Menorca, un paseo

A Menorca los romanos la llamaron la menor, Minórica, para distinguirla de Mallorca, la mayor, y esa sensación de isla pequeña, la que se encuentra más al norte y más al este, permanece en esta tierra, a la que el turismo, por fortuna, llegó tarde y con menor ímpetu que en las otras Baleares. Eso no significa que no se encuentren en ella el clima, el mar, la gastronomía o los planes que atraen de las otras islas: pero, a su manera, más discreta, menos explosiva, ha sabido mantener precisamente esa gastronomía (quesos y embutidos con los que se saltan las lágrimas), su cultura (una floreciente sociedad megalítica salpicó de dólmenes y construcciones prehistóricas el terreno) e incluso imponer su moda. Las abarcas menorquinas se exportan a medio mundo, y cuando hablo de ellas me acuerdo con especial afecto de Ría, que el año pasado celebró su 50 aniversario con una abarca diseñada por mí.

Este año, en el mes de Mayo, el evento Hats and Horses, que recogía la tradición isleña de las carreras de caballos, y el espíritu internacional que siempre ha tenido, me pidió que fuera su madrina en esa primera edición, de manera que fue una excusa perfecta para pasear primero por el hipódromo y luego por la isla. Me alegra mucho saber que en 2019 Hats and Horses regresará de nuevo. El empeño de Ari Vilalta, que une a un trabajo incesante una manera distinta de entender la comunicación y la difusión de los valores de un territorio ha logrado que eso sea así: de manera que si podés escaparos por un fin de semana a Menorca, no os lo perdais.

Un paseo por el centro de Mahón despierta ecos del Mediterráneo y de su esencia, de los colores desvaídos de otras islas que acumularon invasiones e historia, y de palacios de corte sobrio e impresionante. En las bajada y las cuestas, de repente, aparece, al fondo, el mar, entre matas de buganvillas y de capuchinas, iglesias, balconadas y callejuelas. Muros muy gruesos que aseguran el frescor y el silencio, calles adoquinadas y una oferta hotelera cuidosa, que mima y mira más al viajero que al turista. El hotel que os recomiendo es el Hotel Boutique Sant Roc, que es también Spa. Recién inaugurado en el centro de la ciudad, con un gusto exquisito que mezcla la tradición de un venerable edificio con el diseño, la última fotografía está tomada allí, en mi habitación.

Un paseo por Menorca invita a terrazas y a sentarse a ver anochecer en un banco, en una plaza, mientras los pájaros bajan y se deshacen en cantos. Es una tierra vieja, para la que el tiempo no posee la menor importancia, y tiene mucho por enseñarnos.

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Para las fotos de Nika Jiménez llevé un vestido de lino floreado, de tirante fino, de Mango, y una gabardina de verano de la misma firma, que me ha acompañado en todos mis viajes estos tres pasados meses. El bolso de mimbre es de Salvador Bachiller, el collar de piedras naturales y perlas de Verdeagua Style, y la peluquería y el maquillaje se la debo a Tacha. Para el resto bastó la luz de la tarde, el aire y el mar de la isla.