Diabulus in Musica

Cada novela posee una historia pública, su recorrido con lectores, con críticos, librerías y bibliotecas, y una privada que los escritores suelen narrar con silencios o con exageraciones que embellecen el proceso. Después de eso lo habitual es que la novela caiga en el olvido o que llegue el estudio de los expertos que la interpreten de una manera nueva años más tarde.

Sin embargo, hay novelas que corren otra suerte, y eso ha ocurrido con mi novela Diabulus in musica. Casi veinte años tras su publicación en septiembre de 2001 ha vuelto al lector con otra imagen, con una revisión y corrección a fondo, rejuvenecida y, a mi juicio, con mayor intensidad.

Diabulus in musica era mi cuarta novela: como Irlanda, una nouvelle, una novela corta. A diferencia de Melocotones Helados, que acababa de ganar el premio Planeta, contaba una historia de amor. Y se adentraba en la literatura fantástica, en un mundo a medio camino entre la oscuridad y la luz. Una narradora sin nombre contaba su historia de amor con dos hombres que, en realidad, no existían del todo.

Uno de ellos era Christopher Random, un actor acostumbrado a ser muchas personas: el otro, Balder Goinuri, un joven que hasta su muerte solo quiso imitar a Christopher Random. Y mi protagonista los amó a los dos, a uno en un Bilbao en el que solo había entonces calles grises y lluviosas, y al otro en un Londres que ya no era lo que fue. Y la novela habla de cómo es posible buscar a alguien durante años y solo encontrar mentiras.

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Eran los años del hiperrealismo urbano, y Diabulus in musica apareció como una rara avis en un panorama literario en el que los autores jóvenes hablaban de otros temas y, sobre todo, en otro tono. Muchos lectores aguardaban un Melocotones II, que, sin ser una novela completamente constumbrista, describía un universo en el que podían reconocer una guerra, una secta, unos personajes.

A muchos no les gustó. A algunos les irritó el que no supieran qué era realidad y qué mentira. Como la novela arrancaba en Bilbao, y yo había reconocido que mi experiencia musical era un préstamo a la protagonista, quisieron ver una narración autobiográfica. Pero el desarrollo de la novela, a medio camino entre Londres y ninguna parte, quebraba esa lectura. Diabulus in musica era algo diferente, disonante, como su título, con personajes perdidos y disociados, desconcertados y sin identidad.

Pero a otros les gustó. Mucho. Muchísimo. Hasta el punto de que para un puñado de lectores Diabulus se convirtió en una novela de referencia. No solo en su novela preferida entre las mías, sino en su novela predilecta en general. Y eso era muy inquietante.

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Por supuesto, no intento culpar a los lectores o a los críticos: yo sabía qué riesgos asumía al publicarla. Tras el Premio Planeta, y el mío fue particularmente sonado, cualquier novela posterior parecería un fracaso de ventas. De manera que me planteé publicar lo que deseaba, sin presiones; sería Diabulus, y reservaría Nos espera la noche, ya escrita, para un poco más adelante. Con la perspectiva de la edad, veo que si bien la forma de contar la historia se encontraba perfectamente definida, la trama en sí misma no lo estaba tanto. 

Para colmo, fue una etapa de enorme ajetreo: tras la gira del Planeta me mudé a Noruega, y durante el breve tiempo entre una novela y otra, por reestructuración interna de Planeta, tuve tres editores, hasta acabar con la excelente y añorada Ana D’Atri. Yo tenía 27 años, y entonces dos años me parecían mucho tiempo.

En ese intervalo publiqué un libro de poemas, una novela juvenil y el ensayo Primer amor. Mis virtudes  y defectos como autora (polifacética y dispersa, prolífica y excesiva, inconstante, curiosa e impulsiva) se encontraban entonces en su punto álgido. En la actualidad hubiera dedicado dos años más a separar las subtramas de esa novela, y quizás de ella hubiera surgido otra historia.

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Sea como sea, Diabulus apareció, y yo alenté, desde el mismo momento de su aparición, con una sensación extraña que no me evocaban otras novelas: como si los fantamas de sus páginas me dijeran, una y otra vez, que debía regresar a esa historia. Han pasado veinte años, pero al final he regresado al lugar desolado en el que la novela comienza para darle un aire nuevo.

No lo hubiera hecho si no tuviera la certeza de que esa novela apareció antes de tiempo. El género fantástico ha crecido de manera insospechada durante estas dos décadas. Muchos lectores aprecian ahora un cierto aire gótico en lo que leen, están aburridos del costumbrismo o, sencillamente, se han acostumbrado a percibir realidades menos literales. Lo que en 2001 era una excepción se ha convertido ahora en algo mucho más extendido. Y creo que Diabulus in musica, cribado de todos los errores y las debilidades que durante los años he detectado, puede encantarles.

