Que nos miren
Durante estas semanas estaré hablando en cursos, conferencias y congresos sobre uno de los temas que más me apasionan: mujer y literatura, o incluso, en un sentido más amplio, mujer y creatividad. En algunos casos el enfoque será el de la mujer y el liderazgo, en otros, las mujeres geniales que han sido olvidadas o relegadas, en otros las circunstancias en las que nos debatimos aún hoy. Pero siempre, de una manera u otra, tocaré una de mis pasiones: la relación entre la mujer y su cuerpo, la manera en la que se muestra ante los demás o es percibida.
A los seres humanos nos gustan las contradicciones y las vidas reseñables: por lo general, las preferimos cuando son otros quienes las muestran. Enfrentarse a una contradicción supone entender que el mundo es complejo y no puede catalogarse con facilidad, y las vidas apasionantes están llenas de ellas.
Las mujeres más interesantes de la historia, incluso de la contemporánea, son aquellas que han escogido ser vistas, que han recibido la mirada ajena con gusto, o como consecuencia de sus acciones. Las que han roto el tabú que muchas sociedades imponen sobre ellas, la que les permitía exponerse en público, y aún así, con ciertas normas, únicamente en tres ocasiones, una de ellas las de su boda. Y muchas mujeres, incluso pese a su inteligencia, a su excelente desarrollo profesional, o su carisma, se sienten incómodas cuando son observadas, y aún más cuando eso ocurre en público, u ofrecen una entrevista.
Por supuesto, solo puedo respetar esa actitud; pero me resulta imposible no animarlas a que eso cambie. A despojarse de miedos y de palabras pesadas, y a disfrutar del espacio que, por derecho, ocupan en el mundo. A liberarse de corsés incómodos, que ahora adoptan la forma de trajes discretos, de uniformes de trabajo aburridos, y a atreverse con un color que nunca pensaron, con un trozo del piel que no habían mostrado, el cabello de una manera diferente o un vestido que siempre desearon llevar pero que alguien les dijo que no era para ellas.
Tengo la suerte de que por mi oficio puedo acudir a diversos eventos, bien literarios, bien sociales. Hace muchos años que decidí que cada una de ellas era una celebración que bien merecía la pena vivirse como una fiesta, como un homenaje a la vida, a quien la organiza, a los libros, a veces, o a otro autor, o… A algunos eso le sorprendió en su momento, y, dos décadas más tarde, les continúa sorprendiendo. A mí me sorprende que sorprenda.
Sin embargo, para la mayoria de las mujeres son las celebraciones familiares, sobre todo las bodas, las ocasiones, en las que pueden jugar y atreverse, y revelar lo únicas que pueden ser. Como novias o como madrinas, como invitadas o como hermanas de la novia, ahí es donde todos esos sueños y expectativas se condensan. Pienso en Pronovias, que durante décadas ha vestido a esas mujeres de la misma familia, unidas en torno a un vestido blanco o beige, con encaje o mikado de seda, una princesa o una sirena, o un traje de caída impecable para otro tipo de ceremonia, y como pronto comenzó a aplicar ese mismo concepto de costura a medida y telas de una calidad excepcional para las madrinas o las invitadas que acompañaban a la novia.
Días para ser mirada, días en los que incluso las más tímidas pueden revestirse de esa fuerza que otorga un bonito vestido, la fuerza de un verde malaquita intenso, o un fucsia que nadie puede dejar de mirar, o los pliegues hipnóticos que una falda bien cortada ofrece a la vista. Nadie como los poderosos ha sabido que la indumentaria es una demostración de fuerza y de seguridad. ¿Por qué deberíamos renunciar a ello las mujeres?
A veces, por el tiempo, la mayor de las riquezas, el más exquisito de los lujos. Escoger aquello con lo que vas a ser mirada requiere tiempo y a veces sortear esas contradicciones a las que me refería: ¿atreverse o no? ¿repetir aquello en lo que confiamos o demostrar que iniciamos una nueva etapa y que todos lo vean? En fin, somos visuales, y vivimos en el momento de lo digital. No sustituye el placer de tocarlos y probárselos, pero buscar vestidos cortos de fiesta online ahorra horas de paseos y de indecisión. Permite ver e imaginarse, mucho antes de que ocurra, qué supondrá ser mirada con algo así.
Cuando hablo de mujeres inteligentes, de mujeres talentosas, de mujeres del pasado, dedico siempre un momento a hablar de cómo vestían y cómo eran percibidas por ello. La elegancia de algunas cantantes de ópera, la indumentaria masculina de otras escritoras, el duelo de lujo de las cortesanas, la manera en la que las mujeres se movieron en su época con mayor o menor libertad, si podían vestirse solas o necesitaban ayuda. Intento que quien me escucha o quien me lea las vean. Porque no lo olvidemos, es importante. La voz, que nunca se pierda. La mirada, que nunca nos olvide.
Las fotos fueron tomadas en Madrid, por Nika Jiménez, uno de esos días en que la vida nos invita a que nos miren.