Hablan las piedras

A menudo el objetivo de un viaje no es divertirse, ni conocer otro lugar, ni siquiera salir del lugar que en el que todos los días madrugamos, y salimos de casa, y trabajamos, y de nuevo, cuando la noche llega, nos encuentra agotados y sin ganas de casi nada. Con frecuencia, con un viaje pretendemos vernos en lugares que hemos imaginado o soñado.

Inglaterra ha logrado convertir un paisaje, la campiña, en un estado de ánimo. A ello han contribuido novelas y películas, y un interés en conservar ese entorno sin alteraciones, sin verse tentado por la modernidad ni los cambios. Las piedras hablan, los árboles gritan, dicen. Algunas de las piedras más reconocibles del mundo son las de Stonehenge, el misterio megalítico que se alza a escasos kilómetros de donde vivió Jane Austen. Otras son las del empedrado de la famosa cuesta de Shaftesbury, uno de los pueblos más reconocibles del país, un recuerdo de una manera de vida más tranquila, más sencilla, que muchos anhelan.

Las piedras hablan si guardamos silencio para escucharlas, o quizás seamos nosotros los que hablamos, si callamos. Luego, en el regreso cotidiano a los madrugones, a nuestra casa y nuestra rutina, repiten en la distancia sus mensajes.

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El jersey que llevo entre las piedras, y el bolso bordado son de Mango, y se encuentran aquí y aquí. Si quieres acompañarme en este viaje el fin de semana del 11 de octubre de 2018, la información está en B the travel Brand y El País Viajes. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez.

 

Premio Letras del Mediterráneo

 

Durante el próximo año aparecerá al menos un nuevo libro con mi firma: se titulará El misterio del arca; una aventura en el Mare Nostrum, lo publicará en abril Anaya Infantil y Juvenil y retoma el personaje de Marco, en la Hispania Romana del siglo I, que tantas alegrías me ha dado con El chico de la flecha.

Es más, llega ya con una buena noticia; el libro nace respaldado por el Premio Letras del Mediterráneo, que convoca la Diputación de Castellón, y que el pasado día 17 de enero se hizo público como podéis leer aquí.

El premio cubre cuatro modalidades, Novela Romántica, Novela Negra, Narrativa y Novela Histórica. En esta última he sido yo la ganadora, y en las otras lo han sido, respectivamente, Lola P. Nieva, Pere Cervantes y Paz Castelló.

            Para mí resulta muy importante el que a la literatura destinada a los jóvenes se le dedique un cuidado y una calidad comparables a las de las obras de los adultos, o incluso superior. No es algo que esté dispuesta a negociar. También creo que nos ofrece una incomparable oportunidad para enseñarles algo más que lo aprendido en las aulas: en mi caso, aprenden historia y se familiarizan con el mundo clásico, discuten valores como la responsabilidad, la importancia de tomar buenas decisiones y la integridad, y, cómo no, viven aventuras. Y esta novela les llevará a la costa y las montañas cercanas al Mare Nostrum, aprenderán cómo se viajaba en aquella época, y recorrerán los mismo lugares que, si quieren, pueden encontrar hoy en día en Castellón.

            Un premio así no solo es un premio; supone un compromiso para la difusión de una obra, y, en mi caso, me involucro por completo. Tengo la suerte de contar con un magnífico editor, Pablo Cruz, que junto con su equipo, me facilitan todo lo que pueden y completan lo que a mí se me escapa. Sé que en este caso, la Diputación de Castellón, con Javier Moliner al frente, apuestan por este premio y por esta manera de difundir el patrimonio cultural y turístico de la zona. Ahora solo faltan que los lectores respondan, como siempre han hecho y que los chavales, con el libro en la mano, viajen con alas de papel.

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Para una ocasión que no dejaba de ser especial, pero que se celebraba de día, escogí una camisa de crepé blanco de Mangouna falda de tul midi con flores de terciopelo negro firmada por Alicia Rueda, de la colección White Alice que fue la clave del look. Lo combiné con unos salones plata de Lodi, de diseño único, de los que ya os hablaré, con joyas de Uno de 50, (el collar Luna Llena y los pendientes Luna Llena, de la colección Oasis) y un precioso clutch Simplicity de Mibúhcon un original trabajo de terciopelo blanco y plumas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez por MypenCamera en FITUR.

