid, para descubrir sus secretos con Dioses y mitos en fachadas, estatuas y jardines. Tienes toda la información aquí

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Pese a lo que yo misma creía al llegar a Madrid hace años, en la ciudad es posible encontrar un espacio verde y vivo. Si me sorprendió por la aridez y la invisibilidad de su primavera, comparada con la del norte de donde yo procedía, ahora me es fácil apreciar sus jardines. Estas fotos fueron tomadas en El Retiro por Nika Jiménez a principios de marzo. El mono de satén, con estampado de peonías es de Wild Pony. Se conoce como una de las marcas preferidas para eventos e invitadas, pero casi todas sus prendas permiten una versatilidad que las hace perfectas para el día. 

Para rebajar el impacto de las flores, tan protagonistas en el look, lo combiné con un abrigo liso, de un fucsia intenso, perfecto para entretiempo; cuando lo vi en Mango me encapriché de él. Hay varios abrigos fucsias esta temporada, pero el que yo llevo, el de color más saturado, es éste. Para romper con el toque más romántico, unas botas de estampado de pitón, también de Mango, mucho más cómodas que los salones para un paseo largo en los jardines. 

Los pendientes de nácar y plata fueron un regalo del I.E.S. Beatriz de Suabia de Sevilla, que son siempre amabilísimos conmigo. 

Puro Teatro

Antes de que se convirtieran en lo que ahora son, los Carnavales exponían en público lo que durante el resto del año quedaba para ojo privado: hombres vestidos de mujeres, pobres vestidos de ricos, ricos que salían a las calles para mezclarse con el populacho que evitaban a diario. Era un teatro público de improvisación constante, y unos días que servían para que, atracados de comida y bebida, de desorden y fiesta, se soportaran los yugos impuestos por un poco más de tiempo. Cumplieron esa función de manera eficiente durante años, y, en cierta medida, lo siguen haciendo. 

Comenzaba después la Cuaresma, y eso significaba que todo otro desahogo pasaba a la zona oscura de la sociedad. Los excesos ocurrían en los cabarets de cortinas de terciopelo, en las horas de la noche, bajo secretos, con claves de entrada y en el borde mismo de la delincuencia. Una vida miserable, muchas veces, pero tanto más idealizada cuanto más estricta y más puritana fuera la sociedad que la rodeaba. Más denigrada, también. 

De la misma manera en que cada Carnaval contaba con su manera de divertirse (el erotismo, la sátira, el ocultamiento de identidad, la realidad esterizada) también cada país contaba con una manera diferente de dar salida a sus carencias: a veces los cabarets eran lugares para reírse de la diferencia de sexos, y otra, para parodiar a los poderosos. En otros sitios se bebía, sobre todo, en algunos las mujeres no podían entrar y en otros suponían la atracción principal. El teatro, con su telón y sus papeles, ha cumplido con todo lo que de él se esperaba. Crítica y reflexión, tragedia y comedia, y un constante convertirse en otro. En otra. En otros. 

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El vestido de Anonyme Designers es el Serena Long Dress, que pronto repondrán. De momento, tenéis este otro modelo muy similar, pero corto. Los zapatos son de Paco Gil. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en el piso superior de la Sala Equis.

Intimidad

Cuando estaba escribiendo Llamadme Alejandra, la novela con la que gané el Premio Azorín 2017, encontré que la documentación pública sobre ellos era muy extensa, pero la privada no se quedaba atrás. Cartas, diarios y declaraciones de los supervivientes me permitían acceder a las ideas y la mentalidad de esta familia muy observada y poco entendida. Y una clave de toda la novela pasaba por comprender la preocupación de la zarina por que nadie vulnerara su intimidad.

Quien haya visitado los fastuosos palacios de San Petersburgo sabrá que las dimensiones y el protocolo estaban pensados para empequeñecer al individuo y ensalzar a los zares. Pero Alejandra, tímida hasta lo patológico, rehuía la compañía incluso en sus alojamientos privados. Todos los que no fueran su marido, sus hijos y unos amigos contados (a menudo no muy bien escogidos) le sobraban. 

