Distintas tierras
Hay un elemento de las historias inolvidables que muchas veces pasa inadvertido para los escritores que comienzan. Incluso los veteranos lo descubren, a menudo, cuando ya han finalizado su novela o su relato. Se trata del espacio, muchas veces entrelazado con el tiempo. El espacio, el lugar en el que todo ocurre o en el que imaginan que ocurre. Como en la vida, hace falta despegarse de ese entorno para darse cuenta de lo mucho que nos ha condicionado. Tierra, patria, terruño, prisión, cuna, país.
Una tierra que hemos recorrido en los textos se convierte, de alguna manera, en nuestra, incluso sin haber puesto jamás el pie en ella.
Kenia se convierte en nuestra si la hemos leído. Muchas personas que jamás la visitarán pueden repetir las primeras frases de Memorias de África, que han sido repetidas hasta la saciedad, ampliado su eco por la famosa película en la que Meryl Streep interpretaba a la escritora danesa:
«Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías.
La situación geográfica y la altitud se combinaban para formar un paisaje único en el mundo. No era ni excesivo ni opulento; era el África destilada a seis mil pies de altura, como la intensa y refinada esencia de un continente. Los colores eran secos y quemados, como los colores en cerámica». Y así es, la tierra y los colores surgen y se reinterpretan con sus palabras: como si regresáramos a una tierra de infancia.
Otros han llegado a ella de una manera menos poética y pero igualmente irreal, de la mano de un Hemingway que se imagina casi agonizando en «Las nieves del Kilimanjaro».
«La hierba se había consumido por completo y el viento atizaba el fuego hacia el pequeño aparato. Costó mucho trabajo meter a Harry, pero una vez que estuvo adentro se acostó en el asiento de cuero, y ataron su pierna a uno de los brazos del que ocupaba Compton. Saludó con la mano a Helen y a los criados. El motor rugía con su sonido familiar. Después giraron rápidamente, mientras Compie vigilaba y esquivaba los pozos hechos por los jabalíes. Así, a trompicones atravesaron el terreno, entre las fogatas, y alzaron vuelo con el último choque. Harry vio a los otros abajo, agitando las manos; y el campamento, junto a la colina, se veía cada vez más pequeño: la amplia llanura, los bosques y la maleza, y los rastros de los animales que llegaban hasta los charcos secos, y vio también un nuevo manantial que no conocía.
Las cebras, ahora con su lomo pequeño, y las bestias, con las enormes cabezas reducidas a puntos, parecían subir mientras el avión avanzaba a grandes trancos por la llanura, dispersándose cuando la sombra se proyectaba sobre ellos. Cada vez eran más pequeños, el movimiento no se notaba, y la llanura parecía estar lejos, muy lejos. Ahora era grisamarillenta. Estaban encima de las primeras colinas y las bestias les seguían siempre el rastro. Luego pasaron sobre unas montañas con profundos valles de selvas verdes y declives cubiertos de bambúes, y después, de nuevo los bosques tupidos y las colinas que se veían casi chatas. Después, otra llanura, caliente ahora, morena, y púrpura por el sol. Compie miraba hacia atrás para ver cómo cabalgaba. Enfrente, se elevaban otras oscuras montañas».
En algún lugar, los escritores crean patrias extrañas sobre países ya creados; imaginan otros, los convierten en peligrosos o en deseables. La publicidad más primitiva, la propaganda que intentaba atraer colonos a páramos deshabitados se basaba precisamente en eso, en las imágenes de campos ubérrimos y de cosechas que desbordaban los graneros.
Nos crearon esas imágenes fabulosas en los textos, y en la cabeza. Dieron espacio al espacio, y lo moldearon, hasta que ahora nos decepcionamos si en la realidad no encontramos lo que nos prometieron las historias. Así de poderosa es la literatura. Así de increíble la imaginación humana.
Las fotos fueron tomadas por Nika Jiménez durante el viaje #EPVKenia de El País Viajes /B the Travel Brand.