Querida Jane, querida Emily.

Si en 2017 celebramos el 200 aniversario de la muerte de Jane Austen y yo, por mi parte, lo hice con artículos, dos viajes a los lugares en los que nació y murió, y un número que ya no recuerdo sobre ella y sus obras, 2018 me trae otro aniversario y otra escritora a la que adoro: hace 200 años nació Emily Brontë, poeta, leyenda literaria y autora de la genial Cumbres Borrascosas.

Eso supondrá, por mi parte, nuevos retos. Un viaje, al menos, a su casa y sus tierras con B the travel brand, y Viajes El País. anunciaré con suficiente tiempo para que quien desee acompañarme , lo haga. La reedición (ya sé que muy solicitada, pero no llego a todo) de Querida Jane, Querida Charlotte, mi libro de viajes sobre esas tierras, casi imposible de encontrar. Y más artículos, más conferencias, más difusión, porque parte de la labor ética del escritor es hablar de la literatura y no solo de lo que uno escribe y de su propio ego. Algo que, al parecer, más de una y más de uno olvida.

No puedo tampoco olvidarme de que el 17 de julio se cumplirán 100 años del fusilamiento de los zares de Rusia, algo de lo que hablo también en Llamadme Alejandra. Premio Azorín 2017, se encuentra en Planeta. Tendremos aún zarina para rato.

Por último, este año será para mí el del regreso al mundo clásico, para enseñarles a los chavales, a través de la novela juvenil, lo interesante que puede ser aprender historia, y sobre todo, viajar a través del imperio romano. Lo haré con Anaya infantil, con El chico de la flecha y su segunda parte.

Y espero poder compartir todo esto con vosotros.

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En los Baños Romanos de Bathcon la luz dorada del atardecerNika Jiménez me tomó estas fotos. Ella insiste en que en este lugar no hay ni que editar luego las sombras de las imágenes, y yo debo darle la razón. Elegí un vestido del tejido de este año, el terciopeloen uno de los colores del Pantone de este invierno, el granate de toda la vida, sofisticado ahora bajo el nombre Tawny PortLlevo el anillo de serpiente de AristocrazyLa cámara, como siempres, es My Pen Camera.

Baños de Bath

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Espido Freire en los Baños romanos de Bath

 

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Una razón para vivir

De la película Una razón para vivir, dirigida por Andy Serkisse ha dicho que destaca por sus preciosas imágenes, que convierten una dura historia real (de un día para otro un joven activo y recién casado, Andrew Garfield, se ve paralizado de cuello para abajo por el virus de la polio) en una lección de optimismo y vitalidad. También que resulta excesivamente sentimental, y que eso le resta cierta grandeza. Estoy de acuerdo con ambas afirmaciones.

Sin embargo, cuando la vi durante la Madrid Premiere Week, sentí que era un recordatorio para apreciar de nuevo algo que se me escapa y se me olvida una y otra vez: la importancia del presente, del disfrute de cada instante, sea o no perfecto, sea o no como lo habíamos imaginado.

El frío o el calor, la calle mojada porque acaban de regarla, con hojarasca y papeles. Pero por encima de nuestra cabeza, los árboles que reflejan la luz dorada en sus ramas rojas. El paso del tiempo que nos acerca a una cita, o la sensación extraña mientras se lleva a cabo. Lo inesperado. Lo previsible. El pequeño sobresalto de un contratiempo, la angustia que trepa por la garganta y que luego desciende, como la marea baja, cuando ha pasado. La fuerza que da la tozudez, el cariño o la rabia. O la inercia. No siempre existe algo grande, más poderoso que nosotros. Muy a menuda, las razones para vivir se agazapa en otros, en ver crecer a un niño o finalizar una venganza. No siempre es una causa noble. Tampoco nosotros nos comportamos con nobleza a cada momento. No importa demasiado. Quien resiste gana. Al menos por un momento más, gana.