Esa reivindicación de la privacidad resulta poco entendida en según qué círculos incluso ahora: la familia extensa y la sociedad protegen, pero también anulan la individualidad. Preservan de la soledad y sirven como un eje social, pero también controlan y censuran toda desviación de sus propias normas. Quien haya querido imponer su voluntad en una nueva familia y se haya encontrado con un silencio gélido o el vacío entenderá lo extraña que resultaba la necesidad de intimidad de la zarina a finales del siglo XIX. La corte esperaba de ella que se mostrara, que repartiera regalos y privilegios, que se exhibiera en su esplendor y, si podía, que diera algún escándalo. 

Mientras tanto Alejandra prefería mantenerse alejada, vestir de manera sencilla (fue criticada por sus gustos un poco burgueses) y entregarse a una cierta tristeza que le era natural por carácter. Con los años, sería criticada por entrometerse en el gobierno, por su amistad con Rasputín y prácticamente por cualquier movimiento. Desconocían el dolor y la angustia por la enfermedad de su hijo, su creciente neurosis y miedo al futuro y toda esa parte íntima que les hubiera permitido comprenderla o al menos entender un poco mejor su comportamiento. 

Quien haya tenido la experiencia de vestirse de novia podrá entender, al menos por un día, otro punto importante de las mujeres de esta época: la falta de movilidad (pese a que Alejandra no era amiga del corsé), la necesidad de al menos dos personas para vestirse, para peinarse, la presencia constante de extraños en sus espacios más privados. La obligación de mostrarse siempre impecable, de dar una lección moral y de estatus. La dificultad para cuestiones que damos por sentadas en la actualidad, como ir al baño, correr o subir unas escaleras. 

La belleza de esas prendas nos reconcilia con esas limitaciones: pero lo cierto es que Alejandra mostraba muy poco interés por la moda o la ropa. Era muy hermosa, alta, y un maniquí perfecto, pero fue su hermana Elizabeth la que destacó por su elegancia. Mucho más espiritual e insatisfecha, Alejandra de Rusia, Alix de Hesse, decía de corazón que hubiera cambiado de buena gana el lujo y el esplendor que le rodeaba por una vida familiar, sencilla y anónima. 

Y después de un día envuelta en tules, en joyas y en exquisitas estancias, es un poco más sencillo comprenderla. 

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En esta sesión, los créditos son algo más largos de lo habitual: las fotografías son de Aleksandra Kawalec, y el vestido de Laura Escribano Atelier. En este caso es el vestido Charlotte, con encajes antiguos en 3D y rebrodé montados sobre tul de algodón. Conocí la labor de Laura por pura casualidad, en su instagram, y me encantó su sentido de la belleza y la manera originalísima en la que empleaba tejidos antiguos, algunos de ellos de más de cien años, para vestir a sus muy especiales novias. Las joyas son de la siempre exquisita Verdeagua Style. El calzado es el modelo Makika, de Clara Rosón, maquillaje de Cristina Lobato, y peluquería de Goya Asenjo. finalmente, el making off es de Artesanos al detalle

Las cosas que importan

Estos días, por circunstancias personales, pienso muy a menudo en el paso del tiempo, en la memoria, en lo que queda de nosotros cuando ya no estamos. En los legados invisibles, en lo que hemos heredado, en lo que se va o permanece cuando la gente querida desaparece, se ausenta o muere. 

Hay un poema de Edith Nesbit que lo refleja muy bien. Edith Nesbit fue una autora inglesa, conocida sobre todo por sus obras infantiles, aunque cultivó diversos géneros, y ha sido citada como fuente de inspiración por otros escritores como C.S.Lewis o J.K. Rowling. Vivió entre 1858 y 1924, y además de por una tortuosa historia sentimental con su marido, su vida estuvo presidida por la pertenencia a la Sociedad Fabiana. Esta Sociedad pretendía una reforma progresiva de la ciudad según los principios socialistas, con la extensión del derecho a voto o la sanidad y la educación gratuita. Otros escritores, como G.B.Shaw o H.G.Wells, también fueron fabianos. 

Leí estos versos por primera vez en un libro de inglés, cuando era una adolescente, y el poema me impresionó tanto que lo copié y lo traduje a mi manera. No sé qué era: la resignación, la sencillez, el invencible coraje de la narradora… sea como sea, os lo dejo. Podéis leer el original aquí

Las cosas que importan.