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Cada página habla de pasión y de pérdida, de equívocos, de apariencias y de los errores que nos han marcado pero por los que, pese a todo, merece la pena vivir. Y con la nueva edición estoy tan contenta como si hubiera recuperado la voz tras un largo silencio.

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Diabulus in musica está ya a la venta en la editorial Booket, de Planeta, que edita en formato bolsillo, y que puede encontrarse en casi todas las librerías y puntos de venta Podéis comprarla online aquí, y en las librerías de Todostuslibros.com. Puedes también encontrarlo en Casa del Libro y en la Fnac.

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Siempre que podáis, apoyad a las librerías y a los pequeños comercios… Si no lo tienen, encárgadselo.

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Esto es lo que os quería contar sobre este nuevo libro, tan viejo. Ojalá os guste mucho.

Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en el Parque del Retiro, Madrid, un nublado día de noviembre.

La línea roja

Este es uno de los proyectos que me alegra compartir, porque reúne todo lo que me hace feliz: la creación y la belleza, la originalidad y la colaboración, y, por último, el deseo de que todo lo que se piensa, hace y escribe sirva para aportar algo a alguien, no necesariamente un lector.Un proyecto precioso, femenino y que durará lo que una amapola.

Una línea roja une en mi relato el pasado con el presente, el deseo de una niña con el paso de una mujer. Eso, y muchas otras cosas, narra el relato que escribí para la exposición que ha comisariado Kenzo Parfums, cuyas obras se subastarán bajo su cuidado, con un propósito especial: que los beneficios se destinen a Primera Infancia de Cruz Roja Española.

Nueve obras, de nueve mujeres (yo soy la única escritora: entre las artistas se encuentran Brianda Fitzjames Stuart o Lulú Figueroa Domecq, además de María Herreros) que podrán verse en la galería hasta el 11 de marzo, de 11:00h a 19:00 y por las que se podrá pujar aquí.

Las obras celebran la belleza, la alegría, la fuerza, el poder y la serenidad que refleja la amapola, con su labor secreta y callada de embellecer el mundo. La amapola, además de ser la esencia de Flower by Kenzo,  es uno de los símbolos que representan la oposición a la violencia, y el deseo de una realidad mejor.

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El vestido de seda  azul marino, de corte irregular, con el minucioso trabajo de originami en el tejido es de Kenzo, como también el bolsito multicolor Minisailor. Los zapatos de tacón rojo son de Calzado Cristina Valdivieso. Las fotos las tomó Nika Jiménez en Ciento y pico, Velarde 14.

Premio Letras del Mediterráneo

 

Durante el próximo año aparecerá al menos un nuevo libro con mi firma: se titulará El misterio del arca; una aventura en el Mare Nostrum, lo publicará en abril Anaya Infantil y Juvenil y retoma el personaje de Marco, en la Hispania Romana del siglo I, que tantas alegrías me ha dado con El chico de la flecha.

Es más, llega ya con una buena noticia; el libro nace respaldado por el Premio Letras del Mediterráneo, que convoca la Diputación de Castellón, y que el pasado día 17 de enero se hizo público como podéis leer aquí.

El premio cubre cuatro modalidades, Novela Romántica, Novela Negra, Narrativa y Novela Histórica. En esta última he sido yo la ganadora, y en las otras lo han sido, respectivamente, Lola P. Nieva, Pere Cervantes y Paz Castelló.

            Para mí resulta muy importante el que a la literatura destinada a los jóvenes se le dedique un cuidado y una calidad comparables a las de las obras de los adultos, o incluso superior. No es algo que esté dispuesta a negociar. También creo que nos ofrece una incomparable oportunidad para enseñarles algo más que lo aprendido en las aulas: en mi caso, aprenden historia y se familiarizan con el mundo clásico, discuten valores como la responsabilidad, la importancia de tomar buenas decisiones y la integridad, y, cómo no, viven aventuras. Y esta novela les llevará a la costa y las montañas cercanas al Mare Nostrum, aprenderán cómo se viajaba en aquella época, y recorrerán los mismo lugares que, si quieren, pueden encontrar hoy en día en Castellón.

            Un premio así no solo es un premio; supone un compromiso para la difusión de una obra, y, en mi caso, me involucro por completo. Tengo la suerte de contar con un magnífico editor, Pablo Cruz, que junto con su equipo, me facilitan todo lo que pueden y completan lo que a mí se me escapa. Sé que en este caso, la Diputación de Castellón, con Javier Moliner al frente, apuestan por este premio y por esta manera de difundir el patrimonio cultural y turístico de la zona. Ahora solo faltan que los lectores respondan, como siempre han hecho y que los chavales, con el libro en la mano, viajen con alas de papel.