Foto de Espido Freire - Una Razón para vivir en su blog

Foto de Espido Freire - Una Razón para vivir en su blog

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Foto de Espido Freire - Una Razón para vivir en su blog

Foto de Espido Freire - Una Razón para vivir en su blog

 

El vestido que llevé a la Premiere era un modelo de la colección Tabancos de The 2nd SkinCo. con la manga muy trabajada y cintura algo alta, en gazaar de seda y algodón azul muy pálido, que ajusté con una cinta de raso negro. Lo combiné con pendientes de Verdeagua Style, de dos pares diferentes, un Turando y el otro de Katia. Los zapatos son unos negros básicos de Unisa, y el bolsito es mío, un vintage con cuentas de vidrio, muy pesado aunque sea tan pequeño. Las fotos son de Nika Jiménez.

Desiderata

 

Cuando comencé a escribir, las ensoñaciones que me llevaban a a ello eran tan vívidas que muchas veces poseían mayor peso que las experiencias reales. La diferencia entre lo que imaginaba y lo que vivía me resultaba clara: pero eso no significaba que la fantasía, lo leído o lo imaginado no tuviera entidad. Según pasaban los años, el peso del mundo imaginario que creaba dejó de encontrarse únicamente en las historias que contaba, o en las fantasías silenciosas en las que me evadía, y pasaron a ser narraciones escritas.

Eso ordenó y sistematizó mi manera de pensar y la forma en la que la imaginación me influía: existía, como en el Eclesiastés, un tiempo para soñar, y un tiempo para vivir. Y, muchos años más tarde, cuando escribir y contar historias se han convertido precisamente en mi profesión, continúo perdiéndome en esos terrenos movedizos entre lo que se imagina y el resultado final de lo soñado.

Durante los últimos años de mi adolescencia comencé a escribir Donde siempre es Octubre, una novela que después publicó Seix Barral, en la que los personajes de una ciudad llamada Oilea, un lugar fuera del tiempo, se entrecruzaban y narraban sus vidas. Mi personaje predilecto, con mucha diferencia, y por muchos años, se llamaba Loredana Esse.

Loredana vivía sola, en una casa llamada Pheasant Hill. En una ciudad dedicada al cotilleo, ajena a su propia decadencia, se mantenía aislada. Era rica, estaba soltera, y no necesitaba ni quería a nadie. También se encontraba profundamente enferma. Vestida de negro, y con las cortinas echadas dentro de su propia casa para que nadie pudiera verla, suponía un desafío para el resto de Oilea.

Con su radical demostración de independencia y su anhelo de soledad, Loredana fue un fantasma que me hechizó durante mucho tiempo. La veía frente a determinados edificios de Bilbao. Aparecía a veces entre las columnatas de la Comercial de Deusto, como un recordatorio de que yo había prometido sacarla de allí. De mi cabeza y de mi fantasía.

Desde luego, en Loredana, como en todos esos personajes iniciales, había mucho de mí: la promesa de salir de allí me incluía. Allí no era tanto mi entorno como mis propias limitaciones. Como todos los veinteañeros, me creía absolutamente especial, sufría como me tocaba por edad, y albergaba una vaga idea de que el mundo estaba esperando para que yo le enseñara cómo continuar rodando. Creía mucho en mi talento, y solo el tiempo me ha enseñado que no ha sido esa dudosa cualidad, sino la constancia, el trabajo, el estudio y la flexibilidad lo que me han permitido sobrevivir.

Una de las razones de comenzar con las redes sociales (y muy en especial con Instagram) tuvo que ver con mostrar parte de ese mundo interior que se adivina en las obras de ficción, pero que nunca se muestra del todo. El universo personal de las aficiones, la estética privada; la posibilidad de mostrar otra mirada. La imagen y las facilidades que ahora tenemos para manejarla me permiten un camino a la inversa: puedo mostrar también de forma gráfica algo parecido a la primera visión que tengo cuando escribo. Es aún embrionario, pero cuando se logra, la satisfacción resulta inmensa.

Quizás por eso me gusten tanto estas fotos que sacamos en Bath: porque reflejan, de una manera muy fiel, lo que revoloteaba por mi cabeza hace veinticinco años. Dicen que cuando encuentran la paz los fantasmas dejan de dar guerra. Ya veremos.