Ahora que mis días casi han acabado

y estoy demasiado agarrotada como para barrer o coser 

me siento y pienso y me asombro

de todas las cosas que sé,

cosas con las que me he topado poco a poco.

Y cuando regrese al barro del que provengo

todas las cosas que sé y cómo se hacen

se perderán y olvidarán.

Hay cosas, ya lo sé, que no,

cosas sobre las que los escritores escriben y hablan:

la forma de proteger las raíces de la escarcha,

y cómo sacar las manchas de tinta.

Qué medicina es buena para las úlceras y los esguinces,

cómo salar la mantequilla,

qué ensalmos curan los diferentes dolores

y qué devolverá el color a tu vestido deslucido.

Pero hay cosas más importantes

que no pueden escribirse en un libro.

Por cuánto tiempo hervir los guisantes y las verduras

y qué pinta debe tener el buen bacon.

el tacto de una prenda buena,

la clase de manzana que puede conservarse,

el aspecto del pan que ya ha subido,

y cómo dormir a un niño.

Si la mermelada está a punto para embotellar,

si va a agriarse la leche,

si una gallina va a poner un huevo,

son cosas que algunos  nunca aprenderán.

Yo conozco el tiempo por la pinta del cielo,

sé qué hierbas crecen en qué camino,

y si los enfermos van a morir

o saldrán de esta.

Las jóvenes casadas van y vienen, serias, 

con secretos que rabian por contar.

Yo sé de cuánto tiempo están

y si tendrán niño o  niña.

Si un mozo es difícil de llevar

o una muchachita complicada;

sé cuándo  hablarles con cariño

o cuando necesitan una bronca.

Yo sé dónde anidan los pájaros 

y cómo son las manchas de la trucha y la liebre.

Y quizás Dios quiera que olvide

cómo colocar un sedal o un cepo,

pero no podré olvidar cómo atar un pollo

o freír un pez, o lardar un filete,

o, cuando alguien enferma,

qué clase de hierba le sentará mejor.

¡Olvidar parece un desperdicio tan tonto!

Yo sé tantas cosas insignificantes…

y ahora los ángeles se apresurarán

a barrerlo todo con sus alas.

Oh, Dios mío, tú que hiciste que me gustara tanto saber,

Tú que mantuviste todo eso en mi cabeza,

por favor, Señor, si esa es tu voluntad,

déjame saber algo aún cuando esté muerta.

Edith Nesbit. 

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Déjame, al menos, recordar algo.

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El maravilloso abrigo estampado es de  TopLove. Con su corte de volúmenes generosos y su manga corta, puede llevarse como pieza única, o sobre el vestido de color magenta de la misma firma, muy sencillo, pero de tejido noble y manga abullonada. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Madrid.

Sin prisa

Quería hoy hablaros de los temas en los que pienso durante los últimas semanas: el ritmo y la prisa, sobre todo. Paradójicamente, estos días es la prisa la que me puede, y me limitaré a algunos apuntes: cómo un paso de cebra es la metáfora diaria y cotidiana de que debemos mirar antes de cualquier decisión sea tomada. Cómo los muros de ladrillo solo nos protegen hasta que nos atrapan, y es entonces cuando conviene atravesarlos, derruirlos o derribarlos. 

Quería hoy hablar de cómo para engañar al invierno basta vestirse un poco de verano, y cómo el amarillo, con su cuchillo de claridad, lo ilumina todo. De esa frase tan veraz de Leonard Cohen que indica: Hay una grieta en todo: así es como entra la luz

Quería hablar de la belleza de la geometría (las rayas, los cuadros, las líneas apiladas, los triángulos) y de cómo calma ese orden en un mundo caótico. Quería tratar muchas cosas, hoy, pero será otro día; un libro espera, con su exigente aliento sobre la nuca. Otro día vendrá, otros momentos para hablar y leer. Sin prisa. 

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Las prendas de ropa que llevo hoy son de Mango, tanto la falda azul de estampado sedoso, como el top negro de terciopelo y encaje y la americana. Los pendientes y el colgante geométrico de plata y cristal son de la talentosa joyera Vickowski, Los salones con estampado de limones son de Paco Gil. El bolso es vintage, Las fotos las tomó Nika Jiménez en Madrid.

