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Seda y oro

Uno de los museos más desconocidos de Madrid, incluso para sus habitantes, es el que se encuentra en la Casa de Moneda y Timbre. Muchas personas han descubierto que tal edificio existía por ser el lugar de rodaje de la serie La Casa de Papel. Sin embargo, este museo es uno de los más ricos y completos del mundo en su temática, no hay colas, es gratuito, y su personal destaca por una amabilidad y una disponbilidad extraordinaria.

Quizás ese relativo desconocimiento se deba a que los museos que exhiben arte exijan para disfrutarlos únicamente de los sentidos, mientras que los especializados presuman algunos conocimientos previos, o intereses enfocados de antemano a sus exhibiciones. O quizás influya la conflictiva relación que mantiene este país entre un riquísimo pasado del que se avergüenza constantemente, y de un presente obsesionado por el dinero y la riqueza que a su vez parecen complicados de obtener por medios legítimos.

Sea como sea, el vistazo a las exposicione temporales y a los espléndidos fondos del museo pueden servir para que revisemos esas creencias: ¿sigue siendo el camello, la aguja y el reino de los cielos un consuelo para quienes no serán nunca ricos? ¿Continúa vigente la repugnancia por el trabajo manual y el amor por las apariencias que nos narra el Lazarillo? ¿Nos pesa la creencia de que preocuparse por aquello que resulta sensual y agradable es una señal de decadencia y pecado? ¿Qué nos separa de los países protestantes, que vuelan libres de esos prejuicios, pero acarrean otros?

En los impresionantes paneles que, junto con las cristaleras del techo, identifican este museo a la legua, se narran muchas historias: la evolución de la moneda, los oficios, la acuñación y la impresión. A menudo fueron la sal y las especies, otros metales además del oro, o materiales como la seda, o incluso los bulbos de tulipán, los que sirvieron como patrón de intercambio. Es curioso comprobar cómo le damos valor a lo que  en otro contexto no lo tiene. Es fascinante ver cómo tasamos el tiempo y la vida.

 

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El vestido de seda que llevo es el modelo Lupe de Mamba Soul. Ya hablé de la interesante historia de esta firma española en la entrada Cosas que valen más que el oro, y hoy os muestro un diseño más, de seda negra con un obi rojo de línea muy sencilla, para que que sea la riqueza del tejido lo que destaque y no nos perdamos en mera calderilla. Las fotos fueron tomadas en el Museo Casa de la Moneda de Madrid, por Nika Jiménez.

 

Cosas que valen más que el oro

Admiramos a las personas que se atreven a cumplir sus deseos; vivimos a través de ellas, y en ocasiones, las convertimos en referentes; por desgracia, escasean. No todas esconden una historia fulgurante de éxito, sino una satisfacción personal, una apuesta no saben con quién. Logran aquello que más asusta a una sociedad ordenada y sumisa como la nuestra: un cambio de vida. Una especie de buscadores de oro que, sin saberlo, encuentraran territorios desconocidos y de enorme valor.

No es ningún secreto que siento fascinación por los bordados, los encajes, los tejidos antiguos y los trabajados con esmero; por todo aquello que se escapa de lo convencional, y permite, más allá de la prenda de ropa, una expresión personal, tanto de quien la lleva como de quien la ha concebido. Lo que no esperaba una noche en la que curioseaba en Instagram, y buscaba cuentas y fotos interesantes, era que unos likes dados a la fotografía de un abrigo bordado con un diseño precioso y que no logré identificar me llevaran a conocer a su diseñadora.

Podéis ver ese abrigo bordado en algunas de las fotografías de mi Instagram, en la exposición de Mucha en Madrid. Beatriz García me lo prestó para esa visita, después de conocernos y de contarme la historia de Mamba Soul, la marca de ropa que descubrí en aquel paseo virtual.

Una arquitecta técnica, con un trabajo sólido decide en plena crisis que abandona su trabajo; no es lo más habitual, pero nada en Beatriz lo es. Carismática y apasionada, sí: valiente, con las ideas claras, también. Me hubiera gustado saber cómo dirigía sus proyectos de arquitectura, cómo convertía la nada en algo, pero, al fin y al cabo, es lo mismo que hace con Mamba Soul. Beatriz se instaló en Vietnam, estudió sus diseños tradicionales y sus costumbres, buscó materiales y costureras, y a ello le dio su propio aire y una sistematización occidental. Por eso me fue imposible reconocer la procedencia del bordado. Ella los busca en Laos y en Vietnam, y con las premisas de un pago justo a sus artesanas, de no emplear productos de origen animal ni tintes químicos, ha creado un estilo absolutamente propio.

Los tejidos son fastuosos, con una personalidad muy marcada: sedas livianas, algodones compactos, lino, algodón… tampoco las tallas se limitan a las que encontramos en las marcas convencionales. Ni la producción es amplia. Beatriz piensa en mujeres que desean sentirse cómodas y, en cierto sentido, únicas.

Es sencillo y sentimental hablar de sueños, y más aún de sueños cumplidos. Lo complicado, lo real, resulta mucho más fascinante, pero menos llamativo. La siguiente parada de Beatriz será, quizás, instalarse en Portugal, para continuar con proyectos nuevos y una etapa diferente. De momento podéis encontrarla en su tienda on line.

Tengo la impresión de que seguirá buscando algo, y, quizás sin saberlo, servirá como un ejemplo de entusiasmo y de valor, de otro tipo de triunfo, de cosas que no se ven a simple vista pero infinitamente más valiosas que el oro.

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En las fotografías que Nika Jiménez hizo en la Casa de la Moneda de Madrid llevo el abrigo Osaka.  Está confeccionado con un tejido de espiguilla blanco y negro, con la falda rematada en forma de tulipán, y la manga francesa forrada de seda roja. El cinturón interior permite varias posiciones, y lo convierte en un vestido-abrigo, aunque puede usarse solo como prenda superior. El tejido es de tanta calidad, y el corte, intemporal, de manera que esta prenda que comenzó en la imaginación de Beatriz estará muchos años en mi armario.