He cumplido la promesa que en su momento le hice a Loredana. Y, aunque aún quedan ciertos flecos, nada que cuarenta o cincuenta años de vida más no pueda solventar, creo que estoy cumpliendo la que me hice a mí también.

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Las imágenes fueron tomadas por la Pen Camera de Nika Jiménez en Bath, en Octubre, por supuesto, frente al Museo Holburne. El precioso vestido de punto de seda negro con encaje es de Mango y puede comprarse aquí. Llevo pendientes de diamante propios, y una amapola de esmalte que compré en las Assembly Rooms de Bath el día anterior.

Rosa inglesa

Durante los viajes nos permitimos algunas cosas que no nos toleraríamos en casa: compras de recuerdos que no usaremos nunca, hacernos trencitas, o tatuajes temporales que parecen fuera de lugar en el mismo momento en el que salimos del avión. Promesas, o comidas, o hábitos que quedan atrapados en el interior de la burbuja del viaje, y que de allí, fosilizados como los recuerdos, volverán cada vez que miremos las fotos.

En eso pensaba en el Viaje al País de Jane Austen cuando miraba, como si no las hubiera visto nunca, las ovejas, las vacas, las fincas divididas por setos de la campiña inglesa. Recordé mucho ese orden, esa fascinación británica por no abandonar nunca del todo el campo, cuando Galicia comenzó a arder unas semanas más tarde. Nuestra mirada al campo, como a la historia pasada, ha mezclado siempre vergüenza y desprecio, una negación de lo que hemos sido a favor de un futuro que no sabe integrar el pasado.

Pensaba en el lento abandono de nuestros pueblos y de las aldeas, en las lindes cubiertas de abrojos y en la manera en la que malviven agricultores y ganaderos. En el latifundio. En el minifundio.  Seguí pensando en ello incluso en la casa de Jane Austen en Chawton, en su colorido jardín y sus visitantes, que acuden a centenares a la casa donde vivió una escritora. En el escandaloso mal uso de las subvenciones, y en la necesidad de un cambio inminente de esa mentalidad y esa reorganización, por el bien de todos. De todos. Incluidos las turistas que, con un abrigo rosa demasiado elegante para un paseo campestre, se acercan a mirar el morro pintado de unas vacas amables, e intentan aprender qué pueden hacer, que están haciendo mal en su país.

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El precioso abrigo de pelo (sintético) y rosa es de Mango, y el broche pertenece al abrigo. De la misma marca son los leggins de cuero y el jersey negro de cuello cisne. Los botines son de la firma de Elda Unisa. Y las fotos fueron tomadas cerca de Winchester y en Chawton, en la casa de Jane Austen,  por Nika Jiménez con MyPen Camera.

Todos, todos los Santos

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Sin que fuera realmente mi intención, he visitado un buen número de tumbas de escritores; en los dos últimos años he estado, entre otros, en el lugar en el que, definitivamente, parecen haber encontrado los huesos de Cervantes, en las tumbas de las Brontë, frente a la esfinge que custodia el descanso de Oscar Wilde… Pese a reducir la presencia de la muerte a un mínimo, y transformar el sentido original de las fiestas de difuntos en una noche de disfraces, si algo no ha cambiado ha sido la veneración a las obras de artistas muertos, y en ocasiones, la peregrinación a sus casas y a sus sepulcros.

Jane Austen fue enterrada en Winchester, en el suelo de la catedral. Un privilegio para la hija soltera de un clérigo, como se le nombra en su lápida: por mucho que ahora nos choque, o nos parezca una falta de respeto a su talento, a su alrededor proliferan cantos muy parecidos a la virtud de las mujeres de su tiempo: fueron esposas, hijas, madres, obedientes cristianas. Una placa en la pared cercana rectifica el silencio sobre su oficio, y le restituye la categoría de escritora. Pero esos matices son muy recientes.

