Cuentos de hadas

No sé en qué lugar de nuestra cabeza se almacena el lugar de los sueños, el de las fiestas en las que brillamos como si no hubiera ninguna otra, en palacios que nunca hemos visto o imaginado. Posiblemente comiencen con los cuentos de hadas, que poseen la capacidad de colarse entre los recuerdos como si los niños fueran Pulgarcitos y las niñas Cenicientas, independientemente de la edad que tengamos.

No sé cómo se inventaron, ni qué forma extraña y atemporal adoptaron durante siglos, antes de que Disney los homogeneizara. Los vestidos de color de cielo, de luna y de sol que Cenicienta lleva las tres noches del baile han inspirado centenares de bailes reales: algunos de disfraces, otros con la misma intención y propósito que los del cuento.

No sé qué magia tiene cada vestido nuevo para convertirse en una vieja historia. Las mansiones y los jardines, los bailes y los zapatitos perdidos. Supongo que eso es lo que prende la mecha de una historia, esa chispa de trama inmortal. No conozco a un escritor que no diera algo muy valioso con tal de escribir una historia así, una que se convirtiera en una leyenda, en una superviviente tras centenares de generaciones; un cuento casi inmortal, una invitación a los sueños.

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El vestido de lentejuelas metalizadas es de Mango, y puede comprarse aquí. Los pendientes en forma de sol son de Luxenter. Las fotos fueron sacadas por Nika Jiménez frente al museo Holburne, durante el EPV Austen que organizo cada año a Bath con B the Travel Brand. Ya están anunciados algunos de los que tendrán lugar en 2020 y puedes consultarlos aquí.