Hace ya quince años decidí publicar mi primer libro sobre los Trastornos de la Conducta Alimentaria o TCAs, entre los que se encuentran la anorexia y la bulimia. Una de las cuestiones que más me preocupó entonces fue lo fácilmente que esos problemas pasaban inadvertidos para los padres y para el resto de la sociedad. Yo, que había estado enferma en mi adolescencia, me decidí a hablar sobre este tema cuando descubrí que existían páginas web que incitaban a las chicas a enfermar y a continuar enfermas.
La soledad en la que habíamos vivido los TCAs las mujeres de mi generación había cambiado. Las enfermas (entre ocho y nueve de cada diez de los afectados son chicas) continuaban viviendo con vergüenza y en secreto su sufrimiento, pero internet primero y las redes sociales después se han convertido en una de las maneras en las que se obtiene información y refuerzo para el adelgazamiento y las conductas perjudiciales.
Para mí el camino hacia la recuperación fue tan duro y tan solitario que me juré que si podía evitarlo nadie pasaría por ello así. Ese compromiso llega hasta el día de hoy. Por eso he escrito tres ensayos sobre el tema y participo regularmente en Congresos con Psiquiatras y expertos en conducta alimentaria que me ayudan a comunicar los mensajes correctos. Siempre que puedo intento romper con los tópicos y el desconocimiento sobre los TCAs.
Por normal general los TCAs se manifiestan en la adolescencia, pero algunas señales se pueden descubrir ya en la infancia. No esperen a que sus hijos sean adolescentes para transmitirles una imagen positiva de su cuerpo: la idea de si alguien es bello o feo, adecuado o no se forma mucho antes.
Lo primero que querría decirles a esos padres es que por muy preocupados que estén, por muy buenos progenitores que hayan sido, por muy amigos que crean que son de sus hijas, parte del trastorno incluye el ocultamiento, las pequeñas mentiras, la negación. Dos consejos que les valdrán más que el oro: uno, que en esos casos intenten no enfadarse y cuando se les acabe la paciencia, compren una tonelada más. Dos, que no centren el problema en la comida: los TCAs son principalmente cuestiones emocionales que se expresan a través del cuerpo. El problema con los TCAs no es la comida, son las emociones.
Si la niña mantiene una autoestima alta, se muestra feliz, ocupada, asume que puede cometer errores y no se presiona demasiado (o no la presionan) eso siempre servirá como elemento protector. Mucho antes de comiencen a alterar su relación con la comida verán otras señales: cambios de humor, sensación de tristeza o de no estar a la altura, obsesión por las notas, el físico o el deporte. Sé que resulta complicado distinguir esas señales de las de la adolescencia, pero no las menosprecien. Hablen, pregunten, sean pesados.
En la actualidad una de las huellas más claras se deja en la tecnología: generalmente es un lugar que a los padres les impone, que no manejan con la misma facilidad que sus hijas, y que se resisten a controlar por respeto a la intimidad de las niñas. Por eso deberían saber que muchas redes sociales prohíben usar las palabras anorexia o bulimia, pero que a cambio se usan Ana y Mía o Mia. Mi amiga Ana o Mi amiga Mia son dos frases que conviene retener.
Las búsquedas relacionadas con estos términos se han disparado un 470% en los últimos años. No está de más que los padres saquen el tema de vez en cuando, que sepan si entre los amigos o las compañeras se tratan estos temas, si han detectado casos, y cuáles son las reacciones de los propios adolescentes. No es una manía, no es una dieta, no es un estilo de vida. Los TCAs son trastornos peligrosos que deben ser tratados y detectados a tiempo.
Las redes sociales favorecen la difusión de contenidos y conversaciones muchas veces muy poco constructivos sobre ese tema. Por suerte, también nos sirven para difundir y prevenir. Y esta es una muestra.