Jane, a quien pasamos a visitar en el Viaje al País de Jane Austen con B the travel brand y El País Viajes, murió tras una breve enfermedad en Winchester. De otra manera, hubiera sido enterrada con su madre y su hermana en en cementerio de Chawton, muy cerca de la casa en la que vivió sus últimos años, y donde, según cuenta, y según demuestra lo mucho que escribió, fue feliz. Las dos Cassandras, madre e hija, sobrevivieron a la escritora, velaron por su legado y se encuentran a un costado de la iglesia, desde donde se puede ver Chawton House, la mansión que pertenecía a su hermano Edward, y que alberga ahora una Fundación que estudia obras literarias escritas por mujeres. Tampoco de ellas se dice gran cosa en la lápida. Su carácter, su influencia, sus penas o intereses son algo que podemos deducir, si lo deseamos, porque su hija y hermana escribió, hace doscientos años, un puñado de novelas, un montón de cartas, una serie de personajes.

El cementerio, con sus enormes tejos que sombrean las lápidas y las cruces, es un espacio de paz y de reflexión. No se ven flores. Los campos verdes se cubren de hojas otoñales, y el silencio es casi total. Algún turista sigue el camino. Una gatita, al acecho de caricias, aguarda. El tiempo pasa, los siglos transcurren. Una hora u otra carece de importancia. El día de Todos los Santoses un arañazo en la eternidad.

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El vestido que llevo en las fotos es un vintage de los años 70, de gasa estampada con mangas jamón, de puño muy ancho con botones forrados. Podría haber aparecido en la secuencia de apertura de Candy Candy (toda una generación contaminada emocional y estéticamente por un anime, maldita sea). El cinturón fue una compra en una tienda de segunda mano de Nueva York. La gargantilla o choker de terciopelo azul con una libélula me lo regaló Ébolis Princess, una alumna de Creación Literaria.

 Las fotos fueron tomadas en Chawton por Nika Jiménez con My pen Camera de Olympus.

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Lugares recordados

No he viajado a la mayoría de los lugares en los que he estado. Los he soñado, he leído sobre ellos, los he visto en cualquiera de los formatos en los que la cultura audiovisual, de la que soy tan hija como de la escrita, me los ha mostrado. En los últimos tiempos, más que encontrarme en sitios nuevos, los he recordado.

No solo se recuerdan los edificios y los paisajes: también las atmósferas, el tiempo y los tiempos. Antes de haber vivido un otoño perfecto, de hojas doradas y rojizas que caen sobre un césped británico, lo hemos visto incontables veces. Hemos paseado por avenidas versallescas, y junto a ríos en los que Ofelia se ahoga una y otra vez, en los que aparecen cadáveres misteriosos y se resuelven enigmas. Hemos sido doncellas en apuros y aventureros que surcaban el río, piratas de agua dulce y el detective que se pierde en la niebla, mientras las hojas caen.

Esa capacidad creativa, fascinante, del ser humano para bilocarse y ampliar una existencia por lo demás demasiado pobre para lo ricos que son el cerebro y la imaginación explica dónde nacen las historias y la fantasía. Es lo que permite disfrutar por anticipado cuando se planifica un viaje, y sentir una felicidad muchas veces ya vivida cuando nos encontramos allí, junto al río de Ofelia, bajo las hojas doradas, en senderos que ocultan recovecos y misterios. Por eso viajo, por eso leo, por eso veo cine, y me pierdo en Instagram, y supongo que por eso escribo. Para no irme, nunca, de los lugares en los que nunca he estado pero que recuerdo una y otra vez.

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La prenda en torno a la que gira este look es la falda plisada, en un dorado metalizado, de Mango, que podéis encontrar aquí. Tiene tanta presencia que el resto de las prendas (un jersey de cuello cisne, unos salones sencillos, y una gorra liutenantson negras. Un pequeño bolso cofre con un bordado chinesco de pájaros y flores, de Mango.

Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Sydney Gardens, en Bath, junto al río Avon, muy cerca de la primera casa en la que Jane Austen habitó en la ciudad, y que se encontraba en Sydney Place nº4. Por estos mismos senderos por los que yo camino paseaba ella, soñando, sin duda, con lugares sobre los que escribiría y que luego nos haría recorrer a tantos lectores siglos después.

