Se dice que fue Francisco Silvela, Presidente del Consejo de Ministros, Ministro de la Gobernación y notable intelectual de finales del siglo XIX el que acuñó la frase: Madrid, en agosto, con dinero y sin familia, Baden-Baden. No sabemos qué opinaría de ello su mujer, Amalia Loring, ni sus hijos, pero no debía ser el único que pensara así, porque la frase ha llegado hasta hoy.
Cosas por hacer en Madrid hay siempre; pese a ser una ciudad que prefiere perseguir el futuro, por escurridizo que sea, a dotar de dignidad el pasado, como le ocurre a muchas capitales, aún quedan un puñado de comercios centenarios (por cierto, me desconcierta mucho la actual campaña de publicidad que intenta darlos a conocer… sin mencionar el nombre de la tienda ni su ubicación). Y perduran muchas huellas castizas, incluso tradicionales, de una ciudad que siempre se ha le quedado pequeña a quienes la habitan.
Uno de ellos que visito y en el que compro a menudo es la Droguería Manuel Riesgo, que abrió como herboristería en 1866 y en la que desde 1926 se puede encontrar todo tipo de materiales químicos, muchos de ellos usados en Bellas Artes. Su tienda de la calle Desengaño conserva el mostrador de madera y los cajones con nombres exóticos, el suelo de mosaico y el escaparate abombado. Sirven también online, pero claro, no es lo mismo. Sus dependientes son amabilísimos, y saben asesorar en temas tan variados como la fabricación de jabones o cosmética, el mejor producto para acabar con una plaga o cómo cuidar y restaurar los muebles de madera.
En un momento en que los cines cierran y sus impresionantes locales pertenecen a multinacionales o, en el mejor de los casos, programan musicales de éxito probado, agosto no es mal momento para refugiarse del calor en las salas de los que perduran: se encontrarán casi en solitario. Si echan de menos las multitudes, las encontrarán en los cines de verano: en la comunidad, la oferta puede consultarse aquí.
Si quieren venir al centro, la oferta se diversifica. Por ejemplo, el Palacio de Cibeles, con su cúpula bajo las estrellas, albergará no solo cine, sino también celebraciones temáticas asociadas a las películas en Cibeles de Cine hasta el 12 de septiembre. Además, si no quieren cumplir al pie de la letra el «sin familia», hay actividades para niños y mayores. El más popular cine al aire libre del Parque de la Bombilla también abre este año. Toda la información sobre el resto de los cines de verano está aquí. Yo aprovecho estos días para ver los estrenos que se me escaparon durante el año, o para entregarme a algunos clásicos en pantalla grande, uno de los lujos que nos hemos dejado por el camino de la programación individualizada.
Si quieren pasar por el Museo Chicote, por eso del agasajo postinero con la crema de la intelectualidad, háganlo mejor cuando cae la tarde. Eso no lo indica el chotis de Agustín Lara, pero ya saben que él lo escribió sin conocer Madrid, de manera que no se fíen. No les garantizo que se encuentran con la intelectualidad, pero el lugar es una delicia, saben la medida exacta de los cócteles, y conserva un pedazo de historia de la ciudad, de la cual solo parte se narra en Arde Madrid. Para hacer tiempo hasta entonces, la Gran Vía ofrece una cara bonita recién restaurada, y desde Chicote se puede seguir la huella de Hemingway (más bien, de la estancia de Hemingway en 1937 y 1938) y de Martha Gellhorn hasta el Tryp Gran Vía y el desaparecido Hotel Florida… aunque de eso hablaremos en otra ocasión.
Hoy recomiendo tomar algo en otra bonita terraza antes de llegar a Callao, la del hotel Hyatt Centric Gran Vía Madrid: la Diana Cazadora que la protege la convierte en una parada obligatoria para quienes buscamos rastros de un Madrid Mitológico, pero hay otro recordatorio del pasado: la viga atravesada por un obús que buscaba alcanzar el cercano Edificio Telefónica durante la Guerra Civil, y que ha sido conservada e intervenida tras la última restauración del hotel. No será la copa más barata del verano, («con dinero, Baden-Baden») pero las vistas y la ocasión merecen la pena. Disfruten, hagan de este agosto un mes muy largo, muy lento, inolvidable.
El vestido de lino es de Mango, y puede comprarse aquí. El bolso de bambú, inspirado en las cestas de picnic japonesas tradicionales que se usan durante el Hanami, es de Salvador Bachiller. Los pendientes de perlas podéis encontrarlos aquí, en Tatiana Riego. Las fotos fueron sacadas por Nika Jiménez durante un paseo por Madrid.