Por favor, vean este vídeo. Orange ha lanzado la Campaña “Trastornos Alimentarios y RRSS” dentro del marco “Por un uso Love de la Tecnología”. Los padres y madres interesados encontrarán esta y otras temáticas relacionadas aquí:
https://usolovedelatecnologia.com/
Existen 2 millones y medio de publicaciones etiquetadas con #Anorexia y casi cuatro con #ana #mia. Además, otros términos que deben alertar a los padres son palabras como “princesa”, “hada” “mariposa” y su combinación con “ana”, “mía”, “tristeza”, “soledad” o “lágrimas”.
Como bien saben los expertos, el 60% de los pacientes con trastornos alimentarios buscan contenidos en internet que ponen en riesgo su salud. Eso incluye dietas, recetas bajas en calorías, ejercicios y tablas de ejercicios y muy en especial, trucos o “tips” para adelgazar. También buscan otros contenidos como los trucos de belleza o de alimentación de sus famosas preferidas, cantantes, actrices, influencers, instagrammers particularmente delgadas o especializadas en ejercicios o dietas.
El 85% de los pacientes comienzan a teclear estos términos cuando son menores de edad y 1 de cada 4 siguen haciéndolo cuando son adultos. Como eso suele llevarse a cabo en soledad, en su ordenador o su móvil, el 87% de la familia desconoce este problema, y solo un 40% se acaba enterando con el tiempo.
Volvamos a ver el vídeo y analicemos algunos aspectos que los padres y madres pueden comentar en casa.
– El lenguaje tranquilizador de los cuentos de hadas es una trampa: las niñas se convierten en princesas que deben esforzarse por ser hermosas para que el espejito mágico les devuelva la respuesta correcta. (Otras ideas erróneas son “Para presumir hay que sufrir” o “Nada sabe tan bien como estar delgada”).
– Cuando se observa por demasiado tiempo imágenes de mujeres excesivamente delgadas, bien reales o retocadas, se distorsiona la percepción del cuerpo. El peso sano se sustituye por el “peso ideal” que es siempre muy inferior a lo recomendable. Muchas mujeres relatan que después de observar ese tipo de fotografías se sienten inferiores, deprimidas y poco valiosas. Entonces comienza la segunda parte de la trampa: quizás no puedas cambiar tu vida, pero sí puedes cambiar tu cuerpo. Se confunde la obsesión con la fuerza de voluntad.
– Y ahí se inician las conductas de ocultación de comida, de cambio de hábitos y la red de mentiras…
– Los padres pueden sospechar y preguntar, pero lo normal suele ser la negación por parte de las niñas. Este es uno de los pocos casos en los no deben fiarse únicamente de su palabra, sino de los hechos. Como repito, parte del trastorno conlleva las mentiras e incluso la manipulación emocional.
– A menudo los padres no se dan cuenta de hasta qué punto esto condiciona la vida de sus hijas hasta que la joven cae, literalmente. Se desmaya, se desploman sus notas, la pillan o no puede ocultarse la variación de peso.
– Si descubren algunos indicios de un TCA o su hija enferma los padres no deben sentirse avergonzados ni culpables, pero tampoco quitarle importancia. Es un trastorno muy grave, que tiende a cronificarse si no se trata de la manera adecuada. Por favor, acudan a un profesional especializado o a las asociaciones de familiares. La detección precoz es la mejor manera de ayudar a sus hijas. No crean que pueden solventarlo en casa, o con el paso del tiempo. Intenten mandar un mensaje saludable y positivo sobre los distintos cuerpos, procuren transmitir que el aspecto físico solo es una parte de la persona, y que la felicidad se encuentra por encima de la apariencia.
¿Las buenas noticias? Hay salida, hay curación, y la mayor parte de los casos tienen un buen pronóstico. Las pacientes de TCAs aprenden a madurar durante la curación, y se convierten en adultos que llevan vidas absolutamente normales. Pero antes de llegar a ese consuelo, hablen con sus hijas, compartan lo que ven, lo que buscan en redes sociales, a quienes siguen, a quienes admiran. Las RRSS pueden ser espacios de creación, de comunicación, fuentes que inspiren y motiven, lugares de belleza y de conocimiento. Hagamos lo posible para mantenerlas así.