El mar te trajo

Hace unos quince años la editora Ana María Moix me animó a publicar Aland la Blanca. Era un libro de poesía que se alejaba tanto de lo que entonces escribían los poetas de mi edad que de no haber sido por el apoyo entusiasta de la novísima no me hubiera atrevido a ello.  Otro de los NovísimosPere Gimferrer (nos conocimos en Seix Barral cuando yo publiqué Donde siempre es octubre),  también me animó.

Ana María fue la editora de Aland, en una colección muy cuidada y limitada que ahora es prácticamente imposible de encontrar. Ahora, entre otros proyecto, estoy corrigiendo y rescatando esa obrita rara, que tampoco encaja demasiado con la poesía que ahora ha logrado atraer a los jóvenes lectores; pero nunca se sabe. Mientras sacábamos estas fotografías, todo azul y sol y Mediterráneo, pensaba en ese poemario y en las viejas historias.

Aland la Blanca habla del mar, de las mentiras de nuestro origen y de los ideales imposibles. Del espejismo de convertirse en un héroe. El segundo poema dice así:

JANTES

Recuerdo la estatua de un caballo alado,
el cuello tenso, el fluir en el aire
y una mujer tranquila;
debió de ser mi madre.
Sólo eso queda de mi infancia.
El resto me lo robó un remolino.
Yo no recuerdo…
El brillo en el cielo,
el mármol del caballo, la luz.
Luego la noche.
Mi padre me pide que calle,
y junto a él arrojo las redes
en la bahía tranquila.
Las barcas se mecen suavemente,
voces de pescadores sobre el agua.
-¡Jantes, -gritan-, despierta!
Ya tendrás tiempo de soñar en el invierno.
Yo corro y les arrojo cuerdas
y aseguro las barcas al viejo muelle.
A menudo retorna el caballo alado.
Jugaba a sus pies, hubo una plaza.
En las noches solas, hablo con mi padre;
mueve la cabeza.
No regresan las cosas del pasado.
Tu vida está aquí, Jantes.
Cuando muera heredarás mi barca.
Como yo desangrarás el mar,
y con suerte,
encontrarás una ostra con perla,
un jarro de plata que te libre
de tostar tu piel y vender tu alma.
Gasté mis años en el puerto,
con redes remendadas,  atando barcas,
y un día de resaca, entre el pescado
salió del mar un brazalete.
Sentado en la barca agitada por las olas
contemplé el metal desconocido,
el dibujo de un laberinto, y en su interior,
el trazado, la marca de un caballo.
Así me enfrenté a mi padre,
con el brazalete ante mí como un escudo.
-¿Es que sólo he vivido entre mentiras?
¿Qué decías cuando hablaba de otra tierra,
de un país surcado por canales,
del castillo que dominaba el mar
desde un alto escarpado?
No, Jantes, son paisajes de tus sueños.
También yo los vi, y los perdí al crecer.
Yo te creía.
Recuerdo otra patria, otro hogar,
una mujer que me miraba reír,
barcos negros de negras velas,
un cielo luminoso que presidía la tierra,
un caballo de mármol de enormes alas
junto a la plaza cuadrada del palacio…
¿Por qué me has retenido?
Cuando te rogaba Déjame marchar,
seré mercader en las tierras altas,
y cuando regrese, te cubriré de oro,
abriré un nuevo camino al sur,
Vivirás en la gloria y la fortuna.
¿Qué decías?
No, Jantes, del sur no se vuelve,
no marches de Ilión.
Tú perteneces al mar, aquí has nacido.
La nostalgia anida lejos del agua.
Mentiras siempre. Dime ahora.
¿Quién soy yo?
No nací aquí.
Pocos recuerdos quedan de mi infancia
a salvo del remolino.
Mi país ya no existe:
sus ciudades las barrió la tormenta.
Su capital quedó arrasada.
Callé, el brazalete en mi mano
y mi padre inclinó la cabeza.
Las redes se extendían bajo sus pies
como olas rotas en un océano olvidado
y mientras las recogía, narró mi historia.
-Naciste del mar, el mar te trajo…

 

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La camisa de crepé  es de Mango, y el bolso de rayas azules, negras y blancas también. Pueden comprarse aquí y  aquí. Los pendientes de perlas son de Tatiana Riego. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Benicassim, mientras el mar hablaba.