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Para una ocasión que no dejaba de ser especial, pero que se celebraba de día, escogí una camisa de crepé blanco de Mangouna falda de tul midi con flores de terciopelo negro firmada por Alicia Rueda, de la colección White Alice que fue la clave del look. Lo combiné con unos salones plata de Lodi, de diseño único, de los que ya os hablaré, con joyas de Uno de 50, (el collar Luna Llena y los pendientes Luna Llena, de la colección Oasis) y un precioso clutch Simplicity de Mibúhcon un original trabajo de terciopelo blanco y plumas. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez por MypenCamera en FITUR.

El mar te trajo

Hace unos quince años la editora Ana María Moix me animó a publicar Aland la Blanca. Era un libro de poesía que se alejaba tanto de lo que entonces escribían los poetas de mi edad que de no haber sido por el apoyo entusiasta de la novísima no me hubiera atrevido a ello.  Otro de los NovísimosPere Gimferrer (nos conocimos en Seix Barral cuando yo publiqué Donde siempre es octubre),  también me animó.

Ana María fue la editora de Aland, en una colección muy cuidada y limitada que ahora es prácticamente imposible de encontrar. Ahora, entre otros proyecto, estoy corrigiendo y rescatando esa obrita rara, que tampoco encaja demasiado con la poesía que ahora ha logrado atraer a los jóvenes lectores; pero nunca se sabe. Mientras sacábamos estas fotografías, todo azul y sol y Mediterráneo, pensaba en ese poemario y en las viejas historias.

Aland la Blanca habla del mar, de las mentiras de nuestro origen y de los ideales imposibles. Del espejismo de convertirse en un héroe. El segundo poema dice así:

JANTES

Recuerdo la estatua de un caballo alado,
el cuello tenso, el fluir en el aire
y una mujer tranquila;
debió de ser mi madre.
Sólo eso queda de mi infancia.
El resto me lo robó un remolino.
Yo no recuerdo…
El brillo en el cielo,
el mármol del caballo, la luz.
Luego la noche.
Mi padre me pide que calle,
y junto a él arrojo las redes
en la bahía tranquila.
Las barcas se mecen suavemente,
voces de pescadores sobre el agua.
-¡Jantes, -gritan-, despierta!
Ya tendrás tiempo de soñar en el invierno.
Yo corro y les arrojo cuerdas
y aseguro las barcas al viejo muelle.
A menudo retorna el caballo alado.
Jugaba a sus pies, hubo una plaza.
En las noches solas, hablo con mi padre;
mueve la cabeza.
No regresan las cosas del pasado.
Tu vida está aquí, Jantes.
Cuando muera heredarás mi barca.
Como yo desangrarás el mar,
y con suerte,
encontrarás una ostra con perla,
un jarro de plata que te libre
de tostar tu piel y vender tu alma.
Gasté mis años en el puerto,
con redes remendadas,  atando barcas,
y un día de resaca, entre el pescado
salió del mar un brazalete.
Sentado en la barca agitada por las olas
contemplé el metal desconocido,
el dibujo de un laberinto, y en su interior,
el trazado, la marca de un caballo.
Así me enfrenté a mi padre,
con el brazalete ante mí como un escudo.
-¿Es que sólo he vivido entre mentiras?
¿Qué decías cuando hablaba de otra tierra,
de un país surcado por canales,
del castillo que dominaba el mar
desde un alto escarpado?
No, Jantes, son paisajes de tus sueños.
También yo los vi, y los perdí al crecer.
Yo te creía.
Recuerdo otra patria, otro hogar,
una mujer que me miraba reír,
barcos negros de negras velas,
un cielo luminoso que presidía la tierra,
un caballo de mármol de enormes alas
junto a la plaza cuadrada del palacio…
¿Por qué me has retenido?
Cuando te rogaba Déjame marchar,
seré mercader en las tierras altas,
y cuando regrese, te cubriré de oro,
abriré un nuevo camino al sur,
Vivirás en la gloria y la fortuna.
¿Qué decías?
No, Jantes, del sur no se vuelve,
no marches de Ilión.
Tú perteneces al mar, aquí has nacido.
La nostalgia anida lejos del agua.
Mentiras siempre. Dime ahora.
¿Quién soy yo?
No nací aquí.
Pocos recuerdos quedan de mi infancia
a salvo del remolino.
Mi país ya no existe:
sus ciudades las barrió la tormenta.
Su capital quedó arrasada.
Callé, el brazalete en mi mano
y mi padre inclinó la cabeza.
Las redes se extendían bajo sus pies
como olas rotas en un océano olvidado
y mientras las recogía, narró mi historia.
-Naciste del mar, el mar te trajo…

 

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La camisa de crepé  es de Mango, y el bolso de rayas azules, negras y blancas también. Pueden comprarse aquí y  aquí. Los pendientes de perlas son de Tatiana Riego. Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez en Benicassim, mientras el mar hablaba.