Premios Mujer Hoy

La fiesta estelar de esta semana, con permiso de la Gala de los Goya fue la de Mujer Hoy.  La revista cumple veinte años, y los premios que entrega a un puñado de mujeres relevantes, y a un hombre que destaque por el apoyo a la paridad han llegado ya a su décima edición. En la actualidad, Lady Macbeth, mi gatita la pequeña, y yo, escribimos en la revista de papel, en la sección Si yo hubiera estado allí, pero a lo largo de todo este tiempo han sido muchas las ocasiones en las que he colaborado en ella y la siento muy propia. 

Este año el premiado era Ignacio Mariscal, de Reale Seguros. Las homenajeadas fueron Noemí Galera, productora de televisión; Inma Cuesta, actriz; Almudena Alberca, enóloga; y mi querida Mabel Lozano, directora de cine. Mabel fue profesora en el curso de verano de la UPV que dirigí en San Sebastián el pasado verano, donde hablábamos de la figura de la mujer en la ficción, y su pasión y su coraje resultan contagiosos. 

Mabel defiende que un mundo en equidad es posible, y ella utiliza el cine para aportar lo que cree conveniente. En su corto El proxeneta, paso corto, mala leche, fija la mirada en algo que nadie desea ver: la explotación de las mujeres víctimas de trata, un tema que le obsesiona, y del que me habló hace ya más de quince años, cuando nadie se atrevía a cuestionar la prostitución ni la violencia hacia las mujeres prostituidas. La desigualdad, afirma, genera violencia. El techo de cristal debe ser hecho pedazos. Y por mucho que le duela, se considera incapaz de abordar temas que no le generen esa indignación frente a la injusticia. 

Otras frases que deberían quedar en nuestra memoria las pronunciaron Almudena (Nunca se acaba de aprender. Hay que continuar aprendiendo), Noemí, (La televisión la hacemos las mujeres, pero las cadenas las dirigen los hombres), e Inma (Es difícil ser consecuente con lo que crees, haces y dices. La clave para todo es la honestidad). Todas destacaron el peso que había tenido en sus vidas la influencia de otras mujeres. Y, por supuesto, Charo Carrera, la directora de Mujer Hoy, habló de la importancia del trabajo en equipo,  y la ministra de Educación, Isabel Celáa, insistió en la  pasión con la que las mujeres trabajan, y la necesidad de darles visibilidad.

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El Casino de Madrid olía a eucalipto y a flores, y la decoración con ramas y hortensias de color intenso era exquisita. 

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Paseo ante los fotógrafos… 

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La última foto del photocall fue sacada por Paco Santos

Siempre es bonito que entre tantas mujeres que son ejemplo por su hermosura, su elegancia y su carisma se acuerden de ti. MujerHoy tuvo la amabilidad de destacarme entre las tendencias de belleza, con lo cual muy mal no debía ir. 

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Y por último, una preciosa foto de TVpress.

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Para esa noche vestí de The 2nd skin.co, con un vestido negro de la colección icónica Soul. Rompe su línea muy sencilla un escote vertiginoso y los ribetes en strass. Lo combiné con unos zapatos de Lodi customizados. Si no se indica lo contrario, las fotos las tomó Nika Jiménez en el Casino de Madrid.  

De dónde vengo, a dónde voy.

Todos los artistas que alguna vez me han interesado han invertido gran parte de su tiempo en plantearse no solo quiénes son, sino cómo experimentan  cambios a lo largo del tiempo. Quizás por eso siempre me he sentido más cercana a los individuos que a los grupos o a los colectivos, donde me parece imposible encontrar un consenso identitario. Soy una escritora sin generación, una vasca sin cuadrilla. 

Así, he sentido debilidad por quienes debían estudiarse por etapas más que por características, por quienes cubrían áreas amplias en perjuicio de especializarse. Desde un Shakespeare capaz de saltar de la comedia a la tragedia, a un Lope de Vega en plena manía, un Picasso cuya evolución resulta mareante o una Margaret Atwood poeta, novelista y visionaria, o una Ana María Matute que irrumpió con Olvidado Rey Gudú cuando se había decidido que era inequívocamente realista. Un Bowie o un Bunbury, un Leonard Cohen o un Franco Battiatto o, aunque no me apasione tanto, Lady Gaga. Tilda Swinton o Helena Bonhan-Carter. 

Hay mucho valor en el atrevimiento de iniciar algo que se desvíe de lo ya esperado, un desprecio por el sonrojo que producen las antiguas fotografías, o los trabajos de los que nos desprendemos como de camisas de serpientes. La insatisfacción es un reconocimiento explícito al constante cambio en el que nos encontramos, un pulso  a la vejez y la estabilidad. Si, como Punset repetía hasta la extenuación, lo único seguro en la vida humana es el cambio y a la vez, es lo que más temor le inspira, las preguntas que aseguran un avance artístico son las esenciales. 

Pero el cambio se resiste a las etiquetas, y el éxito se basa hoy en día en resúmenes previsibles, en saber de antemano qué se consume, en leer aquello que nos da la razón y en una evasión inmediata. Eso ocurre en lo más sencillo y básico, en el consumo inmediato, pero se extiende también a lo que debería proteger el pensamiento: la política, la literatura, el periodismo. No hay espacios grises, no hay matices. Blanco, negro, la nada. Una línea recta de pensamiento que se pierde en el infinito, sin cambios ni alteraciones. 

Cada cierto tiempo noto que la piel se me ha quedado pequeña. Es una sensación desagradable al principio, y muy inquietante después. Lo que antes me satisfacía ya no basta, yo misma no me reconozco en lo que antes me producía alegría. Salgo a caminar y descubro detalles nuevos en las calles que conozco, como si hubiera atravesado un nivel superior del juego. Deja de interesarme lo que antes me parecía importante, y aunque tengo confianza en que vendrá algo nuevo no sé qué llegará, ni cuándo. 

En esos momentos leo a quienes sé que experimentaron procesos parecidos, escucho su música, intento encontrar espejos en la nada. Nos sobran los genios para darnos ejemplo; Orson Welles y Scorsese, Von Tries o Francis Picabia. Ferrán Adriá.  Intento tener paciencia, aprendo, una vez más, una lección de humildad ante todo lo que no sé y todo aquello que nunca sabré. Confío en que pasará, como otras veces, y que mi intuición tiene algo que decir, aunque sean balbuceos. El hielo frágil da miedo. Cuando estoy a punto de dar un salto nuevo y arriesgado sé que hay vuelta atrás, claro, siempre, la hay; pero poco aprenderé de ese retroceso. Imagino que entenderéis mejor por qué hablo de esto cuando aparezca mi próximo libro en unos meses: pero quizás sirva de algo a alquien leerlo ahora. 

Al menos, a mí me sirve escribirlo. 

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Ya me habéis visto el bolso de bambú de Salvador Bachiller, pero continuará siendo un básico durante los siguientes meses. No lo veo en la web, pero sin duda lo repondrán de cara al buen tiempo. La falda negra es de Mango, como la chaqueta. A mi entender, las chaquetas blancas con absolutamente traicioneras, porque crean un efecto óptico de ensanchar y acortar, a diferencia de los abrigos, que al menos, no achatan la figura. Pero son preciosas, y la tendencia oversize actual da mucho juego. Hay que tomarse, eso sí, un poco de tiempo para comprobar cuál es la más favorecedora. 

Rompo esa monotonía bicolor con una blusa estampada, color caldera, de Anonyme Designers. He descubierto hace poco esta marca, y me encanta la calidad de los tejijdos, y el patronaje, muy preciso. La blusa es de las llamadas bow neck, las de lazo de toda la vida. No permite mucha alegría en collares, pero casa muy bien con los pendientes de Uno de 50 en forma de pluma de la colección Phases of Love. Los zapatos son el modelo Nieves de Tine-Tess, una firma española que sigue mantiendo gran parte del proceso artesanal (y se nota). La gargantilla de plata la compré en Noruega hace casi 20 años, pero llevo aún una prenda más antigua: un cinturón de ante con dibujos tribales que se remonta a 1989, cuando estaba en el instituto…  Viejo, nuevo. lo que descubro, lo que fui. Las fotos las sacó Nika Jiménez en la calle Serrano de Madrid